El desmadre visto en la Puerta del Sol de Madrid o en las calles de Barcelona tras el fin del estado de alarma no se ha dado en Aragón. Afortunadamente. Sin embargo, sí ha habido denuncias y varios puntos de botellón pese a contar con un sistema de vigilancia especial, al más puro estilo Pilares. Un dispositivo que no estará cada fin de semana en las calles y ahí es donde salta la alarma, porque la dinámica tiene pinta de repetirse. «Me lo esperaba y estoy convencido de que habrá consecuencias. Ya perdí la esperanza en que la gente fuera responsable en las anteriores ocasiones, así que no me sorprende. Mi sensación es ya de resignación», decía ayer a este el enfermero Juan Lorente. «Los cambios de criterio que ha habido con las vacunas han sido un desastre. Han hecho daño a la credibilidad del Ministerio de Sanidad», consideraba Antonio Aisa, médico de familias en Las Fuentes Norte.

A los centros de salud siguen llegando casos, aunque no tantos como antes, pero los profesionales advierten del cansancio generalizado y piden «responsabilidad» social. «Es preocupante que se realicen agrupamientos y no se respeten medidas de seguridad. Piensan poco en las personas y en el esfuerzo que estamos realizando todo el personal sanitario, con presión en los centros. Hay que acelerar la vacunación masiva de todas las edades», considera Leandro Catalán, médico y presidente del sindicato Fasamet.

El alcohol, un problema

«Las imágenes de Madrid y Barcelona me dieron ganas de llorar. Sentí una sensación parecida a la de la primera ola, cuando se pudo salir a la calle y vi a toda la gente en las terrazas como si no pasara nada», cuenta Arancha Lara, médico en el 061 Aragón. «Cualquier que hable con alguien de uci le dirá que no hay nada que celebrar», insiste. «Son una minoría, pero te puede destrozar la curva y provocar mucho sufrimiento. Vamos a tener un serio problema si no llegamos bien al verano», cuenta.

A toda la situación se suma el alcohol y otras drogas. «Esto provoca una gran diferencia porque disminuye el raciocinio, hace que uno se quite la mascarilla y demás. Ahí viene el desastre», precisa Lara.

Hay sanitarios como la médica Cristina Alonso, del centro de salud de San Pablo, que piden no olvidarse de lo que pasó el año pasado: «Cuando terminó el primer estado de alarma fuimos el país de Europa que antes tuvo una segunda ola. Los profesionales estamos cansados y tememos una nueva macroola», indicó. «Claro que estamos preocupados. La vacunación es lo único que nos da esperanza y se está haciendo a buen ritmo, pero aún queda muchísima población susceptible y una nueva onda, que es predecible, sería otra tensión para el sistema sanitario. No deberíamos relajarnos», dice.