Después de un año de grave crisis sanitaria, económica y social, ha llegado la hora de poner sobre la mesa los retos para el futuro, con la esperanza de que quienes tienen en su mano la posibilidad de aportar soluciones, lo hagan con inteligencia, honradez y generosidad, sin airear falsas promesas ni dedicarse a mezquinos intereses partidistas.

El impacto que la pandemia ha generado es evidente pero ya es momento de que nuestro tejido empresarial estudie las posibilidades que tiene por delante para lograr una economía más resiliente y sostenible. El covid ha sacado a la luz unas debilidades que tenemos que transformar en fortalezas y las pymes deben ponerse a trabajar en todo aquello que está en sus manos.

La digitalización y, especialmente la formación digital, se asoma como uno de los pilares fundamentales de la reconstrucción. El sector digital ha cumplido un papel imprescindible durante toda la pandemia pues ha conseguido mantener, en cierta manera, la actividad económica de muchas empresas. Las pymes tienen que aprovechar las posibilidades que ofrece la red, el internet de las cosas o la inteligencia artificial para subirse a esa nueva ola de cómo hacer comercio o cómo fabricar más eficientemente.

El tamaño de la empresa se ha convertido en otro de los hándicaps para sobrevivir a esta crisis. Somos el país de Europa con más micropymes y los datos demuestran que ha caído con más intensidad el número de pequeñas empresas y de micropymes que el de medianas y grandes empresas. Los pequeños empresarios tienen que empezar a pensar en términos como “sinergia” o “alianza” para crecer en volumen y ganar esa fuerza o resistencia necesaria para superar su propia debilidad.

Pero todo esto no ocurrirá sin el apoyo de los agentes que pueden contribuir a mejorar la competitividad de nuestro tejido empresarial. Las pymes pueden ponerse a trabajar en aquello que está en sus manos, pero hay cuestiones que se escapan de las mismas. La Administración tiene que posicionarse como un gran aliado para las empresas en la era post-covid, sin escatimar esfuerzos en ayudas directas, formación y asesoramiento.

La pandemia debe convertirse en el punto de inflexión para el futuro de nuestras pequeñas y medianas empresas, intentando crear un tejido empresarial más fuerte, innovador y competitivo. Lo contario supondría prolongar una situación débil, incierta y sin esperanza.