La quema de contenedores en Zaragoza se ha reducido a la mitad en tan solo un año, después de que en 2020 se produjera un aumento de hasta el 51%, pese a los meses de confinamiento y el toque de queda. El saldo a finales de año fue de 272 depósitos calcinados, la cifra más alta desde 2014, lo que hacía presagiar que esta 'moda' había vuelto a la capital aragonesa. Por estas fechas ya eran 181 los que habían ardido, mientras que este año han sido 88

Una de las explicaciones de este descenso podría deberse al aumento de la vigilancia policial o la detención de alguno de los pirómanos que más daños ha causado en la ciudad. Al conocido como pirómano del Arrabal la Policía Nacional llegó a imputarle en 2018 una docena de quema de contenedores solo en este barrio.

Este práctica está considerada como un acto delictivo que puede acabar con condenas de prisión, aunque raro es el caso en el que esto sucede. No obstante, cada vez son más los que acaban siendo identificados, lo que ha provocado un efecto disuasorio.

En lo que va de año, y según los datos facilitados por la contrata que gestiona la recogida de residuos, FCC, se han quemado 88 depósitos, de los que 14 eran de vidrio, 17 de plástico, 32 de residuos urbanos y 25 de papel y cartón. Estos últimos son los más peligrosos ya que su material arde con facilidad y la virulencia del fuego que se genera acaba afectando al resto de contenedores que forman las islas. Los de plástico también están entre las predilecciones de los vándalos.

Los riesgos

Estos actos entrañan un gran riesgo ya que muchas veces el fuego acaba afectando a los vehículos que se encuentran estacionados junto a los depósitos e incluso a las fachadas. De hecho, en más de una ocasión se ha tenido que atender a algún vecino por inhalación de humo e intoxicación.

También suponen un gasto extra importante. Cada contenedor cuesta entre los 800 y 1.800 euros, dependiendo de sus características, sin contar con el gasto del traslado o su instalación. El año pasado, la reposición de los 274 depósitos supuso un desembolso de 202.886 euros, y desde 2009 se han destinado 2,2 millones solo en sustituir contenedores quemados.

Desde el año 2009 se han calcinado en Zaragoza 838 de papel y cartón, 662 de envases de plásticos, 875 de residuos urbanos y 424 de vidrio. En total, en los últimos 12 años se han quemado 2.799 contenedores.

El ayuntamiento lleva años buscando una alternativa que, al menos, minimice las consecuencias de los incendios. Se llegó a plantear la posibilidad de instalar depósitos de metal, pero esta opción se descartó rápidamente por el ruido que iban a ocasionar, sobre todo durante su vaciado. También se estudió la instalación de sensores, que ha sido la propuesta elegida.

El equipo de Gobierno de PP-Cs ha decidido incluir en el nuevo contrato de limpieza la obligatoriedad de instalar depósitos inteligentes, con una tecnología que permitirá detectar un aumento de la temperatura del depósito provocada por un conato de incendio, y que los Bomberos puedan actuar de una forma más rápida e inmediata, minimizando las consecuencias.

Estos sensores también ofrecerán información en tiempo real su capacidad, de manera que las rutas para la recogida de los residuos se realizarán según las necesidades, optimizando así el trabajo de los operarios. También detectarán si el contenedor ha volcado, algo muy frecuencia en los días en los que el cierzo azota la ciudad y que afecta principalmente en los barrios de nueva creación, con avenidas más amplias.

La empresa que se encargue de la gestión de la limpieza de la ciudad tendrá que sustituir de forma progresiva los actuales contenedores por otros inteligentes.

EL CONSISTORIO DESTINA CADA AÑO MÁS DE 1,5 MILLONES A ELIMINAR GRAFITOS

El Ayuntamiento de Zaragoza se gasta cada año alrededor de 1,5 millones de euros solo en eliminar los grafitos del mobiliario público. Cada día, de media, este tipo de vandalismo obliga a actuar sobre 91 pintadas, principalmente en el barrio de la Magdalena, la zona del centro donde se concentra el mayor número de mensajes en las paredes. El promedio anual asciende a unas 28.300 pintadas y suelen producirse un repunte cuando se producen huelgas, visitas institucionales polémicas o situaciones en las que hay una gran discrepancia social, como sucedió durante el procés. Las zonas en las que más se actúa suelen ser aquellas en las que hay un gran número de bares de noche, espacios en los que se hace botellón y en los alrededores de los institutos y parques. En cuanto a los barrios, el Casco Histórico y, especialmente, la Magdalena, son los principales focos de atracción para aquellos que desean plasmar sus mensajes reivindicativos en las paredes, su firma o demostrar sus habilidades artísticas. Estas calles se conocen como puntos negros y los equipos de limpieza acuden con frecuencia ya que, en paralelo a las pintadas, también aparecen orines, frutos caídos, palomino o suciedad en general. Estos servicios además de eliminar los grafitos también se encargan de limpiar las manchas que se acumulan en las aceras o calzadas.