En la mesa del fondo hay una caja de fruta. La cosecha asoma. Son libros. Todo son libros. Y más libros. «¿Te animas a ayudar a la biblioteca del colegio?». No hay quien pueda decirle que no a Ana Obi en su colecta de páginas y ensueños para los diez zagales del CRA de Azanuy, una localidad de La Litera de 170 habitantes y una pequeña gran librería. 

Cerca para Pep Ors mostrando una novela a una señora. En dos horas ha pasado medio pueblo por la tienda improvisada en el local de la plaza. Fuera la Asociación de Donas completa el lote de San Jorge con un puesto de flores. El confinamiento de La Litera ha provocado que Ana y Pep no bajen a Monzón y se queden en el lugar que hicieron suyo hace once años.

Libros en papel en el Aragón despoblado. Cualquiera diría que esta conexión es negocio fracasado. Menos ellos. Llevan desde 2013 emprendiendo en el éxito, enviando desde este punto rural de Huesca a todo el planeta títulos descatalogados o de segunda mano, pagando las facturas y viviendo de ello, donde quieren y de lo que les gusta. De los que les unió. Por un foro de literatura en internet se conocieron y ahí siguen. De esta unión nació el ruso, su hijo Adair, y la idea de cambiar la gran ciudad por Azanuy, el pueblo de la yaya de Ana. Pep estaba harto de que le robaran su Barcelona, esa de las novelas de Marsé y Vázquez Montalbán, de Rambla golfa y triple de Sibilio. No lo dudaron.

El problema fue la mudanza. 200 cajas de la colección con 6.000 libros y 10.000 comics. Y sus respectivas estanterias. Tanta palabra les hizo comprar una casa nueva «porque era más barato que rehabilitar la nuestra». Lo peor estaba por llegar. Empezaron con mercadillos hasta montar la web Librovicios y entrar en las principales páginas de venta online. «Vendemos unos 600 al mes. En el confinamiento se notó un ascenso», indica Pep, cuya labor es gestionar los 22.000 obras (empezaron con 2.000) de un catálogo concienzudamente ordenados por el nombre de su creador. «Nunca hemos vendido tantos libros de autoayuda», dice Ana, responsable del archivo de unos 28.000 libros más y de las encontrar los pedidos especiales que reciben. Los gustos de los lectores van cambiando. Todo influye: el boom de una serie de la tele, como Lupin, la muerte de un autor, clásicos como Agatha Christie, Isaac Asimov o Stephen King o firmas de actualidad como el aragonés José Luis Corral.

Chile, Méjico, Japón, Argelia, Singapur, Australia... Hacen envíos a todo el mundo, siempre por correo con remite de Azanuy. «Teníamos un cliente marine americano y pescadores que nos hacen mandárselos a los barcos cuando atracan en puertos de Cádiz», recuerdan. Plataformas petrolíferas, cárceles o conventos son otros lugares donde se cuelan. «Imagínate cuando reciban los curas el paquete con el remite de Librovicios», bromea Ana.

Se surten de empresas especializadas en descatalogados o compran a librerías cerradas, particulares o los descartes de bibliotecas. Hace poco adquirieron 1.600 de un establecimiento de Binéfar clausurado. «Hacemos un primer triaje si van a la tienda, porque son temas de interés, o no», indica Ana, que tiene unas setenta cajas nuevas aún sin ordenar. Hace tres años tuvieron que ampliar su vivienda para completar un laberinto de estanterías interminable.

Ahora tienen 40 reservados a un destino muy especial. Van a colaborar con el proyecto feminista y solidario A las olvidadas, de la asociación Teta y Teta. Se trata de enviar un libro dedicado, crear un vínculo emocional y proporcionar una evasión literaria a reclusas. La iniciativa partió de otra vecina de Azanuy, Cristina Romero. Ella, emprendedora también, dirige una empresa de entrega de comidas a domicilio y piensa en ampliar este reparto literario dedicado a los usuarios mayores del territorio.

Una infinidad de librerías guardan unos 50.000 libros en la laberístinca casa de Pep y Ana en Azanuy.