España es uno de los países europeos con más jóvenes, en su mayoría hombres, entre los 18 y los 25 años que fuman pipas de agua, según un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Conocidas también como cachimbas, sishas o narghile, se trata de un sector ligado sobre todo al ocio nocturno que ha vivido su particular ‘boom’ en los últimos años. Zaragoza no es ajena a esta tendencia y cada vez son más los bares y discotecas que cuentan con cachimbas.

Monkey Shishas Zaragoza, en la calle San Vicente Mártir, es la primera tienda de la capital aragonesa exclusiva de cachimbas. Da servicio tanto a clientes particulares como profesionales y cumplirá dos años abierta en septiembre. Antes de la llegada de estos establecimientos dedicados era habitual comprar cachimbas en los estancos. En estos locales no se puede vender nada que contenga nicotina, tan solo las piedras y la melaza de diferentes sabores, ya que el tabaco sigue siendo materia exclusiva de los estancos. 

«La mayoría de los jóvenes fuman cachimba», asegura Jorge Gascón Velasco, su propietario, que ha notado una mayor afluencia de público en los últimos meses. También después de la pandemia pero con nuevos hábitos de consumo más relacionados con el ámbito individual. «Como en los bares no se puede fumar ni juntarnos, la gente está comprando cachimbas particulares», apunta. 

Aquí reside una cuestión importante para este tipo de ocio, que se daba, hasta antes de la pandemia, en grupo, con varias personas fumando de la misma boquilla. Tenía lugar tanto en terrazas como en locales cerrados. Algo que hoy resulta impensable dada la situación sanitaria y que no permiten las leyes en Aragón, ni siquiera en espacios abiertos. 

Jorge Gascón entiende la situación pero lamenta que no ocurra lo mismo en otras zonas mucho más masificadas que la comunidad aragonesa y con una gran afluencia de turistas, pero que cuentan con regulaciones más laxas. 

«En Barcelona, Valencia o Madrid están fumando cachimbas sin medidas de seguridad. También en los sitios de playa. Aquí, con cachimbas individuales, ni manteniendo los dos metros de distancia», recalca. 

La facturación, en juego

Cada vez son más quienes no entienden ir a un bar sin fumar cachimba y esto repercute en los ingresos de los establecimientos. Israel Merino, propietario del Club Taboo, en la calle San Vicente Mártir, a pocos metros de la tienda Monkey Shisas, cifra entre un 25 y un 30 el porcentaje de su facturación proveniente de las cachimbas. «En teoría no se puede ni en la calle ni en espacios cerrados, nadie sabe qué hacer», asegura Israel.

Para Silvia, propietaria de Anubis en Puerto Venecia, otro local que ofrece este tipo de ocio, el porcentaje respecto a sus ingresos totales es todavía más grande. «Teníamos un 40 o 50 por ciento de facturación por las cachimbas», declara. 

Ambos coinciden en que existen vacíos legales en la norma del Boletín Oficial de Aragón. «Si la cachimba no tiene nicotina, no debería haber problemas», matiza Silvia. No obstante, prefieren no arriesgarse a sanciones y multas, incluso con una larga lista de espera de clientes. «Me preguntan 15 o 20 personas cada semana», añade. Comparte este miedo con Israel Merino, que pide a las autoridades ser más claras. «En Zaragoza, por el miedo a las multas, nadie se atreve a sacarlas», protesta. 

A largo plazo, la vuelta a la normalidad en materia sanitaria parece la solución definitiva a los problemas del sector. Mientras tanto, la «ambigüedad» en las normas que regulan este tipo de ocio, que no había tenido impedimentos en sus años de crecimiento, promete seguir trayendo cola para tiendas, bares y discotecas en Zaragoza.