«Un pueblo sin colegio es un pueblo sin vida». Así lo aseguran varios de los alcaldes que año tras año luchan por mantener las aulas abiertas. Desde 2015 la ratio es de 3 alumnos (con el anterior Gobierno autonómico era de seis), una medida de la que el año pasado se beneficiaron 40 centros. Y este año, casi 50. Mantener una escuela abierta sirve para fijar población, pero hace falta más: vivienda y trabajo. El colegio San Ignacio Clemente Delgado y Cebrián, de Villafeliche, iniciará este miércoles el curso con cuatro alumnos, de entre 4 y 9 años. El alcalde de la localidad, Agustín Caro, dice que llevan «20 años luchando porque el colegio no se cierre» y hasta el momento lo han conseguido. Un colegio, dice, «dinamiza» el municipio; y ayuda a que familias se instalen en el pueblo porque si «no hay colegio será un problema». Pero además, a esos nuevos habitantes hay que ofrecerles vivienda y trabajo, porque si no, «no puede venir nadie». En este sentido, explica que en Villafeliche, no hay casas deshabitadas, así que para fijar población es necesario que el Gobierno de Aragón «nos ayude con la vivienda» porque los ayuntamientos pueden comprar casas pero «el coste es rehabilitarlas». Por eso, insiste: colegio, vivienda y trabajo es la combinación perfecta.

José Serveto, alcalde de Plan, es de la misma opinión. El colegio del municipio también abrirá con cuatro alumnos. «Tener un colegio da vida», reconoce; pero hace hincapié en el problema que supone la falta de vivienda. «Todo es el turismo», critica, y «no se piensa en dar vida al pueblo», por lo que en invierno «solo quedamos cuatro» y eso no asienta población.

Doble de alumnos

En Riodeva iba a haber 3 alumnos en este curso, pero finalmente serán 6 de entre 3 y 12 años. Para su alcalde, Alfredo Soriano, en un pueblo pequeño si se cierra el colegio implica que «habrá menos servicios». El año pasado también hubo 6 alumnos, pero uno cumplió 12, dos se marcharon, así que teniendo esta previsión consiguieron que se asentaran dos familias, una con un niño y otra con tres, gracias a que el ayuntamiento tenía dos casas y se han acondicionado para poder vivir en ellas «a un precio asequible».

También ha crecido el número de alumnos en la localidad oscense de Senegüé, que de los tres iniciales, este miércoles abrirá sus puertas con 8 y quizá 10. Todo se debe a la maestra, Virginia Blanco, quien presentó un proyecto aceptado por Educación. «Cada año teníamos problemas porque no nos quedaban alumnos», explica el alcalde, Enrique Borderas, y había que «captar familias de otros sitios». De hecho, el colegio es de dos municipios, Senegüé y Sorripas, a los que solo separan una carretera; pero este curso los alumnos (que tienen edades comprendidas entre los 6 y los 12 años) viven en Senegüé (aunque son oriundos de Taiwan), uno en Biescas, dos en Sabiñánigo y tres en Villanúa. Y el lunes consultó una familia de Piedrafita, así que «igual comenzamos 10», comenta con alegría la maestra, que ella califica de «elegidos»

Virginia Blanco Romano, zaragozana y maestra rural por vocación, es la responsable de este aumento al exportar un modelo que conoció en Villanúa, en el que no se da tanta importancia a lo curricular, a estar sentados o a los libros, si no que se aprende con la tecnología, de la naturaleza y de expertos, que ofrecerán charlas cuando sea necesario. Sus alumnos aprenderán con «experiencias emocionales» y «para toda la vida». Sabe que es un reto pero inicia el curso convencida de que la educación que propone merece la pena.

Sin ruta escolar en Bordón

Quienes no empezarán el curso en el instituto de Cantavieja son los cuatro alumnos que viven en Bordón y que hoy no irán a clase porque no tienen ruta escolar, pese a que desde Educación les aseguraron que la tendrían, según denuncia un padre. La única opción que tienen es «llevarlos nosotros» pero entonces «tendríamos que dejar de trabajar»; por lo que reclaman un autobús escolar porque la educación es «obligatoria». Hasta que no se les facilite el acceso, se quedarán en casa.