El sector turístico aragonés atisba ya la salida de la crisis derivada del coronavirus. De hecho, los profesionales de la restauración y los alojamientos esperan que el verano que ahora se inicia marque el inicio de la recuperación tras 15 meses de repliegue que han supuesto un fuerte retroceso de los ingresos en bares, restaurantes y hoteles de la comunidad.

Las zonas montañosas de las provincias de Teruel y Huesca empiezan con ventaja en la senda de la mejora de la ocupación, pero Zaragoza ciudad también se mueve, como lo muestra el hecho de que el turismo nacional ha regresado a la plaza del Pilar.

Sin embargo, salvo destinos concretos, los hoteleros consideran que esta campaña no se alcanzarán los niveles de ocupación y gasto del año 2019, antes de que llegara la crisis desatada por la pandemia. «Ya se nota movimiento, pero será complicado llegar al nivel que había antes de la recesión provocada por el covid-19», afirma Felipe Díaz Cano, de la asociación de empresarios turísticos de Sos del Rey Católico, en las altas Cinco Villas.

Visitantes en las calles de Sos, el pasado fin de semana. FELIPE DÍAZ CANO

«Junio no ha sido tan bueno como se esperaba, pero hay que esperar que con los bonos del Gobierno de Aragón y conforme avance la temporada el sector pueda recuperar parte de la pujanza anterior», explica. «No hay la alegría de otros años», ha notado Díaz Cano, que atribuye la atonía al hecho de que muchas familias han perdido ingresos por la reducción de la actividad económica.

Benasque destaca

 En cambio, en el valle de Benasque existen «muy buenas» expectativas para el turismo, según José María Ciria, responsable de la asociación de empresarios turísticos de esa zona del Pirineo. «Habrá momentos en los que se alcanzará el cien por cien de ocupación», asegura.

El valle de Benasque espera atraer a la clientela habitual, procedente de las comunidades del norte de España, «y conquistar nuevos usuarios». Para ello cuenta con su gran potencial como lugar sanitariamente seguro en la parte más elevada de la cordillera. Una circunstancia que también se da en el valle de Tena y que hará que se den ocupaciones aceptables, si bien todo dependerá mucho del tiempo que haga y de las reservas de última hora, señala Sandra Lecina, de la asociación turística de esa parte de Huesca.

Es una situación similar se encuentra el turismo rural. Así lo considera Jesús Marco, que está al frente de Faratur, la entidad que agrupa a las viviendas que ofrecen este tipo de alojamiento en el medio natural. «Las perspectivas son muy buenas porque ofrecemos lo contrario de la masificación», subraya. Con todo, advierte, el sector todavía no se ha recuperado del coronavirus. Debido a las exigencias sanitarias un 30% de la oferta «no ha podido abrir». Dotarse de las necesarias instalaciones de protección frente a la pandemia lleva tiempo y dinero, explica.

Visitantes en la plaza del Ayuntamiento, en Albarracín, uno de los grandes destinos de Aragón. ROCHE MURCIANO

Teruel es optimista

En el sur de la comunidad hay «optimismo», indica Roche Murciano, responsable de hostelería en Teruel Empresarios Turísticos. «Creemos que el verano va a ser muy bueno, pero no tanto como los del 2018 y 2019», precisa. Y ello, apunta, porque Teruel «confía en que este año el turismo nacional se va a quedar dentro de las fronteras». Un dato que favorece a la provincia porque el 90% de sus visitantes es de otras comunidades. «Nosotros ofrecemos desde una naturaleza intacta y nada masificada hasta una gastronomía excelente», recalca. Ahora bien, en su opinión, los niveles de ocupación anteriores a la crisis no se alcanzarán hasta el verano del 2023, pues la economía no remontará de golpe.

Los visitantes vuelven al Pilar

 En Zaragoza, más allá de la hostelería y los alojamientos, hay otro sector que está ya despertándose del largo letargo en el que llevaba más de 15 meses inmerso. Es el caso de las tiendas de recuerdos que proliferan en torno a la plaza del Pilar y que llevan semanas viendo cómo el número de visitantes crece.

«Parece que vamos a salir de esta. Estamos en el mejor momento del último año y medio. Si no pasa nada raro, que ya sería el remate, podremos decir que hemos superado esta situación», explica Angelines Rincón, de la confitería Casa Rincón, en la calle Don Jaime I.

En su pequeño local, Rincón vende frutas de Aragón y adoquines, sobre todo. «Llevo 50 años aquí y este último año me he planteado cerrar muchas veces. Hemos tenido pérdidas sin conocimiento. Ahora, poco a poco va mejorando la cosa. Sobre todo si lo comparas con el año pasado, que no vendimos nada», explica.

En El Maño, a pocos metros, su dueño, Antonio, también ha notado una mejoría «desde el 15 de mayo». «Está más concurrido, pero es un milagro que sigamos abiertos. Yo estoy vendiendo ahora el género (camisetas, tazas, miniaturas de la virgen) que compré para la Semana Santa de hace dos año», afirma el vendedor, que ha tenido que prescindir de sus trabajadores para conseguir que el negocio sea rentable.

No obstante, la otra tienda que regenta, llamada Juancho, también en Don Jaime I, sigue cerrada porque no le salen las cuentas. «Se ha gestionado todo esto muy mal», critica.

La falta de idiomas lastra al turismo rural

 Solo algo más del 7% de los usuarios que frecuentan las viviendas de turismo rural de Aragón son extranjeros. Una causa muy importante, contra la que es difícil luchar, es que los europeos de distintos países que atraviesan la comunidad van derechos a las playas mediterráneas. Pero existe un segundo motivo al que se puede hacer frente: la falta de un conocimiento suficiente de idiomas como el inglés y el francés, según afirma Jesús Marco, de Faratur, que agrupa la oferta de viviendas rurales en Aragón.

«Cuando llaman para hacer reservas por teléfono te das cuenta de que hay problemas para entenderse y es indudable que se pierden oportunidades», asegura. Este problema preocupa a su sector, que está estudiando la posibilidad de contratar un servicio externo que facilite el contacto con los clientes extranjeros, no solo europeos, sino de Norteamérica y otros continentes. «Recibir cursillos sería otra forma, pero llevaría más tiempo lograr un buen nivel», afirma.

Atracciones de altura

 Mantener la clientela y ampliarla es cada vez más complicado para Aragón y el resto de comunidades españolas debido a la fuerte competencia que existe en el sector turístico. Sin embargo, los profesionales no cesan de idear fórmulas para no quedarse atrás. En esta línea, este verano entrarán en pleno funcionamiento dos instalaciones recientes: las pasarelas que salvan el río Caldarés, en Panticosa, y la tirolina de Fiscal, de dos kilómetros de longitud, donde el pasado jueves se batió el récord mundial de velocidad, con un registro de 186,5 kilómetros por hora.

En cuanto a las pasarelas, permitirán que un público de todas las edades tenga una experiencia única para conocer la montaña. Se adentran en un estrecho desfiladero, recorren 800 metros sujetas a impresionantes paredes de piedra y salvan un desnivel de 160 metros que permite acceder a un mirador desde el que se obtiene una gratificante vista del entorno de la localidad de Panticosa, las montañas que la circundan y el valle de Tena.