No está contento todo el mundo, sea dicho para empezar, aunque la relajación de los horarios en la hostelería ha cambiado el gesto en la amplia mayoría. Amplísima, se diría. No hay felicidad completa, claro está, pero se ve el final, se palpa, se adivina un buen verano, un cuatrimestre último mejor. Pero hay prisa, y queda la incertidumbre traducida en miedo después de 14 meses de pandemia. Por eso a veces las quejas suenan más alto: «¿Por qué cierran las vacunas los fines de semana?», pregunta de forma retórica el camarero de una terraza del paseo Independencia de Zaragoza cuando se rozan las 10 de la noche. Le llega la respuesta desde una mesa. «Porque ellos no pierden dinero con la puerta cerrada. Y aquí se pierde aunque la abramos, así que como para cerrar…». Es el resquemor que queda. Todo lo demás, en paseo de última hora, devuelve las sensaciones de la vieja normalidad. Hay gente, sí, pero sin hacinamientos ni excesos.

Durará un tiempo el resentimiento a los negocios de noche, a los que aún no les cuadra la caja. «Es una buena noticia que vayan ampliando los horarios, pero que solo llegue a las 11 de la noche para los que pertenecemos al ocio nocturno es prácticamente intrascendente. Si la gente sale a cenar a las nueve o nueve y media, después ya no tienen tiempo de ir a tomar una copa. Cuando se alargue hasta las 12 será otra cosa, aunque nosotros necesitamos que se llegue a las dos», explica Miguel Ángel Salinas, vicepresidente de la Asociación de Discotecas y Salas de Fiesta de Zaragoza y provincia, y gerente del grupo Canterbury.

Habla de la medianoche Salinas porque Javier Lambán anunció ayer por la mañana que el reloj se estirará una hora más en Zaragoza y Huesca seguramente la semana que viene. Todos iguales, equiparados con Teruel, que ya está en nivel de alerta 2. «Es nuestra voluntad ir poco a poco ampliando horarios. Tratamos de llegar al máximo de permisividad, pero con prudencia», dijo el presidente aragonés, que se atrevió a pintar verde el horizonte. «Nos vamos aproximando a un verano en el que la recuperación de la actividad turística se aproximará en muchos casos a la normalidad absoluta», auguró antes de saber que la tarde y la noche se parecerían a las de toda la vida.

Buenas noticias son, sobre todo si se reúnen en torno a la vacunación pese a la queja inicial. Hay otras, como ese comportamiento desconocido para muchos bares del centro, que se han encontrado con clientes agresivos, «distintos a los de toda la vida, que creen estar por encima del bien y del mal», explican los hermanos Dalmau, que han superado las peores tardes, cuando las llamadas a la Policía estaban a la orden del día. No fue así ayer, todo se pareció más a lo que fue.

En cualquier caso, los más prudentes no se atreven a cantar victoria. «La gente está cogiendo confianza, pero hay que tener cuidado porque en el Reino Unido, por ejemplo, están volviendo los contagios por la variante india», explica Salinas, que se mueve en grises, entre la realidad vivida, el presente que se va cerrando, el futuro que le auguran. «Yo siempre he marcado el horizonte en septiembre, cuando debería estar el 70% de la población vacunada y empieza el mejor cuatrimestre para la hostelería en Zaragoza».

Lo es cada paso, en realidad. Dice Juan sentado en una banqueta del Carmelo mientras se empiezan a escuchar las primeras persianas chocando contra el suelo, que la desaparición del toque de queda «nos da más aire». «Antes todos teníamos prisa. Para ir al bar, para volver a casa, para coger una mesa, hasta para beber», dice riendo su novia mientras los grupos desfilan. Todo está cerrado, pero queda vida en la calle, gente en los bancos apurando la buena noche de Zaragoza. «No hay ni Policía», dicen Celia y Sara sentadas junto a los Mártires de la plaza España. «Sí la hay, pero se les ve menos», corrige Luxo, que así se escribe, con equis.

Con o sin Policía, aparcando quejas y desazón, la sensación que deja la primera noche de cierre a las 11 es que el asunto está encaminado, que el miedo se esfuma, que Pfizer y compañía son armas letales. Se huele el final, se abre la noche. ¿Adiós a la nueva normalidad? Adiós, adiós.