Acabamos de vivir una apasionante y novedosa fórmula en la historia de los Cursos de Verano que la Universidad de Zaragoza mantiene en Jaca, prestigioso foro de estudio y de europeísmo que fundara el gran aragonés don Domingo Miral hace un siglo. Me refiero a la circunstancia de desarrollar un curso en la sede universitaria y concluirlo con una jornada docente en una zona de Aragón, que conserva alguna parte del legado del que hablamos. Este es el caso del curso que ha versado sobre el reinado de Sancho Ramírez, el segundo rey de Aragón que muere ante Huesca el año 1094, celebrado en los inicios de julio en la propia ciudad que él había fundado para dotar al reino aragonés de un centro urbano que controlaba el camino de Santiago, el paso de mercancías y la organización administrativa y judicial del territorio.

Pues bien, primero estudiamos en las aulas jaquesas su trayectoria política, su visión del mundo, su apuesta por crear un arte oficial que mostrara el prestigio de estos reyes pirenaicos, la vida diaria y los miedos de sus súbditos. Y dos meses después hemos viajado todos a las tierras de la llanura, para conectar con una de las claves de su reinado: la importancia del vino como alimento, como remedio ante la enfermedad o las heridas, como algo fundamental para la liturgia de la Eucaristía, y, por supuesto, como motor de la apuesta económica. Hacerlo en estos paisajes de vides de Cariñena, puestos en marcha por los romanos y recuperados por su hijo Alfonso I, nos ha permitido comprender la importancia de los viñedos en la formación del reino de Aragón.

Incorporar Cariñena al curso era una buena apuesta, como indicó en la presentación de la jornada la vicerrectora Yolanda Polo, pero también era tarea fácil por contar con el apoyo del alcalde Sergio Ortíz, presidente de la Ruta del Vino de las Piedras, que siempre está dispuesto a potenciar cualquier evento que beneficie a la ciudad que cuida y sirve con dedicación, ayudado por gentes de su equipo como la gerente Carmen Gracia o el técnico Luis Miguel García, sin olvidar al excelente fotógrafo David Moreno. Si se había quedado sin tratar la importancia del vino para aquellas gentes, en Cariñena era asunto obligado de estudiar al estar en las tierras de los viñedos más famosos de Aragón.

Esta fue la tarea que asumió brillantemente la profesora Carmen Abad, doctora de reconocido prestigio nacional, explicando con muchos datos, abundantes anécdotas y un buen aporte de imágenes. Nos explicó cómo vivieron los monasterios aragoneses románicos la plantación de sus viñedos, cómo se enfrentaron los monjes benedictinos al abuso del vino y el alcoholismo, cómo el vino se convirtió en clave de la alimentación de aquella sociedad feudal y guerrera que ocupó estos territorios.

La magnifica intervención científica, el aporte de saberes de la académica, tenía que acompañarse de una segunda parte en la que los alumnos (y los habitantes del Campo de Cariñena, que se acercaron a la sesión), pudieran disfrutar de los sabores que conocieron los aragoneses de finales del siglo XI. En esta tarea de recrear un posible menú de aquel momento contamos con la impagable colaboración del prestigioso panadero de Almonacid de la Sierra, especializado en la recuperación de tradiciones y de sabores antiguos. Pasamos todos del cine Astoria, bien restaurado por el ayuntamiento, a la atractiva sala expositiva de la Bodega de San Valero donde se nos ofreció por parte de esta bodega -cosa que hay que agradecer y reconocer como se merece, en especial a Lidia López, su representante que fue nuestra anfitriona- los vinos que acompañaron la degustación de los tres platos preparados que cerraron el curso. Luis Ángel López, con el asesoramiento científico de la profesora Abad, de la Academia de Gastronomía, nos presentó tres propuestas que nos permitieron saborear los alimentos como lo harían en el siglo XI y entender su distinto sistema de organizar la comida. Se comenzó con unos flaones, rellenos de carne condimentada con productos que tenían a la mano, se pasó a los enveros, unos mantecados con especias y sebo que aportaron un nuevo elenco de sabores, y se concluyó con el postre relleno de crema que llevaban el nombre de tuyibis, puesto que nos planteaban la posibilidad de recuperar dulces de la cultura musulmana que se asentaba al otro lado de la frontera del reino de Sancho Ramírez. Las extensas explicaciones sobre su elaboración, sus condimentos y el papel que jugaban en la alimentación, constituyeron un excelente complemento aportado por el premiado panadero de Almonacid.

La jornada demostró la conveniencia de vincular al territorio los conocimientos que nos aporta la investigación científica, el bien que produce conocer la historia para convertirla en promotora de nuevas economías que además logren fijar a las gentes al territorio, como explicó el director de los cursos el catedrático Ignacio Peiró. Por eso, este curso que dirijo desde hace diez años en Jaca, tiene comprometido el celebrar al año que viene una nueva jornada en Cariñena, donde si ahora hemos hablado del vino y los monasterios tendremos que analizar y explicar la plantación de los viñedos como fuente de vida y de riqueza en aquel reino de Aragón que llegaba al siglo XII, con el rey Pedro I. Realmente ha merecido la pena y lo certifica el que casi volvieron a sentarse en el aula los sesenta alumnos que comenzaron en Jaca la aventura de conocer a nuestro rey Sancho Ramírez.