No tenía patologías previas y se habían protegido muchísimo porque sus padres son mayores, sin embargo acabó ingresada en mayo de este año por coronavirus. Bea Valdearcos (44 años) no llegó a la uci pero sí a la ucri (unidad de cuidados respiratorios intermedios). Diez días después recibió el alta, pero todavía no está recuperada. Desde el inicio de la pandemia, nada de hostelería ni de lugares ni reuniones familiares (la única, el entierro de su progenitor), por eso el positivo fue un «shock», El covid-19 entró en casa en mayo, aunque no saben dónde se produjo el contagio. El primero fue su hijo de 9 años, al que tuvo que ir a buscar al colegio porque le dolía la tripa. Le hicieron la prueba y dio positivo, por lo que se activó el protocolo, que es «como entrar en guerra», asegura. Todos en casa (son cuatro, Bea, su marido y sus dos hijos), confinados «entre nosotros» y con el positivo. Tres días después ella cayó también y cuando estaba en el hospital, su hija, de 9 años.

Su pequeño se recuperó pronto pero para ella fueron «10 días en caída libre». Dos días después de dar positivo fue al hospital Clínico para hacerle una placa porque tenía mucha fiebre pero «dio limpia». Solo 48 horas después tuvieron que llamar al 061 porque «me ahogaba» y casi ya «no podía caminar». Ahora, dos meses después, una de las secuelas que le ha quedado es afección neurológica al caminar. Le cuesta.

El diagnóstico del hospital Miguel Servet fue de neumonía bilateral. Siguió empeorando pese a estar conectada al oxígeno, por lo que fue derivada a la ucri, paso previo a la uci, y allí con oxígeno de alto flujo (en su caso hidratado porque pasaba por una bolsa de agua), antivirales, plasma hiperinmune y cortisona la neumonía comenzó a remitir. En esos días «no pensaba en mí sino en que mi marido y mis hijos se quedaban solos», recuerda emocionada. Tenía «mucho miedo porque estaban haciendo todo lo posible por salvarme la vida pero no había ningún indicador positivo».

Bea, en esos momentos, intentaba arrancarle algo positivo a los médicos, pero ellos solo decían que la «estadística estaba a mi favor», recuerda, para hacer hincapié en que no «disponen de medios infinitos» para todos los enfermos.

Levantar el vuelo

Habían pasado cinco días desde el ingreso y diez desde el positivo cuando comenzó a remontar. Ella tuvo suerte porque pese al «susto», la evolución fue rápida y el oxígeno de alto flujo, «disponible para ella porque había poca gente» ingresada, surtieron efecto. Estuvo diez días hospitalizada, con una primera recuperación rápida, porque a las 72 horas comenzó a respirar autónomamente y ya el 24 de mayo volvió a casa.

La segunda parte de la recuperación tampoco ha sido fácil. Primero fue una infección bucal (tenía las defensas por los suelos) que le provocaba dolores que no se paliaban ni con antibióticos, la afección neurológica le impedía casi caminar, las piernas no le respondían, una situación «normal» en mujeres jóvenes ingresadas por coronavirus y cefaleas frecuentes que no se pasan con medicación. Y va sumando: la semana pasada ciática, se le cae el pelo y aunque camina mejor ha desarrollado fatiga, agravada por el calor zaragozano. «Así sigo dos meses después de salir del hospital», afirma. Tanto ella como su médica («el seguimiento desde Atención Primaria ha sido exquisito», señala) se van poniendo pequeñas metas pero la mayor incentidumbre es «no saber cuándo me recuperaré».

Su marido, el pilar

En todo este tiempo su marido se ha mantenido negativo. «El lo ha mantenido todo en pie» a pesar de su hospitalización y del aislamiento de sus dos hijos. Ha sido «muy complicado» y agradece el vivir en una casa con terraza y tres dormitorios, por lo que el «confinamiento lo llevamos bien» porque con otras dimensiones hubiera sido más complicado.

Ella reconoce que el «poscovid es lo peor» una vez que has superado el ingreso, claro, porque «te trastoca todo» ya que de ser una mujer joven, trabajadora, independiente ha pasado a ser «dependiente» . No puede conducir, ni coger peso ni casi caminar, y eso puede pasar «con 40, con 30 o con 20 años», afirma. Por eso, ante el aumento de casos y las imágenes de aglomeraciones, pide a la gente que «se proteja» y se vacunen porque esto «aún no ha acabado». Es, como «la lotería», no sabes cómo te va a afectar.