A las 2.00 horas del 2 de diciembre de 1991, estalló la bomba de relojería en los boletines informativos de la Cadena Ser. Por primera vez, presos de ETA criticaban a la cúpula de la banda por sus últimas acciones terroristas y se manifestaban en contra de los atentados indiscriminados que tenían a los niños como víctimas. En definitiva, presos de ETA desmentían a los propagandistas que afirmaban que no existían fisuras en el apoyo a los atentados.

En esta ocasión no se escondió nada: las voces de las grabaciones eran claras y desvelaban los nombres, los apellidos y el historial de los etarras críticos. Era el principio del fin de la banda armada. Manuel Avilés era el director del centro penitenciario de Nanclares de la Oca y, junto a su amigo y secretario general de Instituciones Penitenciarias, Antonio Asunción, llevó a cabo la arriesgada maniobra que para siempre marcaría un antes y un después en la organización terrorista y en gran parte de la opinión pública.

De prisiones, putas y pistolas es la historia de una amistad y una promesa. De cómo dos amigos confabularon un plan y lo llevaron a cabo en las grises oficinas de los funcionarios anónimos, y consiguieron, sin que nunca nadie les otorgara una medalla, iniciar lo que parecía imposible: el comienzo del fin de ETA. «Esto hay que escribirlo porque es la historia de España», dijo Manuel Avilés durante la presentación del libro en la Cámara de Comercio de Zaragoza. «Todo lo que pone en el libro es real, y lo tenía que contar yo porque era el que estaba allí. El tiempo en Nanclares fue fastidiado, había que estar», expresó Avilés.

El escritor estuvo acompañado de Francisco Picazo y Juan Alberto Belloch, magistrados de la Audiencia de Zaragoza, y del presidente de la Cámara, Manuel Teruel. Picazo relató como aparece en la obra, ya que su «amigo» Avilés, al que conoce desde «hace 31 años» le llamó cuando unos presos se amotinaron en la cárcel de Nanclares. «Esa fue la noche más larga de mi vida», afirmó. Por su parte, Belloch reconoció que la trayectoria de la banda terrorista cambió «a partir de la reunión de Avilés con los líderes de ETA», recordó que los miembros de la organización quisieron matar al escritor, y ensalzó la obra como «una novela realista donde hasta lo más inverosímil es cierto». «Un héroe de nuestro tiempo», felicitó Belloch.

Entre los muchos recuerdos, Avilés manifestó que el entonces ministro de Justicia siempre le mostró su apoyo, que el Gobernador civil de Álava le dio «un revolver» para protegerse o que incluso, una vez publicada la obra, le llamó un directivo de ETA diciéndole que había leído el libro y si podría firmárselo cuando fuera por Bilbao.