La crisis del coronavirus ha ahondado las brechas sociales, económicas, laborales y digitales que ya afectaban a la población en una situación de vulnerabilidad. Así lo ha constatado la fundación Adunare de Zaragoza, que ayer celebró su 21 aniversario, presentó su nueva imagen corporativa e hizo balance de sus actuaciones en el año de la pandemia. «Este 2020 ha sido especialmente complejo, con personas con problemáticas y necesidades económicas que se van complicando día a día», señaló la directora de la fundación, María Jesús Ruiz, que remarcó que con el coronavirus se pusieron el reto de «no solo no parar, sino de avanzar».

La entidad, que aglutina a ocho organizaciones del tercer sector que trabajaban antes del año 2000 de forma independiente en distintos barrios de Zaragoza, mantuvo sus 188 puestos de trabajo y llegó el pasado ejercicio a 4.268 personas.

La atención multidisciplinar, que se centra en la formación desde la infancia hasta la población adulta, la inserción laboral y la asistencia psicosocial, deja cifras como los 892 niños participantes en las actividades para la infancia; 509 jóvenes asistentes a las iniciativas formativas o de intervención psicosocial; 653 adultos en la formación continuada; 2.134 personas en los diferentes programas de inserción laboral y 80 en el programa de salud mental.

La consejera de Ciudadanía y Derechos Sociales del Gobierno de Aragón, María Victoria Broto, y el concejal de Acción Social y Familia del Ayuntamiento de Zaragoza, Ángel Lorén, acompañaron ayer a la entidad y destacaron su «inmenso trabajo», más aún en un año como 2020. «¿Qué hacíamos antes de que estuviera la fundación Adunare?», se preguntó la consejera Broto, mostrando la importancia de una entidad «fundamental» para la «inserción de todas las personas y para que puedan desarrollar su modo de vida en esta ciudad». «Detrás de cada dato, hay un esfuerzo tremendo, y en Aragón y en Zaragoza tenemos la suerte de contar con un tercer sector muy potente», subrayó Lorén.

La presidenta de Adunare, Begoña Palomo, recordó que veinte años después --y 40 en el caso de algunos programas concretos-- el objetivo de la fundación es el mismo: «Conseguir el desarrollo de una ciudadanía activa y crítica, con igualdad de oportunidades y reconocimiento a las diferencias y la promoción de la integración».

Una de las brechas que ha profundizado el coronavirus, señaló Ruiz, es la digital. «No solo se trata de tener acceso a internet o un equipo informático, sino de que hay un sector de la población que no tiene esas competencias digitales», manifestó. Por ejemplo, en pleno confinamiento, una de sus acciones consistió en pagar facturas de teléfono y dar de alta líneas con internet a 52 unidades familiares. Solo un ejemplo más de la actividad de Adunare.

La infravivienda, la soledad, la dificultad de acceso a una titulación reglada y al empleo son otros de los problemas que cada día intenta frenar la entidad. Para el futuro, su compromiso se centra en «invertir en la infancia, fomentar el empleo protegido para las personas con discapacidad e incidir en la formación a lo largo de todas las etapas de la vida», para romper la «herencia» de la pobreza. 

El 11% de los jóvenes en las actividades de Adunare logró un empleo

De los 509 jóvenes que participaron en los programas de la fundación, el 78% recibió una certificación oficial; el 68% consiguió la inserción educativa y el 11% encontró un empleo. «Es una cifra muy relevante sabiendo la elevada tasa de paro juvenil que hay», destacó la directora de Adunare, María Jesús Ruiz.

 Los programas de infancia tuvieron 892 participantes. La fundación ha hecho un seguimiento estrecho a 190 familias con 280 menores en una situación de especial dificultad. El programa de Salud mental ha tenido 80 participantes.