Casi un año y medio después se acaba la obligatoriedad de llevar la mascarilla. La sociedad tiene que afrontar una situación que desconoce desde el año pasado, ya que el tapabocas ha acompañado el día a día de todos. El temor en la calle existe y muchos de los aragoneses no se fían, por lo que llevarán todavía puesto este complemento. Es este, quizás, el paso más relevante en ese proceso hacia la nueva normalidad. Sin embargo, los trabajadores que comparten la calle con los viandantes no muestran preocupación. Para ellos, tan solo serán unos días más en su vida laboral.

Unos albañiles en la calle Manifestación de la capital aragonesa aseguraron no estar alertados porque trabajan delimitando sus zonas con vallas y la gente no se acerca. Marlon Mendoza, camarero de la heladería zaragozana Dino, expresó que para él no cambiará nada. «Estoy acostumbrado, la gente que hace lo que le da la gana, le dices que se la ponga y se enfada y se va. Para mi es lo mismo, da igual el día en que se quite la mascarilla», afirmó.

O también Pedro Faña, encargado de la Lobera de Martín, quien apuntó que seguirán trabajando «igual» y sus clientes ya están acostumbrados «a que tienen que hacer caso a la normativa». Si bien, reconoció que existen ciertas dudas. «Sí que existe ese riesgo al contagio porque hay mucha incertidumbre, habrá gente que la llevará y otra no, pero es un problema añadido», apostilló.

Los carteros también seguirán llevando la mascarilla por decisión de su empresa, según Bartolomé, aunque él expresó su deseo de que «las quiten del todo». «No tengo ninguna preocupación. Por la calle no tengo miedo, pero otra cosa son las aglomeraciones», enfatizó. O Alfredo, barrendero de Zaragoza que tomó una postura bien distinta. «Personalmente la voy a seguir llevando todo el tiempo que pueda, pero a partir de mañana esto va a ser una torre de babel y cada uno hará lo que quiera». Si bien a ellos las personas no se les acercan. «La gente a los barrenderos parece que les tienen alergia, parece que vayamos sucios entonces la propia gente se te aleja», asimiló entre risas.

Alfredo, del servicio de Limpieza de Zaragoza, atiende a este diario ANDREEA VORNICU

Ahora, es cuestión de responsabilidad y de protegerse. Los trabajadores, aquellos que comparten más horas con los ciudadanos, lo tienen claro. Asumen el riesgo pero no les genera preocupación porque han convivido ya con esa realidad, aunque desconocen cómo será la respuesta de la gente, y si las dudas sobre cuándo se deberá llevar y cuándo no se resuelven.

Relajación de medidas

España entra mañana en ese club selecto de países que relaja las medidas respecto a este complemento. La reforma del artículo 6 de la ley de medidas urgentes de prevención, contención y coordinación para hacer frente a la pandemia del pasado mes de marzo hace que sea necesario revisar en qué situaciones es obligatorio el tapabocas en cuáles no. Como norma general, la mascarilla no será obligatoria al aire libre o espacios abiertos siempre y cuando se mantenga una distancia de 1,5 metros (a menos que se vaya con convivientes, con los que no es necesario respetar esa distancia).

En cualquier caso, las diferentes casuísticas las tiene que definir la Comisión de Salud Pública, según se vayan presentando. Por ello, habrá que llevar una mascarilla siempre consigo para utilizar en los casos de no poder cumplir con los requisitos.

Por otro lado, el uso obligatorio se exige en los espacios públicos cerrados, en el transporte urbano, en eventos multitudinarios cuando no se pueda mantener la distancia y en los estadios de fútbol o pabellones en los que se produzca la misma situación, es decir, la imposibilidad de mantener los 1,5 metros de separación.

Los psicólogos alertan: «Hay quien tiene vértigo a desnudar su cara»

Después de un año con la mascarilla puesta «vamos a vivir emociones contrapuestas, una mayoritaria de satisfacción» pero no debemos olvidar que hay quien «lo sigue pasando mal y tiene vértigo a desnudar su cara». Es lo que se ha venido a llamar síndrome de la cara vacía, un término que profesionalmente «no existe», asegura el psicólogo José Mendi, porque no es un «trastorno oficialmente reconocido». Hace referencia a personas que «tienen inseguridades, fobias y ansiedad» al quitarse la mascarilla, porque «se han sentido protegidos en lo físico pero también en lo psicológico» y hoy, tras la posibilidad de no llevar el tapabocas en espacios abiertos se sienten «desprotegidos ante un posible contagio»

«Hay que combatir ese miedo», dice Mendi, que explica que será un proceso como el de «la descomprensión de los buceadores»; ya que habrá gente que «desescalará más despacio». El consejo que da el psicólogo es el de «comprensión» hacia esas personas y «respetarlas». Y a los afectados, quitarse la mascarilla «poco a poco», primero en espacios muy abiertos, y poco a poco en «espacios ciudadanos». Es necesario que exista «seguridad» y decir que «no pasa nada por llevarla, no hay prisa ni urgencia», dice.

Otras personas pueden sentir «ansiedad psicológica» por esa protección social que permite el tapabocas ante «dificultades en habilidades sociales» y el consejo es el mismo, «acostumbrarse a mostrarse de nuevo».