La gran pregunta es si Arturo Aliaga será uno de los candidatos en el congreso que el Partido Aragonés definirá su futuro de aquí a un mes. No hace muchos días que un rumor recorrió la comunidad para anticipar que el actual consejero de Industria no iba a presentarse a la reelección. Su estado físico –fue intervenido a principio de año de un tumor en la vejiga–, las dudas que el propio político ha mostrado y la aparición de un amplio y potente sector crítico intramuros dieron cierto aire de veracidad a esa posibilidad, confrontada con el silencio que guarda el actual vicepresidente del Gobierno de Aragón respecto al asunto.

Dijo antes del verano que se pronunciaría a la vuelta de las vacaciones. No lo ha hecho aún. Hoy en día repite hasta la saciedad que no dará a conocer su determinación hasta los días finales de este mes. Si las cuentas no le fallan, esta semana habrá fumata blanca, aunque seguramente irá en el sentido contrario al que trasladaba la citada hablilla política. Las razones se encuentran en su círculo cercano, donde ven más que probable que Aliaga se presente para tratar de mantenerse en la dirección de este partido que ha ido perdiendo fuerza en los dos últimos decenios. Él no dice que sí, pero sobre todo no dice que no.

Su ausencia cambiaría el significado actual de un partido en el que se han aireado demasiadas discrepancias internas en los últimos dos años. En el sector de los críticos no solo han aparecido nuevas voces reclamando un rejuvenecimiento de las personas y las ideas. En ese lado se han alineado nada menos que hombres de calado como José Ángel Biel, además de otros destacados cargos como la portavoz de la DPT, Berta Zapater, que armó una zapatiesta no hace mucho al sellar un pacto con Cs en la institución provincial sin contar con el partido; o la exdirectora general Marina Sevilla, que llegó a demandar a la dirección para que se convocara el máximo órgano de decisión del PAR.

No ha habido paz en los últimos meses en la formación aragonesa, bien se ve, aunque el final de esta maraña de discordias queda ahora cerca. En estos días se están produciendo los procesos comarcales, donde llegan los nombramientos de los compromisarios por la vía de las asambleas. Y por ahí tendrá que aparecer el nombre de la persona que deberá confrontarse a Aliaga cuando este confirme su candidatura.

El movimiento del presidente será el P4R (Apertura de peón de rey) de la partida de ajedrez que se jugará en las próximas semanas. Primero debe llegar la confirmación de Aliaga –o la improbable posibilidad de que se presente alguien de su cuerda– y después se sabrá quién contiende al otro lado –hay dos opciones, pero quedará en una única, se supone–. Los plazos están marcados. Los candidatos se deben conocer antes del 9 de octubre. El PAR, 15 días después, tendrá presidente.

En las filas de los críticos entienden que hay una amplia mayoría que plantea la renovación definitiva, no solo por la figura del presidente sino en el conjunto del partido. Se ve como un momento crucial, complicado. Más aún, la hora de la verdad de darle la vuelta a la formación. Por eso en el sector censor buscan –y han encontrado aunque no lo confiesan– un candidato que aúne mayorías y ponga fin al presente. No habrá problemas para concentrar fuerzas en torno a esa figura porque, según aseguran, hay un número muy abundante de afiliados que coinciden en el momento, la oportunidad, la necesidad. Es alguien de consenso, que cubre los distintos ejes del partido, que representa lo que es, lo que quiere y lo que debe ser el PAR. No lo ven, por ejemplo, en Jesús Guerrero, portavoz en las Cortes de Aragón, ni en casi ninguno de los que hoy quedan alineados con Aliaga. Quieren un cambio rotundo, un giro de timón que ponga viento en popa la reclamada renovación.

¿Y Aliaga qué dice? En público poco. En petit comité admite que está recibiendo muchas llamadas, desde dentro y fuera del PAR, que le piden que siga imponiendo la moderación del centro. Y más, que no se ve dejando de trabajar de ninguna manera. Y más aún, que quiere que su vida pública termine de una manera digna. Así, la penúltima palabra la tienen los médicos, pero la última es de Aliaga, que lo resume fácil entre los suyos, al recordarles que aún no le ha llegado la hora de pasear al perro.