Los meses pasados se ha oído en las localidades turísticas de Aragón un español hablado con todos los acentos de la península y de las islas. No es un fenómeno nuevo. Empezó con cierta fuerza en el verano del 2020, cuando las normas de restricción del movimiento por el covid-19 impidió o dificultó las salidas al extranjero.

Pero este último agosto, al igual que en julio, las variedades orales del castellano se han dejado sentir todavía más. Y los hoteleros han notado, como lo revelan sus registros de viajeros, que la comunidad se ha convertido en la meca del turismo de todas las regiones, no solo de las clásicas y más cercanas (País Vasco, Navarra y Cataluña).

«Ha estado viniendo gente de todas partes de España, de provincias como Jaén, Albacete y Córdoba», explica José María Ciria, que preside la Asociación Turística Empresarial del Valle de Benasque (ATEVB). «Se ve que no han salido al extranjero y han elegido destinos interiores».

Pero el turismo nacional ha florecido por todo el territorio aragonés, no solo en las zonas pirenaicas, que son las que, tradicionalmente, han tenido mayor tirón en el resto del país. Así, se ha visto muy beneficiada igualmente la sierra de Albarracín, en el suroeste de Teruel, justo en el otro extremo de la comunidad.

«Este verano se ha notado una mayor afluencia de andaluces y de visitantes de Murcia», indica Begoña Sierra, de la asociación de empresarios turísticos de la comarca de Albarracín. «Se puede decir que los viajeros, que aquí son mayoritariamente españoles, de procedencias cada vez más variadas», afirma.

Ello se ha conseguido sin que retroceda la clientela tradicional, que reside en Madrid, Cataluña y la Comunidad Valenciana. En cambio, apunta Sierra, el porcentaje de extranjeros es «muy pequeño», una característica que se da en muchos otros lugares de Aragón, que no constituye un destino para los demás europeos sino un mero lugar de paso camino de las costas del Mediterráneo.

Mejores comunicaciones

Además, la proliferación de turistas españoles se ha visto favorecida por los continuos avances en la construcción de la red de autovías. Estas infraestructuras de gran capacidad comunican ya, con muy pocas interrupciones, toda la cornisa cantábrica con el Pirineo, desde Ribadeo hasta Jaca y Sabiñánigo, de donde parte una moderna carretera, variante de la antigua y tortuosa N-260a, que conecta con el Sobrarbe y la Ribagorza.

De hecho, hoteles y restaurantes del norte de Huesca vienen notando estos últimos años un paulatino aumento de los visitantes de Galicia, Asturias y Cantabria.

Luis Terrén, responsable de la Asociación Turística del Valle del Aragón, opina que, a raíz del cambio de mentalidad provocado por la pandemia de coronavirus, «Aragón ha ganado muchos adeptos de toda España».

«Ahora, con el covid-19, se valora sobre todo la seguridad sanitaria y nuestra comunidad ofrece lugares y actividades deportivas y de aventura al aire libre que son vistas como un buen refugio contra el contagio», asegura Terrén.

 Con todo, la diversificación en el origen de los turistas que eligen Aragón como lugar de vacaciones no afecta a todas las provincias y comarcas por igual. En algunos puntos, como las Altas Cinco Villas, se trabaja más, con éxito, la ampliación de la clientela habitual y consolidada.

«No notamos un incremento de usuarios de otras comunidades, pero sí un aumento de los visitantes de siempre, de Madrid, Cataluña, Valencia y el País Vasco», informa Felipe Díaz Cano, de la Asociación de Empresarios Turísticos de Sos. Ese crecimiento de los clientes de los sitios «de siempre», subraya, ha sido tal que ha compensado la caída de los turistas extranjeros.