La pandemia ha puesto de manifiesto la falta de infraestructuras que pudiesen dar acogida a múltiples adolescentes en diversos momentos de fracaso de su operatoria mental que se han visto abocados a estados de alienación mental con múltiple sintomatología, desde la ansiedad generalizada a estados de autolesiones y depresión de diverso orden llegando incluso a actuaciones suicidas en sus versiones más graves.

“En un momento como el actual, en el que resulta evidente la falta de recursos para atender las necesidades en materia de Salud Mental de los más jóvenes, creemos que este proyecto es más necesario que nunca”, asegura Diana Hidalgo, presidenta de la Asociación Aragonesa para la Investigación Psíquica del Niño y el Adolescente (Aapipna). Por eso, tras la experiencia de la pandemia, hace unos meses decidieron poner en marcha un centro de atención psicológica sin ánimo de lucro dirigido a jóvenes y adolescentes en la capital aragonesa, enmarcado en el programa 'Actividades socio pedagógicas para adolescentes con dificultades evolutivas (ASPADE)’, que da nombre al centro.

ASPADE es un lugar donde puedes expresar tus sentimientos en cualquier momento. Me han enseñado a respirar, a no rendirme, a mantener mi mente ocupada… Las psicólogas tienen mucha paciencia conmigo y tenemos una mascota, Rogelio, un dragón dibujado por nosotros”, explica una de las usuarias.

Tan solo el pasado año, en el Gregorio Marañón de Madrid, creció en un 400% la demanda de hospitalización de niños por problemas de Salud Mental. La OMS ha alertado de la ola de trastornos mentales de jóvenes de 10 a 18 años tras la pandemia”, advierte Elizabeth Palacios, psiquiatra y directora de ASPADE. El centro se ubica en la sede de la asociación Yacarandar, ubicada en el 26 de la calle Pedro Arnal Cavero de la capital aragonesa.

Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es una de las principales causas de enfermedad y discapacidad entre adolescentes a nivel mundial, siendo el suicidio la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años. “Tan solo en los cinco primeros meses del pasado año, en Madrid se registró un incremento del 30% en el número de camas de hospital, y estos datos tan solo tienen en cuenta trastornos graves o muy graves. Hay adolescentes con otros sufrimientos que también requieren de atención”, añade Palacios.

Además, afirman que no abordar los trastornos mentales de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden hasta la edad adulta y que afectan tanto a la salud física como a la mental, limitando sus opciones de llevar una vida adulta satisfactoria. Se trata de una realidad que, sin duda, se ha cebado con estos sujetos en un momento de búsqueda de sí mismos y de un lugar en el mundo, sin posibilidad de respuesta. “El ahogo del encierro, la caída de los momentos planificados, los sueños suspendidos o la imposibilidad de lugares que garantice espacios de inserción social, laboral o cultural, se ha traducido en estas cifras devastadoras”, admite.

Una realidad para la que ni en España, ni en Aragón, se cuenta con recursos para dar respuesta. “En ASPADE ofrecemos un espacio en el que hacer trajes a medida para cada uno de los casos de los jóvenes que nos están llegando desde que pusimos en marcha esta iniciativa. Lo que verdaderamente necesitan los jóvenes es que los escuchen cuando nadie más lo hace”, añade. Así pues, un centro de características socio pedagógicas se transforma en una de las mediaciones que puede hacer posible el trabajo mental con estos jóvenes, así como una alternativa al sistema actual que, como explica Palacios, “no está dando resultados”.

Un modelo que funcione

En Aragón, tras el ingreso en alguna planta de agudos, lo que se le demanda al adolescente es su rápida reinserción en el ámbito familiar y escolar. Pero, en la mayoría de los casos estos jóvenes llevan un tratamiento farmacológico y su control correspondiente, de forma limitada, reflejando las dificultades sanitarias de atención. En otros casos, no demasiado frecuentes, pueden ser acompañados por algún encuentro psicológico de apoyo y en el mejor de los escenarios una psicoterapia algo más formalizada en algún consultorio privado.

El equipo del centro está formado por siete psicólogos, una psicopedagoga, dos alumnos en práctica, dos coterapeutas especialistas en trabajo grupal y una psiquiatra, así como cinco acompañantes terapéuticos para sostener a estos jóvenes y un grupo de padres. “El contexto y el entorno de estos jóvenes es una pieza clave a la hora de dar respuesta a cada una de estas casuísticas”, añade la directora.

Entre sus objetivos principales se encuentran el evitar ingresos hospitalarios que estigmatizan, buscar una alternativa al aislamiento que sufren estos jóvenes y que impiden la inserción social, familiar, escolar, contribuyendo a evitar una recaída: “Buscamos crear un nuevo modelo que funcione”.

Un lugar donde se sienten seguros

Carmela Salillas es una de las psicólogas de AAPIPNA que trabaja en talleres con estos jóvenes. Antes de dar comienzo a su presentación, muestra un mural realizado por los seis jóvenes que integran su grupo de adolescentes, un trabajo en equipo. “A lo largo de la semana hacemos talleres de dos horas de duración, de temática muy variada que va desde alguna disciplina artística, pasando por la meditación. Pero, sobre todo; buscamos generar momentos de intercambio y de charla para que hablen entre ellos”, explica.

En estos momentos, estos jóvenes -muchos de ellos no pueden asistir a sus centros escolares a causa de su estado emocional- están preparando la decoración de Navidad de la asociación. Toda realizada a mano por ellos. “Lo importante es que van construyendo aquí su lugar, un lugar donde se sienten seguros y están a gusto, y eso es fundamental”, asevera. Además, en varios de estos casos, han logrado evitar el ingreso de estos jóvenes en un centro.