Nada menos que 144.000 votos sumaron en las elecciones autonómicas de 2019 entre los dos partidos que ocupan el centro en Aragón. Solo en Zaragoza capital, donde el PAR hace tiempo que perdió peso, Ciudadanos sumó en las últimas municipales casi 60.000 papeletas. Sirven para hacerse una idea del espacio que, a 18 meses vista, se ve como un lugar evidente de captación de electores.

Muchos votos, muchísimos, aglutinaron entre los aragonesistas y lo que Pérez Calvo, el coordinador de la formación naranja en Aragón, ha dado en llamar «la casa común del centro liberal aragonés». En esa casa que se vacía, según las últimas encuestas, quieren pescar los más cercanos, sobre todo el Partido Popular, al que acusan de hostigamiento desde Cs. Señalan directamente a un despacho de Génova, el de Fran Hervías, ex secretario general de Cs y al que ven como responsable principal del torpedo que recibió en su línea de flotación a principios de semana. Es el mismo que ha llevado a la zozobra estos días al barco naranja, del que varios se han tirado en las últimas horas, no sin antes señalar a su jefe, pero manteniendo sus cargos en las instituciones.

Algunos ven la embarcación naranja como un Titanic en potencia. Las encuestas tampoco ayudan. No las hay recientes en la comunidad, pero las últimas ya dejaban sus doce escaños de las Cortes (heredados del momento álgido de la formación en mayo de 2019) en tres (en dos los tres del PAR). Se pueden tomar en cotejo los números a nivel nacional, más actuales, donde el partido está a punto de ser liquidado. Entre dos y tres escaños le dan a un partido que en abril de 2019 sumaba nada menos que 57. Las decisiones de Albert Rivera, entonces su líder, condenaron a una formación que necesitará de una resurrección para llegar con algún papel decisivo a 2023.

En Aragón la crisis le ha azotado no solo en el plano autonómico sino en el municipal zaragozano, donde su equipo es parte importante del Gobierno con seis concejales. Ahora aspira a aguantar a dos, aunque bien podría ser ninguno. En cualquiera de los dos supuestos, el pedazo de tarta es gigante y en el PP, cuentan, se frotan las manos, disparados en las encuestas nacionales, mientras deliberan su futuro, nada claro, que debe quedar resuelto antes de final de año con o sin Beamonte.

Ese espacio central, no obstante, lo ve Pérez Calvo como un lugar que puede «ensancharse» si encuentra más votantes para cuajar «un espacio sólido». Estos estarían en el PAR, que sobrevive en una crisis desde hace meses que implosionó la semana pasada después del enfrentamiento abierto entre oficialistas y críticos, entre Arturo Aliaga y Elena Allué. Si en la lectura a nivel nacional de la formación naranja se habla en algunos foros de desaparición, el PAR caminaría dirigido hacia la «irrelevancia» que proclamó la ex directora general de Turismo, quien aseguró por su parte que, ante la crisis de Cs, era la oportunidad del PAR de recuperar espacio.

La batalla no ha terminado dentro del grupo aragonesista. Aliaga venció, pero Allué no se sintió derrotada y no solo ha convocado a los militantes de su cuerda, sino que ha anunciado su intención de lanzarse a las carreteras de Aragón y ha reforzado la denuncia por la celebración del congreso que los renovadores entienden que acabará por tumbar al actual presidente.

De momento, este va «a lo que se firmó», a ratificar su presencia en el cuatripartito. El futuro visto desde el presente pinta más bien oscuro, en cualquier caso, sea uno u otro quien lleve las riendas. La brecha se ha abierto como en Cs, aunque en este lado se entiende que tienen tiempo de enderezar el rumbo, siempre que puedan detener las acometidas del PP, «donde han pensado que necesitan que Cs desaparezca para que a ellos les pueda ir mejor», dice Pérez Calvo, que no admite que se haya abierto una brecha, sino que han querido «abrirla» con hostigamiento.

«Y la OPA es a los votantes, no a los cargos. Lo que el PP quiere es que Cs desaparezca». Y mientras alerta de los intentos de absorción por parte del PP, hace llamadas a la «suma» con el PAR. El centro está muy reñido, porque puede decantar la balanza.