El problema cada día es más evidente. Los oficios tradicionales han dejado de ser atractivos para sus potenciales trabajadores. La mano de obra escasea en la hostelería, en la construcción e incluso en el transporte, si bien es en este último donde menos se percibe. Patronales y sindicatos son conscientes de que la pandemia provocó un éxodo masivo de mano de obra a otros sectores como la industria. Y aunque la cuestión ya venía de lejos, los jóvenes ni se plantean dedicarse a estos oficios hoy por hoy.

Detrás de la demanda insatisfecha de mano de obra se esconde una baja aceptación de las condiciones laborales que proponen estos gremios y unos convenios salariales que, aun no siendo bajos, se revelan como insuficientes para atraer a jóvenes trabajadores. ¿Las razones? La dureza de los propios oficios y un «problema de base social»: la mala reputación que tienen las profesiones en la sociedad. Desde dentro, todos apuestan por «dignificar» estos gremios a través de la educación. De formar a verdaderos profesionales a través de la educación. Algunos expertos hablan incluso de «seducir a los padres», porque de ellos depende la visión de los hijos sobre estos oficios, y por ende, el relevo generacional.

«En estos oficios el mercado laboral muy segmentado, compartimentalizado por razones de experiencia y de movilidad geográfica. Y a ello se suman los imaginarios, negativos, que crean dificultad para rellenar nichos de mercado», apunta Luis Alberto Sáez, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Zaragoza.

Las cifras no son nuevas. «En la construcción, siempre que vengan los fondos europeos, necesitaríamos del orden de 8.000 a 10.000 personas más», resume Inmaculada Cugat, secretaria general de CEAC Aragón. Los sindicatos ponen el foco en la subcontratación, que, según Manuel Grande, de UGT Aragón, provoca «malas condiciones laborales y bajos salarios». Pero además, al grave problema de la entrada se une «el no todavía menor de la salida». Se refieren, claro, a la edad de jubilación, dado que muchos obreros acaban pidiendo la invalidez antes de poder retirarse.

En el sector del transporte, muy en boga hoy en día por el auge del comercio electrónico, todavía no se acusa una fuerte escasez de trabajadores. Desde la Federación de Transporte de Mercancías de Zaragoza (Fetraz), estiman que en el ámbito nacional faltan en torno a 15.000 camioneros, aunque en Aragón son solo unos cientos. Lo que sí existe es un envejecimiento de las plantillas, a lo que se suma el nulo reconocimiento de las enfermedades profesionales y la competencia desleal, según indica José Antonio Moliner, secretario general de Tradime.

 Hostelería

Pero el gremio que más acusa estos días la falta de personal es, sin duda, la hostelería. Tiene una motivación especial: los profesionales del sector trabajan cuando el resto del mundo se divierte. Y por ello lo que hace mella en los potenciales trabajadores es la enorme dificultad de conciliar. «Los salarios no son excesivamente elevados, la gente trabaja los fines de semana y festivos y se incumplen los convenios colectivos, sobre todo en los bares», denuncia Iván Colás, responsable de hostelería de OSTA. Un camarero cobra anualmente 18.673, 10 euros, según el convenio.

La mala prensa  también persigue a la hostelería. La sombra de la precariedad laboral les señala con el dedo. «El convenio de hostelería es el que menos cumplimiento tiene del país. Hay un porcentaje alto en lo que se da de alta al trabajador no coincide con la jornada que se les paga. Incluso la inspección de trabajo reconoce que la hostelería es el sector que mas sanciones sufre por incumplimientos de convenio colectivo», apunta Marta Laiglesia, de CCOO.

No obstante, desde la patronal niegan esta acusación en rotundo. «Nada tiene que ver la temporalidad con la precariedad», asevera Fernando Martín, presidente de Horeca Zaragoza, quien añade que «en nada tiene que ver la actual hostelería con la de antes». Lo primero, inherente al oficio por la eventualidad de los eventos y las temporadas, solo debería verse reflejado en una mayor flexibilidad en el mercado laboral, según defienden.

Pero existen soluciones. «En vez de tener un empleado a jornada completa podrían tenerse dos a media jornada», propone José María Marteles, presidente de la Asociación de Cafés y Bares de Zaragoza, quien tampoco es reticente a incentivar la llegada de mano de obra a través de incrementos salariales. «Pero por encima del dinero lo más importante es la conciliación y poder mantener una relación estable con la familia, y en eso debemos trabajar», concluye Marteles. En definitiva, «dignificar la profesión» a través de la formación profesional y cambiar la imagen de un oficio con el fin de modernizarla.

A los oficios tradicionales les toca modernizarse. Adaptarse a un tiempo en el que el ocio y la conciliación son condición sine qua non para captar mano de obra. «Remuneración, buenas condiciones de trabajo, transparencia y formación: todo ello sin que ello conlleve abusos» resume el profesor Sáez. Estas son las visiones de los implicados. Manos a la obra