Hace ahora dos meses que el parque José Antonio Labordeta acogió el festival Zaragoza Florece, un evento que el equipo de Gobierno de PP y Cs preparó a conciencia y en el que esta zona verde, la más emblemática de la ciudad, lució deslumbrante. El césped estaba verde y recién sembrado, las flores brillaban y no había basura en ningún lado. Pero, ¿qué queda ahora de toda aquella exuberancia?

Baldosas rotas y levantadas en una de las entradas laterales del parque. | ÁNGEL DE CASTRO

El conocido desde siempre como Parque Grande tiene 27 hectáreas, por lo que resulta complicado tener todo siempre a punto. Lo cierto es que el paseo central, el de San Sebastián, sigue resplandeciente: los rosales están comenzando a crecer y el agua mana limpia de las fuentes. Pero a nada que te alejas un poco del eje principal comienzan a aparecer los desperfectos.

Muchos quioscos y casetas están en desuso y con un aspecto muy desmejorado. | ÁNGEL DE CASTRO

Una de las personas que mejor conoce el parque es Jesús, que regenta desde hace 50 años uno de los puestos en los que se alquilan bicicletas y cuadriciclos. «Baños públicos. Faltan baños. No hay en todo el parque y los que había están cerrados y abandonados. Y eso la gente que viene de fuera lo nota porque muchas veces están paseando y nos vienen a preguntar», explica.

Pide que se instalen «dos o tres» por el inmenso parque, pero, eso sí, que no dependan de una concesión, que sean públicos, «porque sino cuando se van cierran los baños y ya no sirve para nada». «Antes había unos en los que una trabajadora municipal te daba el rollo de papel», ríe.

«La zona del jardín botánico también está poco vigilada. El otro día entró un perro y mató a uno de los patos», lamenta. Lo cierto que en los alrededores de su puesto hay varias zonas que necesitarían algo de atención. En torno al quiosco más cercano, que tiene una gran terraza, hay una zona con bastantes baldosas levantadas y muchas hojas secas caídas de los pinos.

Ocurre lo mismo cerca del mítico quiosco Flandes y Fabiola, que está completamente abandonado. Muchos de sus cristales están rotos y presentan un aspecto muy dejado. En las aceras que lo rodean, de nuevo, las baldosas se retuercen y se abomban.

Estos aspectos puede que se mejoren cuando se adjudiquen los quioscos. El ayuntamiento, desde el área de Servicios Públicos, presupuestó este año una partida de 500.000 euros de la que ya se gastó dinero para reformar el paseo central, por el que antaño circulaban coches. Se plantaron los nuevos arbustos, composiciones florales nuevas y coloridas y las rosas. Ahora falta por acometer la renovación de las áreas de juego infantiles y la construcción de una pump track, una pista de obstáculos para bicis. Ambas se llevarán a cabo este año.

Más allá de estas reformas, quedan zonas del parque que «podrían mejorar», aunque la valoración que hacen los paseantes es muy satisfactoria. «Está bastante bien, más limpio que antes», dicen José Luis Pola y Tere Bandrés. «Mira, faltan fuentes de agua potable y que rebajen las aceras en algunos puntos para mejorar la accesibilidad. Porque cuando vas con carros y tal tienes que ir subiendo escalones», asegura él, mientras vigila a sus nietos jugando con los patos. «El agua, para los animales que hay, está bastante limpia hoy. Pero esto es difícil de tenerlo siempre bien. No es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia», dice Pola. Y eso los patos no lo deben entender.

Al lado, el jardín botánico luce un aspecto algo extraño. Un surco recorre la zona como si fuera un río seco y los puentes que hay hacen pensar en un idílico riachuelo junto al que pasear. Pero no hay agua.

Detrás de la escultura del Batallador también hay zonas con el césped muy seco y grandes calvas en el manto verde. El asfalto está agrietado y levantado por la fuerza que ejercen las raíces de los árboles. Así pues, el parque José Antonio Labordeta afronta un proceso de renovación que, casi por seguro, no cubrirá todas las necesidades de esta inmensa zona verde. Habrá que ver qué perdura y qué se arregla.