Su gesto afable y su tono pacificador no han cambiado con el cáncer. Es más, la enfermedad le ha hecho sentirse vulnerable y reconoce que está floreciendo en él una cercanía y un cariño que antes no expresaba. «¡Qué cosas, ¿eh?», se pregunta con una sonrisa. Joaquín Santos, quien fuera gerente del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) hasta el pasado mes de junio, no quiere ser más que nadie porque su historia es la de muchos. O más bien la de muchas, porque su tumor de mama es un cáncer que se asocia casi en su totalidad a la mujer, pero los hombres también lo sufren.

La vida le atrapó por sorpresa en una espiral hace cuatro años. Todo empezó cuando el pezón de su pecho derecho se invirtió hacia dentro. «No le di mucha importancia, pero fui al médico y allí me dijeron que era algo benigno», cuenta Santos. Volvió a casa y siguió con su rutina laboral, pero en las siguientes semanas empezó a notar mucho cansancio. Entonces llegó el susto. «Un día me noté un bulto en la axila. Ahí ya me imaginé lo que estaba pasando y me empecé a preocupar. Fui al médico otra vez, me hicieron la biopsia y en septiembre me comunicaron que padecía cáncer de mama», recuerda. El Día Mundial de este tipo de tumor es el próximo 19 de octubre.

De repente, Santos se vio inmerso en citas en Ginecología («donde me sentía raro porque era el único hombre», señala) y en un escenario nuevo. Le operaron, le extirparon la mama y varios ganglios y después se sometió a 25 sesiones de radioterapia. «Todo coincidió con la fecha de mi cumpleaños, así que no lo llevé mal. Aproveché las felicitaciones para decirle a mucha gente que tenía cáncer. Reconozco que fue un shock», explica Santos.

De aquel tiempo también recuerda la piel «seca y dañada» fruto del tratamiento, el color «negruzco» que se le puso en la zona de la mama o la «fatiga». Pese a todo, su recuperación fue rápida y a los seis meses ya estaba a pleno rendimiento al frente del IASS. Todo iba bien, pero su mentalidad ya había cambiado al poco del diagnóstico. «El cáncer te da un vuelco en la forma de pensar; te replanteas muchas cosas y hasta la forma de vivir. Mentiría si dijera que la muerte no se me pasó por la cabeza porque la enfermedad te pone frente a ella; te hace vulnerable. Me recordó que soy mortal», reflexiona.

Fuerte para seguir trabajando, a Santos el estallido de la pandemia del covid, lejos de aminorarlo, le ayudó a evadirse y a «no pensar» en lo que le había pasado. «Fue el periodo más difícil al frente del IASS. No había horario ni agendas, asumí la responsabilidad y la enfermedad quedó en un segundo plano. Vivimos situaciones muy difíciles en las residencias. Pensé mucho en las personas, en su soledad y en lo que estaban sufriendo», cuenta.

Una dura recaída

Cuando el cáncer solo parecía un mal recuerdo, Joaquín Santos sufrió una recidiva (recaída) en agosto de 2020. «Aquello me golpeó mucho», reconoce. «Pensé todavía más en que me acercaba al final. Te dicen que la gente se cura, que sale de esta, pero cuando no tienes un pronóstico claro y el cáncer vuelve uno no sabe cómo encajarlo por mucha perspectiva que le ponga», explica.

Un nuevo ganglio apareció afectado y volvieron las pruebas, los médicos y la incertidumbre. «Mi mujer, mi hija y mis amigos han sido mi soporte», dice emocionado. «Llegó un momento en el que empecé a prepararme, haciendo un trabajo íntimo y personal, por si me moría. Te agarras a todo, pero es complicado encajarlo emocionalmente cuando debes afrontar la posibilidad de la muerte», explica.

La forma en la que el cantante Pau Donés encaró su enfermedad confiesa que le vino «bien» y también se refugió (y lo sigue haciendo) en la música clásica, en la poesía y en la escritura. «Empecé a plasmar con palabras mi vida y en ello estoy todavía», cuenta.

Sus compañeros del IASS, de la consejería de Ciudadanía y Derechos Sociales, el equipo de gobierno de la DGA e incluso miembros de la oposición han estado pendientes. «He tenido mucho contacto con Álvaro Sanz, Marián Orós o Loreto Camañes. Pero sería injusto nombrarles solo a ellos, porque todos me han dado ánimos», dice. Dar un paso al lado, dejar la gerencia del IASS y bajar el ritmo laboral fue quizás la decisión más dura de este trayecto vital. «Uf, me costó muchísimo», dice sin poder contener las lágrimas.

Tratamiento hormonal

«Empecé un tratamiento hormonal, con el que continúo, y es algo duro por los efectos secundarios que provoca. Mi familia también me lo pidió y comprendí que si no podía dar de mí el 100%, si no podía responder a una responsabilidad pública, lo que tenía que hacer era marcharme», explica.

Santos volvió a su puesto de funcionario y ese giro de rumbo le mantiene ahora como asesor técnico del IASS. «Quería estar fuera del entorno de la gerencia. Si me necesitan, ayudaré en lo que pueda desde mi experiencia, pero no podía seguir en la dirección cuando no sé cómo voy me voy a encontrar mañana», reconoce.

En esta nueva vida que por obligación le toca asumir, Santos se somete a revisión cada cuatro meses y convive con el linfedema (la hinchazón que surge como secuela del cáncer de mama), que le obliga a llevar una manga de compresión en el brazo. Intenta ver más allá de la enfermedad y le gustaría viajar más, pero hay una «fatiga fea» que le acompaña a veces.

Pese a todo, se siente un hombre «feliz» sin salir de su Zaragoza natal. Ha vuelto a escribir y, en medio de esa reinvención, exprime los segundos para estar con su familia y con los amigos, sus «cuidadores» en este camino. «Antes nos decíamos ‘a ver cuándo nos vemos’ y ahora no me lo pienso. Siempre me va bien. La vida me ha cambiado», remata.