Adolescentes y tecnología son a menudo un binomio conflictivo. La popularización de las denominadas TIC, (Tecnologías de la Información y Comunicación), ha supuesto un auténtico terremoto en la manera de relacionarnos con el mundo y, especialmente, dentro de los hogares. Que levante la mano la madre o el padre que no haya tenido una discusión con sus hijos sobre el uso del móvil. En ocasiones, predomina la incomprensión.

Unicef presentó el pasado lunes 22 una radiografía sobre el impacto de este tipo de herramientas a través de una encuesta hecha a 50.000 jóvenes de 11 a 17 años en toda España que arrojan conclusiones que aspiran a ser una reflexión sobre el mundo que ha dejado tras de sí la pandemia, donde la falta de interacción directa sumergido todavía más –si cabe- a los menores en el mundo digital. Uno de los datos más llamativos del informe es que uno de cada tres de los encuestados hacen un «uso problemático» de internet. Primera pregunta: ¿Qué es un «uso problemático»?

«Es un concepto técnico que deriva de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no lo reconoce como una adicción comportamental. El rasgo esencial para detectarlo es la dedicación intensa, interfiriendo en otros aspectos de la vida», explica Nacho Guadix, responsable de educación y derechos digitales de la infancia de Unicef.

En el día a día, la primera brecha que hay que derribar al tratar el tema es la generacional. No ser boomer, vaya. Guadix da una clave: «Para ellos, fundamentalmente son tecnologías para relacionarse, tienen una percepción positiva de ellas. Siempre nos va a parecer que están muy conectados, pero hay que pensar que si nosotros hubiésemos tenido esa oportunidad con los amigos no la habríamos dejado pasar».

Según se desprende del informe de Unicef, los chavales, de media, tienen entre sus manos su primer móvil a los 11 años. Entre 1º y 2º de la ESO, nueve de cada 10 ya tienen Smartphone; en 3º y 4º de Secundaria, la cifra ya es prácticamente unánime. De nuevo, Guadix llama a la calma. «Es inevitable ceder a la presión del móvil porque eso significa estar o no en el mundo. La clave es el acompañamiento que hagamos para que sepa identificar los riesgos».

En momento en el que la salud mental se está poniendo más en valor que nunca, el estudio hace hincapié en las consecuencias de un mal uso de la tecnología por los adolescentes. De nuevo, aparecen los riesgos de caer en la depresión, tres veces mayor entre los que hacen un uso abusivo. Y su cara más dramática. Casi un 11% de los menores han tenido pensamientos suicidas en alguna ocasión. 

Sexting

El informe deja patente unas cifras a todas luces delicadas. El 27% de los adolescentes han recibido recibido contenido sexual en sus dispositivos, una de las dos acciones que definen al sexting. La otra es enviarlo, algo que confiesa haber hecho al menos el 8%.

 Y un aspecto alarmante. Uno de cada 10 menores han reconocido que un adulto les ha hecho alguna vez una proposición de carácter sexual. «Esto habla más de la sociedad que tenemos que de los propios adolescentes o de la tecnología en sí», asume Guadix. El problema se puede acrecentar cuando se da el salto del mundo virtual al físico. Más de uno de cada cinco adolescentes respondió ‘sí’ cuando se le preguntó si había quedado con una persona a la que conocía exclusivamente de Internet.

La cuadratura del círculo sobre las cuestiones que más en boga están en la actualidad la completan los videojuegos. Su mayor accesibilidad a través de los smartphone, la posibilidad de invertir dinero en los contenidos y por ello ser la posible puerta de entrada a las apuestas online, hacen de esta costumbre un aspecto que ponen en alerta a los expertos. 

De nuevo aquí se mezcla con el componente generacional. El experto de Unicef lo explica: «Ser mejor en el juego está asociado a una mayor aceptación social y eso puede afectar a la construcción de la personalidad».

Con todos estos ingredientes sobre la mesa, Guadix sienta las bases de cómo enfocar la nueva realidad que ponen ante nosotros la mayor accesibilidad de internet. En su receta, todo pasa por un colaboración entre empresas tecnológicas, familias e instituciones. Pero, ante todo, «huir del prejuicio y del alarmismo».