-¿Qué supone para usted y para Tempore verse reconocidos por Arame por su excelente desempeño?

-Una alegría inmensa, ya desde la nominación, y la ilusión de un premio que además llega tras 20 años como bodega, aunque sigamos viendo el proyecto como un bebé (ríe). Es un reconocimiento de que estamos en el buen camino en un momento de consolidación de la empresa, y como tal ha supuesto una inyección de moral para todo el equipo.

-Llevan a gala estar en una zona despoblada, ¿supone alguna ventaja en una empresa que presume de carácter natural?

-Yo no diría que lo llevamos a gala, es lo que es. El Campo de Belchite es una zona de lo más despoblado de la Unión Europea; no lo digo yo, lo dicen los datos. Es lo que nos ha tocado, pero familiar y sobre todo empresarialmente, que es lo que nos ocupa, es una gran limitación, sobre todo para atraer talento.

-¿Ve alguna avance con las políticas que se aplican, ahora que se habla tanto de despoblación? ¿La igualdad está más cerca?

-Está lejísimos, no veo ninguna política que lleve a cambios. Mientras no seamos iguales en infraestructura y tecnología, aquí no va a venir nadie.

-¿Estar fuera de las denominaciones de origen supone una desventaja en el mercado vitivinícola?

-Ninguna. Nosotros nacimos como Vino de la Tierra, y tras la regulación de la Unión Europea del 2012 somos IGP (Indicación Geográfica Protegida) Bajo Aragón. Pero esto es solo un nombre, nuestro sello es el vino ecológico, la garnacha y el modelo de empresa familiar, todo ello compone la seña de identidad de Tempore. Las denominaciones de origen son un proyecto español, fuera del país no se conocen, y el 90% de nuestro mercado es la exportación. Y menos mal.

-¿Por qué lo dice?

-Porque salimos al mercado en 2003, ya poniendo el foco en el extranjero, y en el momento de comenzar a consolidarnos, llegó la crisis de 2008. Aunque aquí llegó algo más tarde, la situación comenzó a mejorar antes en el extranjero. Y ahora con el covid-19 ha pasado algo parecido, se ha reactivado antes en el exterior, en junio del año pasado por Europa ya se habían reanimado los mercados. Esto es también algo cultural, aquí somos gente de bar, en Europa la gente consume más vino en casa. Así que ahora exportamos a 32 países, y nos ha permitido crecer (actualmente son 25 personas en el equipo).

-¿En el extranjero se valora más el vino ecológico?

-Cuando comenzamos, había más conocimiento fuera. Aquí, al decir vino ecológico, te llegaban a preguntar «¿de qué está hecho?», literal. En España ya va habiendo, más sensibilización, la gente piensa más en su salud y en la del planeta.

-¿Tienen algún nuevo proyecto a la vista entre sus variedades?

-Siempre tenemos algo, somos gente inquieta. Hace tres años vinificamos la primera garnacha blanca ecológica del mercado, ahora queremos sacar al mercado el primer vino certificado como biodinámico. También otro elaborado con una uva autóctona de Muniesa, la derechero, que un proyecto del CITA lleva 10 años intentando recuperar.