La actividad agrícola y ganadera han experimentado un importante incremento en los últimos años y con ello se ha impulsado la proliferación de granjas, cooperativas y empresas del sector. No obstante, son arma de doble filo. Crean empleo y potencian el medio rural, pero la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) alerta de que en el último cuatrienio (2016-2019) se ha duplicado el número de masas de agua contaminadas o afectadas por el NO3, nitrato generado a raíz de esta actividad económica y los residuos que se generan como los purines.

El último informe de determinación de las aguas afectadas o en riesgo de contaminación por nitratos de origen agrario, publicado por la institución, revela que se han detectado 96 masas de agua afectadas o en riesgo en la cuenca del Ebro. De estas masas, 61 son subterráneas y 35 superficiales. Cifra que se ha duplicado, pasando de las 47 afectadas en el anterior cuatrienio (2012-2015) a las 96 identificadas actualmente.

«Estamos observando que cada vez se ponen más granjas y los purines y estiércoles se aplican en los campos, en algunos sitios ya no quedan hectáreas y somos un poco pesimistas en cuanto a que este problema empiece a estabilizarse. Las comunidades tienen mucho por hacer», señala el comisario de aguas adjunto de la CHE, Javier San Román. En este contexto, el río Huerva, sobre todo en la comarca de Campo Romanos, ha sido uno de los que más ha sufrido el empeoramiento real de la calidad de sus aguas por el impacto de la actividad agrícola, según el informe de la CHE.

El control de las aguas se rige por la Directiva europea 91/676/CEE de 1991. En ella se establece como valor fijo 50 miligramos por litro de nitrato para que el agua esté contaminada. No obstante, los criterios españoles se han endurecido algo desde que la Unión Europea abriese dos expedientes sancionadores a España en 2002 y 2018. Desde entonces, si la cantidad de NO3 excede los 40 mg/l ya se considera que el agua está en riesgo, añade San Román. Este informe, incluido en el Plan Hidrológico del Ebro para 2027 presentado la semana pasada, establece la necesidad de determinar estas aguas afectadas, y obliga a las comunidades competentes en materia de Agricultura, para establecer programas de actuación con el objeto de reducir este tipo de contaminación.

En Aragón hay hasta ocho masas de agua superficial afectadas y otras siete en riesgo. Las zonas contaminadas, informa la CHE, son el río Arba de Luesia desde el río Arba de Biel (final del tramo canalizado) hasta el río Arba de Riguel; el Barranco de la Violada desde su nacimiento hasta su desembocadura en el río Gállego; el Barranco de la Valcuerna desde su nacimiento hasta su entrada en el embalse de Mequinenza en Fraga; el río Alcanadre desde el río Flumen hasta su desembocadura en el río Cinca, en Ontiñena; la Clamor Amarga desde su nacimiento hasta su desembocadura en el río Cinca en Zaidín; el río Tastavins desde el río Monroyo hasta su desembocadura en el río Matarraña, en Valderrobres; el río Huerva desde su nacimiento hasta el embalse de Las Torcas y el río Regallo desde su nacimiento hasta el cruce del canal de Valmuel. Todos ellos, han superado los 40 y los 50 mg/l, llegando incluso hasta los 127 mg/l en 2016 en el caso del Barranco de la Valcuerna.