En el Medievo, las Cortes del Reino de Aragón tenían carácter itinerante. Un año aquí, otro acullá. Tarazona, Monzón o Maella fueron sedes de las Cortes donde reyes y representantes estamentales parlamentaban. Lo mismo ocurrió, quizás por emulación, en los primeros pasos del órgano legislativo autonómico.

La sesión de constitución de las Cortes de Aragón se celebró el 20 de mayo de 1983 en el palacio de la Lonja de Zaragoza. Los diputados se reunieron por primera vez en Calatayud, donde ratificaron a José Antonio Bolea Foradada como primer presidente de la Diputación General de Aragón.

El Estatuto de Autonomía no había fijado en qué ciudad se ubicarían las Cortes, y esta incongruencia hizo que la primera ley que aprobaron versase sobre fijar su sede en Zaragoza. Faltaba por determinar el edificio que las acogería, y tras algunas deliberaciones, se encargó un proyecto de restauración del Palacio de La Aljafería para que una vez terminado se convirtiera en la sede permanente de las Cortes.

Entre tanto, Teruel, Huesca, Ejea de los Caballeros y Alcañiz recibieron las sesiones de las Cortes durante la I legislatura, quizás la más profusa en cuanto a la itinerancia de la institución en sus 38 años de historia.

El carácter precario que caracteriza las primeras veces no solo afectaba a las sesiones plenarias. De hecho, Antonio Embid Irujo, primer presidente de las Cortes de Aragón, a propósito de aquellos primeros días de vida de la institución, expresa las dificultades con las que trabajaban en la elaboración del reglamento en un pequeño despacho de la DGA en la plaza de los Sitios de Zaragoza. En el libro Memoria del Estatuto, Embid Irujo bromea sobre la independencia de poderes que existía entre las Cortes y la Diputación General, y la poca independencia entre sus despachos, separados por «exactamente cinco metros».

La sede permanente

El 6 de julio de 1987 se celebró el primer pleno de las Cortes de Aragón en el Palacio de la Aljafería. Sin embargo, el conjunto arquitectónico pertenecía al Ayuntamiento de Zaragoza. Hacia 1985, el consistorio cedió por 99 años el palacio a las Cortes, comprometiéndose estas a sufragar el coste de la restauración.

La recuperación de las ruinas fue laboriosa. Había comenzado con el arquitecto Francisco Íñiguez en 1947, continuando los trabajos Ángel Peropadre y rehabilitándose de forma definitiva con el nuevo proyecto impulsado, dirigido por Luis Franco y Mariano Pemán. La Unesco declaró el conjunto como patrimonio de la humanidad dentro de la candidatura Mudéjar de Aragón en el año 2001.

Todo ellos hace que las Cortes de Aragón de hoy día no se entiendan sin el Palacio de la Aljafería, y viceversa. La institución que recoge la soberanía de los aragoneses se ha impregnado de la tradición y el aura de respeto por las culturas que desprende el edificio, al que el artista Pablo Serrano definió como «lugar de encuentros».