No es un deporte como tal, sino una disciplina deportiva y un método de entrenamiento. No va de competir, sino de cooperar y superarse a uno mismo. No se necesita mucho para practicarlo: tan solo ropa cómoda y unas zapatillas y el entorno que te rodee. Es el parkour, actividad física que utiliza las calles y los edificios para fortalecerse en vez de las mancuernas y las cintas de correr. En Zaragoza acaban de estrenar una pista propia para practicar en el Actur pero los amantes de este llamativo ejercicio llevan años recorriendo la capital aragonesa en busca de los mejores lugares para saltar, brincar, retorcerse y hacer todo tipo de acrobacias sobre el asfalto y los parques urbanos.

El parkour nació en Francia y llegó a España a principios de milenio. Consiste en ir superando los obstáculos que se encuentran en el entorno según las posibilidades y la capacidad física de cada uno. Pero esto no va solo de dar brincos y volteretas de vértigo sobre una pared. Lo social y lo mental también pesan en esta práctica. En la capital aragonesa, en el año 2006, comenzaron a aparecer grupos de chavales que se juntaban para trazar sus recorridos favoritos y poco a poco se fueron organizando hasta que, en el 2014, apareció la asociación Zaragoza Movement, una entidad que desde entonces lucha por difundir los beneficios de esta disciplina y por desmontar los estigmas que, cada vez menos, pesan sobre este deporte.

«Este es un deporte para todo el mundo. No hay niveles ni importa la forma física. Cada uno tiene que ponerse sus propias metas», explica Adrián Plaza, uno de los miembros fundadores de Zaragoza Movement. Como entidad legalmente constituida, ahora imparten clases en colegios que lo solicitan y talleres en la calle a los jóvenes de la ciudad. Con la inauguración del parkour park cada vez son más los interesados. «Nos llaman muchos padres y madres diciendo que sus hijos quieren aprender», explica.

Jorge Vidal es el actual presidente de Zaragoza Movement y lleva practicando su «pasión» desde hace 13 años. «Lo conocí como todo el mundo entonces, con unos vídeos de internet en un campamento con amigos. A raíz de eso comencé a juntarme con mis compañeros del insti y aprendí de forma autodidacta», cuenta.

«Es una opción de ocio saludable y además es una práctica que no es competitiva, sino cooperativa. Nos ayudamos para superar nuestras propias metas. Notas como mejoras y eso aumenta tu autoestima. Y todos estos valores los extrapolas a tu día a día», relata Vidal.

Cuentan estos dos jóvenes que cada vez son menos los prejuicios de la sociedad hacia el parkour. «No somos unos locos. No queremos romper el mobiliario porque precisamente lo que queremos es que esté bien para practicar nuestro deporte. Y tampoco queremos hacernos daño. Pero a pesar de alguna bronca y algunas situaciones desagradables, si te digo la verdad me cuesta recordar cuándo fue la última vez que alguien me llamó la atención», explica Vidal. «No se trata de hacer lo que quieras en la calle. Tienes que conocerte a ti mismo para saber qué puedes hacer y no querer imitar a los demás. Pero es un deporte muy libre porque no hay un objetivo. Las metas te las pones tú», añade Plaza.

Ahora, además de practicar allá donde encuentren un obstáculo que les motive, cuentan con el parkour park, un proyecto que, por otro lado, costó conseguir. En los presupuestos participativos de 2017 de las Delicias fue la iniciativa más votada pero no ha sido hasta ahora que no se ha hecho realidad. «En su momento nos sentimos decepcionados. Pero la verdad que el nuevo espacio está muy bien. Nosotros mismos hemos colaborado en el diseño», apunta Plaza, que espera que esto sea un revulsivo para sumar nuevos adeptos. «Lo natural en los jóvenes ­es el movimiento. Interactuar con tu entorno y no solo con tu móvil», dice Plaza, al tiempo que Vidal anima también a las mujeres a sumarse a la práctica del parkour. «Es una pena que sea un deporte mayoritariamente de chicos. Animo a todo el mundo», zanja