Un año y un mes después del estallido de la pandemia del covid, las cifras que deja la crisis sanitaria en los hospitales de Aragón dan una idea clara de las dimensiones de esta enfermedad. Desde el 1 de marzo del 2020 y hasta el 1 de abril del 2021, en las Urgencias de los centros hospitalarios se han producido 16.366 ingresos de pacientes con sospechas de padecer coronavirus, de los cuales 12.000 han resultado finalmente confirmados en covid.

De esos 12.000 pacientes hospitalizados, un total de 883 (el 7,3%) han terminado en las unidades de cuidados intensivos (ucis), mientras que un 15% (de esos 12.000) ha fallecido por culpa de la enfermedad, según los datos que manejan en el área de Coordinación Asistencial del Salud. En general, la estancia media de los enfermos es de 24 días, mientras que la mediana de edad en Aragón está en los 72 años (74 años en el caso de las mujeres y 71 en los hombres).

La fotografía de las ucis en estos momentos es bien diferente a la de hace un año, dado que el perfil del pacientes en esta quinta ola en la comunidad es mucho más joven y con estancias algo más largas. En el dato global, de los 883 aragoneses que han llegado a Urgencias e ingresan en la uci un 68,5% son hombres y el resto mujeres. «Ahora mismo la edad de los ingresados en ucis ha bajado mucho ante el avance de la vacunación. Estamos hablando de una media de 65,2 años en los hombres frente a los 69,4 de antes y de 69 años en mujeres frente a los 72 anteriores», explica a este diario Felix Pradas, jefe del área de Coordinación Asistencial del salud.

Personas más jóvenes

«Los mayores de 80 años han bajado muchísimo, pero ahora entran personas jóvenes, sanas, que quizás tardan más en acudir al centro de salud porque aguantan más y cuando van al médico, su situación ya es más precaria. Tenemos menos casos en uci que en olas atrás, pero son más graves», explica Pradas. De hecho, se están dando casos de intubar a personas de 45 años sin patología previa. «Es verdad que tienen más posibilidades de salir, pero hacía mucho tiempo que no veíamos complicaciones en un jóvenes. Sus estancias, al ser más sanos, son más largas» explica.

La estancia media de los enfermos de covid son 24 días y la mediana 72 años

 El temor en las ucis, en todas las olas, está en la ocupación y en su dinámica. «Los ingresos en intensivos se dan después de que comienza la ola y hasta que se desocupan hay un decajale de un mes, una situación que nos puede coincidir con el inicio de otra ola» argumenta Pradas. «Eso nos ha pasado entre la cuarta y la quinta en Aragón. En la hospitalización convencional tenemos, por así decirlo, un buen colchón, pero en las ucis la capacidad es más limitada. Si no desahogas, se complica la situación», añade.

Por tanto, no es de extrañar que la previsión en Aragón sea de que los ingreso en las ucis van a seguir creciendo. En la consejería trabajan con predicciones y, en estos momentos, según el coordinador asistencial la tendencia sería que «la próxima semana se podría llegar a los 70 enfermos en la uci», asegura. «Tenemos esa perspectiva de subida porque la sistemática siempre es la misma: suben los casos, sube la hospitalización y luego lo hacen las ucis. Cerca de un 95% de los pacientes de uci han pasado antes por planta», puntualiza.

La coordinación durante todo este año ha sido la pieza clave para que los recursos en los hospitales estuvieran equilibrados. Durante la primera ola existió en Aragón una uci única, donde todos los hospitales (tanto públicos como privados) pusieron a disposición todas sus camas al Salud. También existió la figura del coordinador único de uci, que ahora se sigue ejerciendo de manera rotatoria. «Se está pendiente del móvil constantemente. Si falta una cama en sitio, hay que resolverlo. Si se requiere de profesionales, lo mismo. En los primeros meses pudimos enviar sanitarios a la uci de Teruel para que cubrieran guardias. El objetivo es un equilibrio y una atención plenas», cuenta Pradas. Entonces también se encontraron con muchos sanitarios contagiados. «Había jornadas con entre 30 y 50 afectados, que tenían que coger la baja. Aquello, en un momento tan difícil, era otro problema. El trabajo de los profesionales ha sido incuestionable. Ahora los contagios del personal son esporádicos por la efectividad de la vacuna», explica.

Si algo deja la pandemia del covid son historias personales y casos que hasta el momento no se habían vivido. «Nunca en la historia se habían tenido familias enteras contagiadas, ingresadas y en una situación delicada. Eso es algo insólito», explica Félix Pradas, responsable del área de Coordinación Asistencial del Salud. «Lo más parecido puede ser una gripe, pero en este caso hay una vacuna y si se contrae a edades medias, no se requiere un ingreso. Una intoxicación alimentaria también es algo muy de transmisión familiar, pero en ningún caso con la agresividad o complejidad que conlleva el covid», explica. De hecho, los casos más similares se encontrarían hace décadas, cuando la meningitis, por ejemplo, causaba estragos en algunas casas con diversos fallecidos.

Pradas asegura sin ninguna duda que «el peor momento» de esta crisis sanitaria se vivió en Aragón en la primera ola. «En aquel momento estuvimos al límite de capacidad. Nunca nos faltó una cama y jamás dejamos de ingresar, pero es cierto que hubo unos días concretos donde no sabíamos cómo íbamos a poder responder», confiesa.

La novedad de la enfermedad también desbordó las formas de trabajar. «Era un paciente complicado, con el que se probaban medicamentos y fármacos pero no era suficiente. Buscamos respiradores donde no había. El comportamiento del personal y la colaboración de todo el mundo fue impresionante», cuenta Pradas.

Él también es médico y asegura que la «carga emocional» que se ha vivido durante estos meses en las ucis ha sido «indescriptible y muy elevada», cuenta. «Ha habido y hay una relación especial entre paciente y sanitarios. Ahora de todo se sabe más, pero al principio llegaban, nadie los podía visitar o quizás fallecían sin una despedida a la familia. El personal era el contacto humano más cercano que tenían en sus últimas horas. Eso es un impacto brutal», explica Pradas.

El proceso de vacunación abre «una luz al final del túnel», aunque este responsable cree que las mascarillas y las medidas de higiene «han venido para quedarse», explica. «Las relaciones sociales han cambiado y creo que la gente se va a preocupar más por su salud. Quizás las grandes aglomeraciones se rehuyen un poco o, al menos, habrá quien llevará la mascarilla en el bolso por si acaso o un bote de gel», asegura. «Esa prevención ha hecho que este año no tengamos casos de gripe, algo también insólito», reitera Pradas.

Por otro lado, aunque los ingresos por coronavirus lo han copado todo, paralelamente han seguido existiendo otras enfermedades que también precisan de camas. De hecho, en los últimos meses los enfermos no covid han sido mayoría en algunos hospitales. «Uno de los problemas más graves que tuvimos fue la paralización de toda la actividad ordinaria. Ahora no solo tenemos que recuperar lo perdido, sino volver a ese día a día ordinario y a las operaciones complejas. Muchas requieren de uci y si no hay hueco, no se pueden hacer», explica. «Me consta que los jefes de los hospitales hacen equilibrios cada día para que la uci no colapse, pero intentando atender todo lo posible. El nivel de ocupación en intensivos sigue siendo elevado», reitera Pradas.