El coronavirus ha creado una crisis económica paralela que ha obligado a muchos a optar por alternativas para conseguir inyecciones de dinero. Los empeños o pedir dinero prestado, tanto en particulares como empresas, han sido habituales en el último año, pero en el segundo de los casos, los problemas vienen cuando la crisis no ha dejado de arreciar y toca hacer frente a la devolución de un dinero que, en muchos casos, no se tiene. «Nos estamos encontrando de todo y conforme la gente se queda sin recursos, se acuerda de las deudas que tenían y ahora tienen prisa para cobrar», señala el coordinador de la empresa zaragozana Servicobro, Julio Mena.

Podrían ser cifras insignificantes, pero la realidad es bien distinta. Un aumento de «entre un 25 y un 30%» es lo que han notado en esta compañía zaragozana sobre la demanda de sus servicios en la comunidad para gestionar el recobro de deudas abiertas con terceros. Unos impagos que, por un lado, han sido provocados por la situación crítica que ha arrastrado todos estos meses atrás el sector de la hostelería. En Aragón, las restricciones sanitarias han obligado durante mucho tiempo a bares y restaurantes a echar la persiana por no poder cumplir las exigencias de aforo o consumo en terrazas.

Evidentemente, los ingresos se han reducido drásticamente y han surgido dificultades para afrontar el pago, entre otros, del alquiler, y los dueños en muchos casos han exigido ese dinero. Sin embargo, según informa Mena, desde la compañía consiguieron firmar «un pacto de concordia contra la morosidad en la hostelería». «Había muchos propietarios de locales que querían cobrar las rentas, y creíamos que no correspondía cobrarlas porque los bares lo han pasado mal. Ante ese aluvión de arrendadores tuvimos que plantarnos porque no nos parecía ético», explica el coordinador de la compañía.

Pero lo que ha llamado especial atención este año ha sido el aumento de deudas en personas que prestan el dinero a familiares o amigos y luego se encuentran con que no pueden devolverlo. Y claro, en ese caso, el usuario que deja la parte económica empieza a «ejercer presión para que le devuelvan el dinero». Según Servicobro, los préstamos a devolver entre amigos y familiares suelen rondar los 1.000 y 3.000 euros de media, cantidades nada envidiables y que sus dueños ansían reclamar. Mena considera que la prorrogación de los expedientes de regulación de empleo (ertes) es lo que ha provocado que no se puedan devolver en tiempo esas cantidades.

«Se pactaba en periodos no largos y como la situación no ha mejorado, la gente que esta en un erte, le dejas un dinero, y sigue afectado por esa situación laboral, difícilmente podrá devolver el dinero. Esto es lo que muchas veces los amigos no terminan de entender», asegura Julio Mena.

Deudas entre parejas

Por otro lado, en Aragón también se han recibido reclamaciones no tan «típicas» como las de parejas que han roto sentimentalmente y tenían deudas entre ellos. Si bien, la demanda de la gestión del recobro en comerciales o sectores mercantiles es más «frecuente» y con consecuencia, fundamentalmente, «de impagos del 2020». «A nivel económico, las deudas con empresas o autónomos rondan los 6.000 euros», informa Julio Mena.

En toda esta espiral de pagos e impagos, la función de las empresas va más allá de solucionar simplemente el problema. Intentan que las partes salgan lo mejor posible del conflicto buscando mediar con las dos partes. «Estamos mediando con mano izquierda. Siempre buscamos la concordia entre las dos partes, más si cabe si somos conocedores de los casos», enfatiza el coordinador de Servicobro de Zaragoza.

«Los acreedores en muchos casos creen que han abusado de su confianza, y eso provoca que la gente se ponga en marcha con la gestión del cobro», añade Mena, asegurando al mismo tiempo, que la pandemia también ha cambiado la naturaleza de los impagos. «En muchos casos, no se paga por imposibilidad económica, y antes de la pandemia había muchos casos de morosos profesionales», personas que se dedican a estafar a las personas que les prestan el dinero.

A nivel nacional, ocurre más de lo mismo, y es que la deuda covid, generada por el impacto de la pandemia, puede estallar sobre todo entre los trabajadores por cuenta ajena. El Banco de España certifica en sus estadísticas que en el 2020 se dobló el volumen de los préstamos renegociados hasta los 4.200 millones de euros, y que del total de las peticiones de moratoria de créditos de todo tipo formuladas el año pasado (820.000, por valor de 31.480 millones de euros), el 80% fueron pedidas por asalariados.

A estas alturas de pandemia, perseguir morosos es negocio en alza. «Con respecto a marzo del 2020, nosotros hemos subido nuestra actividad un 25% y hemos metido más personal a trabajar», admite desde su despacho en Madrid el coordinador del Grupo Intercobros, Enrique Rodríguez, con equipos dedicados a la reclamación extrajudicial de deudas entre pymes y autónomos por toda España. «Este incremento lo está moviendo el miedo y la necesidad», explica Rodríguez, que persigue deudas y acuerda pagos desde el año 90. «Mucho autónomo se está autofinanciando por el método de retrasar al máximo los pagos a sus proveedores», apostilla. 

La trituradora de morosos

Cuando dan las 8.00 horas en los polígonos de La Mora y San Cristóbal de Valladolid, todo el mundo en el primer turno de los grandes call center de Konecta, Intrum, Axactor y otras grandes del sector ocupa sus cubiles de dos metros cuadrados, y dispone auriculares, pantallas y teléfonos para empezar en breve otra jornada de llamadas. A las 9.30 horas lo hace Servicobro en Zaragoza.

Valladolid es un punto emblemático de la crisis de deuda que atisban los expertos. Los parados son carne de cañón de préstamos rápidos, apuestas, tarjetas de crédito y mensualidades sin pagar. El último recuento añadió en marzo 629 desempleados locales, un 1,69% más con respecto a febrero, según datos de CCOO. En la capital castellana florece la mayor concentración de España de plataformas telefónicas, llamadas praderas.

No hay nada personal en el engranaje que tratará de garantizar el recobro. No son seres humanos los que gobiernan las llamadas que cada día van a recibir otras personas. El director de orquesta es un programa informático. Lo llaman dialer (marcador). Es el software que va rulando nombres de personas y números de teléfono por las pantallas de la pradera. 

Desde que la reforma del Código Penal de 2015 acotó el delito de acoso, todo es más limpio, aséptico y sutil en la reclamación telefónica de deudas. Pero, igual que ya no hay lugar para gritos groseros, tampoco lo hay para la piedad de los que reclaman el dinero.

El software tiene todos los expedientes de deudas dentro, y decide a quién se llama y cuántas veces a la semana o al día, según la estadística y la fórmula presión/resistencia del moroso igual a la posibilidad de cobro. «Buenos días, le llamo en nombre del intermediario financiero X. ¿Cuándo nos va a pagar?», dice el operador. Con la respuesta obtenida, este nutrirá con nuevos datos a la máquina. Y ella decidirá cuándo llamar de nuevo. El programa va anotando también las estadísticas de efectividad de cada llamador, y el porcentaje de cobros por día de trabajo. «Somos máquinas al servicio de otra máquina», dice Fernando J., recobrador telefónico.