Los ciudadanos aragoneses empiezan a vislumbrar el adiós a las mascarillas o el avance de la vacunación ha conllevado una cierta «relajación» en los requisitos de protección que cada uno le exige a la que debe portar. Si al inicio de la pandemia se desbordaron los precios como consecuencia de la escasez de acopio y las dificultades para importar, principalmente de China, la realidad hoy es bien distinta, los usuarios empiezan a usarlas «más tiempo del debido» y acuden a las farmacias a comprar las que sean más baratas. Así se explica que la antes codiciada FFP2 haya visto caer sus ventas «más de un 9%» mientras que las de las quirúrgicas las hayan «aumentado en torno a un 20%».

«Hemos pasado en solo un año de tener precios desorbitados, pocas unidades y controlar la distribución por la alta demanda de mascarillas, y cuanta más protección mejor, a vender las FFP2, ansiadas entonces y a más de dos euros la unidad, a tenerlas a 50 céntimos o menos», explicaron fuentes del sector de las farmacias. Ellos, los boticarios, son el auténtico termómetro de unos hábitos que ya perciben que están cambiando en los usuarios. Y que las tarifas que se están pagando ahora están «tocando un suelo» que «difícilmente irá a más» en el futuro más inmediato.

La normalidad de antes

La horquilla de precios sigue siendo amplia en función de dónde se adquieran las mascarillas, pero el margen se ha acortado bastante. Si hace un año llegó a multiplicar por once su coste habitual, con el estallido de la pandemia y el estado de alarma decretado por el Gobierno central, ahora las afamadas FPP2 valen «entre 0,50 y 1,50 euros» y las quirúrgicas empiezan a costar «entre 12 y 20 euros cada caja de 50 unidades». Empiezan a regularizar su situación en el mercado.

Su nueva normalidad es lo más parecido a la que había antes del covid-19, pero no es fruto de la casualidad. Por un lado influye, explican los profesionales de las farmacias, «que hay más fabricación nacional», que «no las hacen más baratas pero sí las tenemos más cerca». Eso se traduce en una menor necesidad de hacer acopio por si el mercado asiático se vuelve a torcer y, en el mostrador, menos gangas como las surgidas hace unos meses para captar rápidamente mucha clientela. Se estrechan las diferencias de precios entre ellas.

Otro factor clave está siendo la relajación de los ciudadanos. «Estamos notando también que la gente está pasando por alto el tiempo que deben llevarla para que sea efectiva o cada cuánto deben desecharlas», argumentan los farmacéuticos consultados por este diario, que aseguran que «ya no existe ese miedo que había». Una confianza «quizá excesiva», advierten, que se suma a un uso cada vez más generalizado de las mascarillas higiénicas.

Menos teletrabajo, más compras

Otro aspecto que está influyendo en las compras es el regreso a la presencialidad en muchas empresas y en departamentos de las Administraciones públicas. La mascarilla ya es una herramienta de trabajo más, obligatoria y, por tanto, a costear de forma regular con el salario. Y, en numerosos casos, al parecer está suponiendo un repunte de ventas en personas que llevan meses teletrabajando y ahora están obligados a regresar a la oficina. «En muchos casos con un miedo importante al contagio», advierten las farmacias consultadas por este diario. Son los que más compran y, quizá, los que buscan un modelo más caro.

También se ha observado, con la vacunación que muchas de las empresas que en su día se reconvirtieron para fabricar mascarillas a toda velocidad por la escasez ahora han dejado de hacerlo. «Han desaparecido casi todas», afirman, y en Aragón prácticamente solo queda un fabricante principal, la firma Grupo Arpa en La Muela, que tiene en el Salud a su cliente más importante. «Es difícil competir con China, destacan, en precios cuando en España la mano de obra es más cara, la calidad es mayor y os estándares que se exigen mucho más altos», subrayan.