16 meses de pandemia después, ¿cómo están los ánimos entre los profesionales de la Sanidad?

La sensación es de cansancio extremo. Hay sectores en los cuales no ha habido ni un minuto de reposo. Suele haber un mes en el que parece que se ralentizan las cosas y que vemos visos de no normalidad, pero sí de algo que se le parece; y entonces vuelve a venir otro empujón que vuelve a colapsar el sistema sanitario. Está siendo tremendo.

¿Cuáles son las características de esta nueva ola? ¿No hay ahora menos presión hospitalaria?

Que no haya estrés en los servicios hospitalarios no quiere decir que algunos sectores no estén asumiendo una carga asistencial muy superior a la que pueden realizar. Es el caso de los centros de salud. Están absolutamente colapsados. Y pasa lo mismo con los sistemas de diagnóstico, que no pueden asumir el número de pruebas que se están realizando. O con los servicios de rastreo. No damos abasto. Esta ola está afectando a un sector de población que no está vacunado pero en el que es mucho más difícil de realizar rastreos y controlar los contactos.

¿Faltan recursos en la Atención Primaria?

Totalmente y de todo tipo, pero fundamentalmente recursos humanos. La Atención Primaria ya sufría antes de la pandemia, partíamos de una situación mala, con centros de salud con muchos pacientes y muchas jubilaciones sin reposición. Y si a eso añades una pandemia…

¿Han temido que este año también reorganizaran las vacaciones al personal para hacer frente al aumento de carga asistencial?

Determinados sectores sí que temen que se pueda producir una circunstancia de este tipo sobre todo por la gran cantidad de gente a la que hay que hacer seguimiento. Que una persona sea asintomática no quiere decir que no pueda empeorar. Y alguien que esté leve también puede llegar a estar grave. Siempre hay que estar pendientes. Y eso es mucho trabajo porque hay que seguir a todos muy de cerca y eso satura las consultas. Pero las vacaciones había que darlas porque el personal necesita descansar. Algunos profesionales llevan más de un año con 70 consultas todos los días, aunque algunas sean telefónicas.

¿Qué opina del cierre de las urgencias por la tarde en algunos centros de salud de Zaragoza?

La solución nos parece lógica pero no el planteamiento que se ha hecho a los ciudadanos. El nivel de utilización de estos servicios por la tarde en verano es bajo, porque no hay tantas urgencias, y encima no hay tanto personal porque hay que dar vacaciones. Hay que explicarle a la gente que aunque no vaya a ser tan cómodo como acudir al centro de salud que tiene asignado para las urgencias hasta las 9 de la noche, va a tener la disponibilidad de acudir a otro centro en ese mismo sector. Hay que decir que esto se hace porque no hay profesionales, pero hay que explicarlo. Si a la población se le explica lo entiende.

Sexta ola un año después de la segunda. ¿Era esperable este nuevo repunte en verano?

En el momento en el que se flexibilizan las medidas nosotros sabemos que va a haber repunte, aunque no esperábamos esta eclosión tan grande entre los jóvenes. El problema es que se asuma que cuando se flexibilizan las medidas eso signifique que ya no haya que tomar precauciones. Y entre los jóvenes las relaciones sociales son más complejas de controlar porque se ven y comparten espacio con mucha gente que ni siquiera conocen.

¿Hay peligro de que los jóvenes acaben llenando las ucis?

Un pequeño porcentaje acabará en la uci. Riesgo hay, aunque sea muy pequeño. Por ahora son casos puntuales pero los ingresos hospitalarios están subiendo. El problema es que pueden contagiar a gente que no ha querido vacunarse o a gente que no ha sido vacunada aún, como las personas entre 60 y 70 años que solo tienen una dosis de AstraZeneca. Este sector ahora es vulnerable y no está protegido. Y además, la vacuna no protege de manera absoluta y en algunas personas, pocas, la vacuna no ha sido eficaz. Es una lotería.

Entre los profesionales sanitarios el porcentaje de vacunados es muy alto, pero no todos han querido...

Existen, sí. Hay gente que dice que se vacunen los demás para que sean otros los que asuman el riesgo por la vacuna pero así me protejan a mí, porque la circulación del virus disminuirá. Esa es una manera de pensar muy pobre y, además, el peligro que estás corriendo es muy alto.

Ante la situación actual, ¿qué opinan ustedes de las reivindicaciones de los hosteleros?

En parte tienen su razón. Si evaluáramos cuántas personas se han contagiado tomándose una copa en un bar pues probablemente determinaríamos que ese número es muy bajo. Los hosteleros están preocupados porque se juegan su pan y no pueden aguantar más. Y cerrar la hostelería tampoco acaba con los botellones. Creo que el ocio controlado, con aforos, es menos perjudicial que la barra libre en la calle.

En otras comunidades están ya implantando o pidiendo el toque de queda…

Probablemente el toque de queda fuera una medida más eficaz. Y me dirás que entonces los jóvenes se reunirán y harán fiestas en domicilios. Seguramente sí, pero habría ocho o diez personas juntas, no 200 pululando de aquí para allá. Esto se controla con responsabilidad.

¿Qué otras medidas, más allá de las restricciones, se pueden tomar ahora?

Informar a la población. Contarles a los padres que sus hijos, aunque sea en un bajo porcentaje, pueden tener un cuadro grave por covid.

Estos días se van a estrenar los nuevos MIR. ¿A qué retos se enfrentan los médicos del futuro?

La formación. El sistema sanitario está estresado y se emplean muchos efectivos para el tratamiento de la covid. Y toda esta situación puede repercutir en la formación del MIR que está en el hospital, que va a acabar la residencia siendo un súper experto en covid pero a lo mejor va a tener otras lagunas en lo que se refiere a su formación.