Se buscan encofradores, gruístas, maquinistas, albañiles, ensambladores, yesaires... Pero no hay por ningún lado. La crisis del 2008 arrasó con el sector de la construcción y hundió su reputación de tal forma que hoy, en Aragón, se necesitan de forma inminente más de 10.000 trabajadores que permitan acometer las decenas de proyectos de obra nueva, de reformas y de obra civil que están ya en marcha en la comunidad. Pero no hay. «Y no se fabrican de un día para otro porque hay que formarlos, y eso lleva tiempo», subraya el responsable del sector en UGT Aragón, Manolo Grande.

La situación se puede considerar de emergencia porque hay casos en los que algunas de las obras proyectadas no se han podido iniciar por falta de mano de obra. Pero la situación no es exclusiva del sector de la construcción. Muchos gremios se encuentran con el mismo problema. Faltan carpinteros, electricistas y fontaneros en un momento en el que las nuevas tecnologías parecen acapararlo todo y en el que los oficios de toda la vida parecen haber quedado relegados al olvido. El gran problema es que son muy necesarios.

El gerente de la Fundación Laboral de la Construcción, Vicente Lafuente, alerta sobre esta escasez de mano de obra, pero también de cualificación. «Necesitamos al menos 10.000 trabajadores cualificados con conocimientos y destrezas para desempeñar el oficio, pero no hay, y eso ha provocado retrasos en el inicio de algunas obras», sostiene con pesadumbre. Lafuente subraya que el problema es «serio» porque, además, podría repercutir en la calidad de las viviendas que salgan al mercado durante los próximos años.

El caso es que el sector de la construcción está huérfano de trabajadores en un momento en el que la edificación de la obra nueva --solo en el barrio de Arcosur hay licencia para levantar alrededor de 3.000 nuevas viviendas-- resurge con fuerza después de un año y medio de pandemia en el que la crisis parece haber pasado de puntillas por el sector. 

La vuelta a la normalidad, por tanto, ha apuntalado la actividad en la construcción, de la mano también del dinamismo de las reformas y la rehabilitación de edificios, de la construcción de colegios, del incremento de inversiones por parte de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, y del repunte de la obra pública. Además, la llegada de fondos europeos, que incidirán en la mejora de la eficiencia de los edificios, va a elevar la actividad. Todo ello por no hablar de los grandes proyectos que ya están en marcha en la comunidad. Los tres centros de datos de Amazon, los almacenes que la multinacional levanta ya en Plaza, las obras de Becton Dickinson en Zaragoza, las de BonÁrea en Épila o las de Tönnies en Calamocha son solo algunos ejemplos. Pero no hay mano de obra. 

«Ni los hijos de los inmigrantes se quedan ya en la construcción porque buscan otras alternativas de empleo», afirma Manolo Grande, que lamenta la herida que ocasionó la crisis del 2008 en el sector. Y subraya que «no es cierto que los camareros vengan a trabajar a las obras. Aquí ya no viene nadie», señala resignado, y el que llega lo hace procedente de otra obra. «Algunas promociones esperan a que la cuadrilla termine en otra obra para empezar a construir», añade el sindicalista.

Aunque esta coyuntura aún no está afectando al incremento de los precios, Grande vaticina que esto ocurrirá en el medio plazo por la escasez de trabajadores. «Dentro de unos años, para realizar cualquier trabajo o reparación en una casa te cobrarán lo que quieran», sostiene.

Más formación

El gerente de la Fundación de la construcción advierte de que esa cantera de nuevos profesionales que faltan habrá que formarla y «cuanto más tarde se empiece será mucho peor». En la Fundación hay cinco grados de FP vinculados al sector con entre 15 y 20 plazas cada uno, de forma que salen cada año alrededor de 150 profesionales. Pero esa cantidad es muy escasa todavía, aunque percibe ya un pequeño cambio de mentalidad en las familias y en los jóvenes. No obstante, Lafuente insta a las empresas a formar a gente de forma inmediata. «Estoy harto de decir que los trabajadores no salen de debajo de las piedras». 

Los años de la burbuja inmobiliaria dispararon el empleo en el sector de la construcción de Aragón hasta superar los 60.000 trabajadores en el 2008, coincidiendo con los grandes proyectos de la Expo de Zaragoza. Eran años en los que se hacía dinero fácil y muchos encontraron en las obras su ‘modus vivendi’. Pero eso tocó a su fin a partir del 2008. La crisis arrasó con proyectos, empresas y plantillas hasta dejar el número de empleados en 28.000 en el primer trimestre del 2014, según los datos de ocupación del Instituto Nacional de Estadística (INE). Hoy, sin embargo, son más de 43.000 tras haber crecido el número de ocupados en unos 10.000 entre el primer y el segundo trimestre del año. Pues bien, a pesar de ello, falta mano de obra en un sector denostado que parece recobrar el brío de antaño.