El pasado sábado cumplió 44 años y hoy se reincorpora a su actividad laboral como artesana. Lo hace tras casi un año de parón obligado por un tumor de pecho «que llegó de golpe» y que puso su vida patas arriba. El destino ha querido que, en el Día Mundial del Cáncer de Mama, Leire Magra vuelva a empezar en muchos sentidos. «Cuando estás sano muchas veces te quejas de las obligaciones y yo en este tiempo he echado de menos trabajar. Estaba deseando que llegara este momento», cuenta emocionada a este diario. 

Fue en el puente de Todos los Santos del año pasado cuando se notó un bulto en la mama izquierda mientras se duchaba. Cuenta que no le dio importancia porque acaba de dejar una medicación y lo achacó a un posible quiste de dicho fármaco que, en teoría, se absorbería. Sin embargo, por su cabeza sí empezó a rondar la herencia familiar «bastante propicia» al cáncer que había entre las mujeres de su familia. «El bulto no se iba y llamé a mi ginecóloga, me auscultó y me dijo que me hiciera una mamografía. Ahí ya lo supe», cuenta.

Apenas un mes después de que todo «empezara a cambiar», Leire ya se estaba sometiendo a su primera sesión de quimioterapia en el hospital Clínico. «Fue todo muy rápido. Era el 15 de diciembre», recuerda como si esa fecha supusiera un antes y un después. «Me sometí a 16 sesiones. Recuerdo que mi cirujana me dijo que no iban a ser los mejores meses de mi vida, pero que de esto se salía. De esas palabras me acordaré siempre porque me ayudaron a asumir el día a día de ocho meses de tratamiento, entre la quimioterapia y la cirugía, de una forma diferente», explica esta zaragozana.

En Aragón se diagnostican al año cerca de mil casos nuevos de cáncer de mama. Se trata del tumor más extendido entre las mujeres y, según la Sociedad Española de Oncología Médica, fue el cáncer más frecuentemente diagnosticado en el mundo en el 2020. En la comunidad está muy extendido el cribado de cáncer de mama, mediante el cual se envían invitaciones a todas las mujeres de entre 50 y 69 años para que se sometan a la revisión periódica de una mamografía con el fin de realizar un diagnóstico y una detección precoz. La supervivencia del paciente, cuando el tumor se detecta en un estadio temprano, es muy elevada y ronda el 90%.

Tras el tratamiento se sometió a la operación. Le hicieron una mastectomía bilateral, pero además al tratarse de un tipo de cáncer de mama hormonal también le quitaron los ovarios. «Fue muy duro. Los meses de tratamiento son como una montaña rusa porque tienes días que te sientes valiente y con energía y otros tienes miedo, estás agotada y solo quieres estar tumbada en el sofá. Sólo el que tiene un cáncer sabe lo que es y como paciente puedes permitirte todas las emociones y no tienes que sentirte culpable por tener un día malo», reivindica.

Leire, quien nada más conocer su diagnóstico acudió a la Asociación Aragonesa Contra el Cáncer (AECC) en Aragón, insiste en que «el paciente oncológico lo es toda la vida» porque con la quimioterapia «no termina el tratamiento», dice. «Yo tengo que tomar pastillas durante cinco años, pasar revisiones cada tres meses y estar en alerta. Esos mensajes de enhorabuena y felicidad cuando se acaban las sesiones no son reales, está todo muy idealizado. Es duro decirlo, pero hay que exponerlo», explica.

Presión social

Precisamente, el aprender a gestionar el después es lo que más le está costando a Leire. «He tenido que asimilar una prótesis en mi pecho, acostumbrarme a ver mi cuerpo diferente, a tener dolores de articulaciones a diario o sentir miedo ante cada cita médica. Hay situaciones que la sociedad no tiene interiorizadas», dice.

De hecho, esta aragonesa explica que a veces ha sentido «presión por no estar a la altura» de lo que la gente dice del cáncer. «Sé que lo hacen a buena fe porque te dicen que eres una valiente, una guerrera y que hay que ser positiva, pero hay días donde no te sientes nada de eso y parece que, por ir en contra, te sientes mal. Hay mensajes que frustran porque hay otra realidad y eso puede acabar siendo una mochila innecesaria en un momento así», cuenta.

«En mi caso, solo una persona me dijo ¡Joder Leire, qué putada! y necesitaba esa afirmación. Necesitas que alguien te reconozca que el cáncer también es eso», expresa. «También he sabido disfrutar en este año de manera diferente porque valoras la familia, los pequeños detalles, los mensajes que te envían o la celebración un cumpleaños de forma distinta. Valoras la vida», cuenta.

Su primer viaje tras la quimio fue a San Sebastián y su marido y sus hijos han sido su pilar básico este tiempo. «También a los médicos y al personal les debo mucho porque al final son los que me han salvado la vida», indica. Desde su experiencia y sabiendo que en Teruel y en Huesca no hay unidades de radioterapia para el cáncer, Leire pide que la atención médica a los pacientes oncológicos «sea equitativa» para que todos tengan «las mismas garantías» de acceso. «Una detección a tiempo puede salvar una vida», explica.