Las discusiones por obtener ciertas libertades: conseguir llegar tarde a casa, vestir como te diera la gana, llevar el pelo algo más largo de lo que marcaba la norma, colocar algún cartel en las paredes de la habitación y muchos otros tipos de permisos resultaban mucho más fáciles, por no decir hechos, después de sus peleas.

Mi hermano pertenece, la mayor parte de ustedes ya lo habrán deducido, a esa generación que trajo a casa el primer come discos y con él, los primeros vinilos, entonces no se llamaban así, de los Beatles, los Bravos, los Brincos o Serrat.

Muchos se comprometieron con la democracia y nos la trajeron. A veces parece que la hicieron ellos solos, en realidad no fue exactamente así. Lo que supieron conseguir no fue otra cosa que, aunándose con las anteriores, obligar a forjar una paz que firmaron fundamentalmente las generaciones de la guerra, construyendo un pacto constitucional de cuya viabilidad muchos dudaban entonces, convencidos de que estábamos abocados a repetir nuestros fantasmas históricos.

En el gobierno, que alcanzaron pronto, consiguieron resolver, porque así se lo propusieron, la mayor parte de los conflictos que nuestro país arrastraba desde al menos la época de Fernando VII: construyeron un edificio institucional democrático estable, devolvieron a nuestro país al centro de Europa y de la política internacional, solucionaron los problemas históricos con el ejército y la Iglesia, casi resolvieron el problema territorial y crearon la sanidad y la educación públicas y universales.

Por lo que respecta a lo que más me interesa profesionalmente le dieron un vuelco nada menos que al concepto de Beneficencia y se inventaron un nuevo pilar del Estado de Bienestar: los servicios sociales.

Durante un tiempo pensé que esa generación tan exitosa iba a resultar un tapón inabordable para los que pertenecíamos a la siguiente, que no habría manera de pasar, de participar políticamente porque lo ocupaban todo con su saber hacer. A la vista está que no fue así. De hecho, nos abrieron a las generaciones posteriores un futuro que resultó mucho mejor de lo soñado en nuestra infancia teñida de franquismo.

Desde un punto de vista profesional, cuando me preparaba para ser trabajador social, nunca pensé que me dedicaría a trabajar con personas mayores y cuando lo he hecho les reconozco que ha sido la tarea más grata que he tenido la oportunidad de desarrollar. Durante las últimas décadas de trabajo he podido observar en primera línea como las nuevas generaciones iban cambiando el rostro y el espacio que las personas de esa edad ocupan en nuestra sociedad.

Desde hace ya unos años está llegando a este punto de la vida la generación de la que les vengo hablando en este artículo. Se que están llamados a volverlo a cambiar todo. Con razón ya no van a aceptar determinados paternalismos que en momentos anteriores se llegaron incluso a exigir. Los nuevos mayores son la generación del cambio y lo van a volver a hacer. Lo están haciendo ya. Van a cambiar el papel de los mayores en nuestra sociedad. En la nueva generación descubro la exigencia de la apertura a un nuevo rol protagonista.

Y estoy de acuerdo con ellos. Es una generación que no está en absoluto amortizada. Es más, permitidme que me dirija directamente a vosotros y vosotras: os seguimos necesitando. Se que no hace falta que nadie os lo diga porque ya lo estáis haciendo. Pero permitidme que utilice esta pequeña artimaña literaria para hacérselo saber a los que todavía no se han dado cuenta de que ha llegado un nuevo tiempo para el concepto de vejez y que le vais a dar de nuevo la vuelta al calcetín.

En realidad, habéis sido vosotros la generación mejor preparada de la historia de España, al menos en lo tocante a la gestión de la convivencia, y ahora os toca volver a romper los clichés encorsetados que pretenden seguir practicando lo que hoy se conoce como edadismo: el rechazo a los mayores.

Sois la generación del cambio y os vuelve a corresponder el honor de cambiar el espacio social y político que tienen derecho a ocupar las personas de edad avanzada en esta sociedad si quiere respetarse desde lo profundo de las convicciones democráticas, es decir, desde el sagrado criterio de que nadie sobra en el marco de la toma de decisiones por ninguna de sus características personales y, desde luego no, por la edad que se tenga.

A los servicios del Bienestar, especialmente a los servicios sociales que tenemos por enseña cultural la atención centrada en la persona, nos queda un largo camino de adaptación a las necesidades y perspectivas de esta nueva generación de personas mayores.