Rosa Marcuello Sancho es una mujer optimista a prueba de bombas. Tiene razones para serlo. La pasada semana cumplió 110 años con buena salud y rodeada del cariño de sus familiares y de las empleadas del centro de la tercera edad de Albalate del Arzobispo, la localidad del Bajo Martín donde nació en 1911.

El pasado 13 de mayo apagó las velas de la tarta que formaban el número 110 y, al tiempo que lo hacía, exclamó ante el asombro general: "¡Y ahora, a por los 111!".

"Rosa vive en la residencia desde los 101 años, pues tras la muerte de su marido con 102 años, no quiso ir a Zaragoza, donde reside su hija", explica Miguel del Río, que es sobrino de la que es, seguramente, "la primera o la segunda mujer más longeva de Aragón y la primera de Teruel". Sus tres nietos, que tienen entre 45 y 50 años, también viven fuera de Albalate y ella no ha querido marcharse con ellos tampoco.

Recuerdos de los años 20... del siglo XX

"Mi tía tiene recuerdos de los años 20 del pasado siglo y se le quedó marcada especialmente la dureza de la vida en la guerra civil y en la posguerra", señala Del Río, que subraya que en su familia son muy numerosas las personas que han rebasado los 90 años de edad. "De hecho, eran siete hermanos y todos han rebasado los 90", apunta.

Sus tres hermanos combatieron en la guerra y conocieron las cárceles y esa imagen se le quedó grabada, pues ella cuando estalló el conflicto tenía 25 años. "Cuando habla da unos saltos increíbles en el tiempo, tan pronto te dice cosas de su juventud en el pueblo como te comenta algo que hizo ayer", indica Del Río.

Hasta la propagación del coronavirus, "su estado de salud era muy bueno". Pero el largo confinamiento ha hecho que ahora le resulte más difícil andar, si bien puede pasar sin problemas de la silla de ruedas al andador. Se entera de todo, oye y ve bien y es lectora cotidiana del EL PERIÓDICO DE ARAGÓN.

Rosa, rodeada de sus familiares, apodados los Taberneros, el día de su aniversario. MIGUEL DEL RÍO

Reconstruir las tradiciones

"Se nota que tiene ganas de vivir, no es un vegetal, y tiene también su genio, pues enseguida hace saber a los demás si hay algo que la molesta o no le gusta", afirma su sobrino.

No se pierde ninguna elección, ni las municipales, ni las generales, ni las europeas. "Ella sola prepara su voto, lo mete en el sobre y nos llama para que la llevemos al colegio electoral", continúa su pariente.

Su cabeza funciona bien y Miguel del Río, que es un estudioso de las costumbres y del folclore de esa parte de Teruel, a menudo le hace preguntas sobre cómo se celebraban las fiestas en sus años mozos. "Tiene una memoria prodigiosa y me da detalles que me permiten reconstruir viejas tradiciones que, de otro modo, se irían perdiendo irremediablemente con el paso de los años", agrega.

"Una vida humilde y sin lujos"

Rosa nació en una torre en las inmediaciones de Albalate del Arzobispo y se dedicó hasta su jubilación a sus tareas domésticas, al trabajo de la tierra y al cuidado de los animales que tenía su familia. "Eso es lo que nos responde cuando le preguntamos por qué se ha hecho tan mayor", asegura Del Río. "Vivió de una forma humilde, sin lujos", resume. "Fue una vez a Salou, ya con 80 años, y no le gustó porque hacía calor", dice.

"Dice a menudo que, tras la experiencia de la guerra civil, todo lo que ha pasado y visto después en su larga vida le ha parecido llevadero", añade el familiar de la centenaria. La escasez de lo más elemental, empezando por la comida, es algo que no olvidará nunca.

Es un puente con el pasado, opina el sobrino. Ha pasado de las casas sin baño y sin agua corriente y las calles sin farolas al Aragón del siglo XXI. Al cumplir 90 años se rompió la cadera y todos temieron por su salud, pero pronto superó aquel bache, si bien ahora el covid-19 y el largo encierro "ha mermado algo sus facultades". Pero ella es optimista por naturaleza y mira con ilusión a la segunda década tras el primer siglo largo de vida.