Caja Rural de Aragón (antes Bantierra) cerró el 2020, un año marcado por la crisis económica derivada de la pandemia, con un beneficio neto (después de impuestos) de 3,2 millones de euros, lo que supone una caída del 23,8% respecto a los 4,2 millones que ganó el año anterior. La entidad atribuye este descenso al saneamiento de la cartera de inversión crediticia, pero hace una lectura positivas de los resultados al haber reforzado la solvencia y la liquidez, lo que le permite afrontar el futuro con más optimismo.

En concreto, el ratio de solvencia se incrementó hasta el 16,74%, 424 puntos básicos por encima del requerimiento del Banco de España. «Esta cifra da muestra de la solidez de la entidad en estos momentos» , destacó este viernes el director general, Luis Ignacio Lucas, en la asamblea general de la caja celebrada de forma telemática, en la que se aprobaron por unanimidad las cuentas anuales presentadas por el consejo rector, así gestión social.

Caja Rural de Aragón asegura que se encuentra «en una situación holgada» de liquidez, con un ratio a corto plazo del 400% y un grado de inversión sobre financiación del 77%. Los depósitos de la clientela ascendieron a más de 3.800 millones de euros a final de ejercicio, con un crecimiento del 7,5% con respecto al año anterior. El volumen gestionado de recursos tomados de clientes se incrementó también un 5,7% hasta superar los 5.000 millones de euros.

Prudencia y digitalización

La morosidad se mantuvo en el 6,5%, a pesar de la coyuntura económica nacional y mundial, con un ratio de cobertura superior al 72%. En paralelo, la caja cooperativa continuó «con un gran esfuerzo» en la contención del gasto en la mayoría de los epígrafes.

«La prudencia que nos viene caracterizando en los últimos años, la cobertura de los activos irregulares con la generación de fondos adicionales y el reforzamiento que hemos realizado de la solvencia de la caja, van a ser factores decisivos para poder hacer frente a la crisis económica en la que estamos inmersos y que esperamos llegue a su fin hacia finales del presente ejercicio 2021», destacó el director general.

Lucas explicó que 2020 fue también «el año de la digitalización». «En nuestra caja seguimos nuestro plan estratégico en este apartado inaugurando una nueva página web, impulsando un chatbot, facilitando al comercio nuevas herramientas y plataformas digitales y contando con nuevas apps».

«En un año tan complejo e inédito, en nuestra caja, hicimos lo que mejor sabemos hacer. Estar cerca de las personas. Los más de 700 empleados y empleadas de Caja Rural de Aragón volvieron a dar muestras de sus valores», destacó Luis Olivera, presidente de la entidad. También recordó «la rentabilidad social que aportamos al territorio», con cerca del 65% de la red de oficinas en localidades de menos de 2.000 habitantes y cómo «con nuestra financiación colaboramos a la vertebración de nuestras comarcas».

En un momento marcado por los recortes de personal en el sector bancario, fuentes de la entidad descartaron un ajuste de este tipo. Al finalizar 2020, la caja aragonesa contaba con más de 116.000 socios y casi 260.000 clientes en Aragón, La Rioja y Lérida, gestionados por un equipo de más de 700 trabajadores repartidos en 221 oficinas.

Paliar la crisis

El pasado año la entidad contribuyó a paliar los efectos generados por la pandemia y reactivando la economía con la concesión de 13.100 operaciones de préstamo y crédito, con un volumen superior a los 800 millones de euros, un 36% más que el año anterior. Casi el 40% se destinaron al sector agroalimentario, el segmento tradicional de actuación de Caja Rural de Aragón.

Y un año más los agricultores y ganaderos volvieron a refrendar su confianza en esta entidad, convirtiéndose en líder en Aragón en la domiciliación de las ayudas correspondientes a la Política Agraria Común (PAC). Casi una de cada tres solicitudes de estas subvenciones se han domiciliado en esta caja.