Estaba soso el debate, que no era debate ni combate sino el discurso inaugural del presidente, tan tranquilo en la lectura, sin pitos ni abucheos. De vez en cuando lo interrumpían los lógicos aplausos de los cuatripartitos cuando Lambán repartía sus loas entre los logros de las distintas consejerías. Crecían más o menos los palmoteos, claro está, en función del asunto. No todos aclamaron la unión de estaciones o el proyecto olímpico –en la nieve no todo es blanco, bien se sabe­–, pero las cosas marchaban según lo previsto, navegando por aguas tranquilas en estos momentos en que el PP surca la comunidad sin brújula, ahora que además puede cruzar con su socialdemocracia por el centro del naufragio del PAR y Cs.

Estaba todo así, plano, hasta que el presidente lanzó un obús que cayó directamente en los cacahuetes de la Expo, donde asegura que quiere construir vivienda para los jóvenes que no tienen capacidad económica y quieren acceder a un hogar propio, ya sea en compra o en alquiler. 500 pisos nada menos, aunque en realidad no especificó si serían bloques, lindas moradas o simples habitáculos.

Pero a Jorge Azcón, el alcalde zaragozano que va para presidente popular, le recorrió un escalofrío. Rodeado de socialistas en la tribuna, Lola Ranera le clavó los ojos atenta a su reacción mientras el resto lo miraban de soslayo. El munícipe, que anda ya preparando la bilateral en la que Zaragoza y Aragón dejarán acordados asuntos de calado financiero como La Romareda, no esperaba semejante anuncio, y menos en esos suelos.

Le sentó mal enterarse al mismo tiempo que el resto aunque lo disimuló bien. Quizá por eso lo primero que le salió fue decir que es «ilegal» esa recalificación, aunque pronto matizó que «hoy en día» no se pueden hacer viviendas en la zona de la Expo y cerró garantizando que está abierto a la colaboración con el Gobierno en esos y otros suelos. De paso, a pregunta periodística sobre el atril de Lambán, respondió que de ese asunto ni hablar porque está «fenomenal» en el ayuntamiento.

El caso es que Lambán tiene claro que puede, o podrá, tocar el meandro, y por eso soltó la bomba que, independientemente de que encuentre réplicas posteriores, atronó en una plácida mañana de plática a la que asistieron personajes bien diversos. Muchos políticos, claro. Algunos tan clásicos como Ángel Cristóbal Montes o Martín Nicolás, pero también alcaldes, concejales o senadores, representantes sindicales varios, directores de medios de información, economistas, y altos cargos de la Policía, el Ejército o la Universidad.

El presidente decoró su disertación con diferentes personajes del pasado y el presente de Aragón, en un recorrido en el que recogió escritores: Javier Sierra, Manuel Vilas o Irene Vallejo, además del universo inolvidable de Ramón J. Sender, o la rae mejorada de María Moliner; estadistas variados como Fernando El Católico, el Conde Aranda, Ramón Pignatelli o Joaquín Costa; y notables de todo tipo como Ramón y Cajal, Luis Buñuel o Carlos Saura.

Terminó su apacible mañana entre citas, a la espera de que la segunda jornada tenga «cuidados y consensos». No será así. Por mucho que Aragón sea hoy una tierra de equilibrios, el jueves se espera diferente. Las bombas volarán esta vez desde el otro lado, «contra cierzo y marea».