La familia de Abdessamad, el niño marroquí de 13 años que murió ahogado el pasado sábado, vive en la zona de las casas baratas de Gallur, no muy lejos del canal Imperial, un curso de agua que atraviesa la localidad de oeste a este y que ha sido escenario de numerosos accidentes.

«Salió de casa y ya no volvió», afirma Saíd, padre del pequeño a la puerta de su domicilio, adonde numerosos vecinos, amigos y compañeros de trabajo se han acercado a darle el pésame esta tarde de lunes. Trabaja en una planta deshidratadora de alfalfa y procede de una ciudad a un centenar de kilómetros de Marrakech.

«Era la primera vez que iba al canal», explica el progenitor, que conserva la entereza pese al duro golpe sufrido. «El sábado, cerca de la medianoche, extrañados de que no volviera a casa salimos a buscarlo y estuvimos hasta la una de la madrugada», continúa.

«Al día siguiente, a las cinco de la mañana, volvimos a salir en su búsqueda y, como no lo encontrábamos, llamamos a la Guardia Civil, que vino con sus vehículos», relata el padre de Abdessamad, del que todo el mundo destaca que se le daba bien el fútbol y que era un buen alumno del colegio de Gallur.

Al parecer, el adolescente se lanzó al agua del canal el sábado por la tarde, pues hacía mucho calor, y la corriente, que baja deprisa, lo arrastró. «No pudo salir y lo encontraron 300 metros más abajo», explica un vecino de la población, de 3.000 habitantes. «Hay que tener mucha idea para nadar en el canal», añade.

Pero Abdessamad nadaba mal o regular, solo tenía la experiencia que había adquirido en la piscina de Tauste, donde había vivido anteriormente, según manifiesta Saíd, que busca en su fe musulmana el consuelo para superar la dura pérdida.

«Nuestra religión dice que todos tenemos nuestro destino escrito ya desde antes de nacer», afirma sin que se le quiebre la voz, arropado por el cariño de los que conocen a su familia, tanto españoles como magrebís.

Rozaduras en las manos

El cuerpo del infortunado muchacho, que será repatriado a Marruecos desde Barcelona una vez embalsamado, fue descubierto cerca de las dos de la tarde del domingo. «Tenía marcas en las manos, rozaduras, como si hubiera intentado salir por el lateral de hormigón, que está muy inclinado y no permite el agarre», comenta una persona que no desea facilitar su identidad. «Además, hay verdín, un alga muy resbaladiza que se adhiere al cemento», agrega.

"Es posible", piensa Javier, un joven que hace deporte junto al cauce, cerca del lugar del suceso, "que el chaval bajara por una de las escaleras metálicas que jalonan el canal cada 200 o 250 metros y se viera traicionado por la fuerte corriente"

«El agua te cubre y, aunque te pongas de pie y toques el fondo, tampoco sirve de mucho, pues está cubierto de barro y con muchas piedras y cosas que impiden moverte con facilidad», manifiesta este residente, que se enteró en un grupo de WhatsApp de que «estaban buscando al pobre de Abdessamad».

No se sabe a ciencia cierta si este, cuando ocurrió el accidente, iba solo o estaba con otros chicos de su edad, un dato que es objeto de la investigación que lleva a cabo la Policía Judicial de la Guardia Civil. De hecho, buzos de este cuerpo extrajeron el cadáver del muchacho, que se había quedado retenido en una especie de compuerta.

Testigo que vio el lugar donde se hallaba la ropa y el calzado de la víctima. ÁNGEL DE CASTRO

Los vecinos están tristes

Todo el mundo en Gallur sabe que el baño está prohibido en el canal, «pero para las fiestas no faltan los que saltan desde una pasarela, aunque, claro, son mayores que Abdessamad y tienen más experiencia», señala Javier.

"Yo conocía al chaval, era algo movido, como cualquier chico de su edad", dice Alberto, que ha visto a Abdessamad en su faceta de futbolista de un equipo local. "Era de esos que trepan a los árboles y se encaraman a las tapias», añade.

«La verdad es que era un crío muy majo, muy querido por todos, y el propio Club Deportivo de Gallur ha emitido un comunicado en el que lamenta su fallecimiento», informa este vecino.

Gallur cuenta con una colonia musulmana que está muy integrada en la vida local desde hace años. Muchos de sus miembros viven de la venta ambulante. Y ayer todos ellos, al igual que el resto de galluranos, estaban tristes por la desgracia ocurrida en el seno de su pequeña comunidad.