El Augusta –el Continente para los nostálgicos– fue el primer centro comercial moderno que abrió en Zaragoza y esta semana ha cumplido 26 años. Su inauguración supuso una revolución (muy contestada por los tenderos de los barrios y el centro de la ciudad) que triunfó durante sus primeros lustros de existencia. Después, con la llegada de la crisis de 2008 y la apertura de otros grandes complejos (Gran Casa primero, en 1997; Plaza, en 2008; y Puerto Venecia más tarde, en 2012) los cierres de los negocios fueron en aumento y hoy no quedan ni 30 establecimientos abiertos de los 140 locales con los que contaba en 1995.

Carrefour es en la actualidad el motor económico de este recinto y, además, es el propietario del centro desde 2013. Sin el hipermercado, muchos de los negocios que quedan abiertos cerrarían. Pero hubo un tiempo mejor, un tiempo en el que las previsiones de afluencia eran hoy inimaginables y un año, 1996, en el que el Centro Comercial Augusta recibió la visita del Rey del Pop. Michael Jackson, el día de antes de su concierto en La Romareda el 24 de septiembre (el único en España de su gira HIStory), decidió darse un baño de masas y pasearse por el complejo para comprarse su propio disco y también el de la Macarena de Los del Río, que por aquel tiempo habían sacado varios especiales con su hit internacional.

En 2018, los actuales propietarios del complejo anunciaron una «inversión millonaria» para modernizar las instalaciones del Augusta, pero nada se ha sabido desde entonces. ÁNGEL DE CASTRO

Un año antes, la inauguración contó con la presencia de 1.500 personas, autoridades incluidas, aunque no asistió la entonces alcaldesa, Luisa Fernanda Rudi, que había mantenido desavenencias con los promotores del centro, Sicione, por el retraso en la construcción del scalextric que enlaza la carretera de Logroño con Hispanidad y la avenida Navarra. Se abrieron los 50.800 metros cuadrados de superficie comercial (20.000 de hipermercado), el párking para 3.000 coches y la previsión era recibir 12 millones de visitantes durante su primer año de apertura (230.000 cada semana).

«Fue espectacular. Me pareció lo más bonito que había visto nunca», recuerda una de las trabajadoras que resisten en el centro, que tuvo la oportunidad de asistir a la inauguración. «Ahora vienen clientes de los de toda la vida que llevan tiempo sin pasarse por aquí y a muchos les dan ganas de llorar. No queda nada», afirma esta dependienta, que prefiere mantenerse en el anonimato.

Según su experiencia, los comercios que todavía quedan en el Augusta «sobreviven», pero «mal». «Fatal», añade. «Si se cierra a las 10, a menos diez ya estamos mirando el reloj para irnos corriendo. Si no llega a ser por el Carrefour estaríamos cerrados», dice.

De la treintena de tiendas que quedan, apenas «cuatro o cinco llevan toda la vida» y la segunda planta se ha cerrado al público porque ya no queda ni un solo negocio. De siempre están las joyerías, principalmente, y la tienda de juguetería y productos especializados Superocio, que mantiene en el Augusta su único local abierto. En el recinto llegaron a instalarse grandes cadenas de ropa, los cines (que cerraron en 2013), un McDonald’s... «Ahora no queda nada. El año pasado cerró San Carlos y Brigitte y creo que hay otras dos que cuando pase la Navidad cierran también», añade la tendera anónima. «Vivimos de los clientes de toda la vida que vienen de propio porque es fácil aparcar y de internet», cuenta la responsable de otro de los comercios.

Michael Jackson se compró en el Augusta un disco suyo y otro de Los del Río. ÁNGEL DE CASTRO

Sin embargo, todavía hay valientes que se animan a abrir en Augusta. Es el caso de Juanma Jiménez, propietario de Scoop, una tienda de productos nutritivos y comida para deportistas. «Fuera hay un gimnasio grande y aquí podemos tener un local más grande por el mismo precio que uno más pequeño en otro lado. Además, al estar tan especializados, la gente nos busca», explica.

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El ambiente hoy en el centro comercial es estéticamente idéntico a cuando abrió. Al entrar en la galería, parece que aún huele a palomitas. Los suelos, las barandillas y los techos de cristal son noventeros a más no poder. Casi todo, menos el nombre del híper, sigue igual que cuando Michael Jackson pisó el Augusta. Y como el Rey del Pop, también ha caído en desgracia.

Actualmente, el futuro de este centro sigue en el aire. Sus propietarios anunciaron hace más de tres años una inversión millonaria para revitalizar las instalaciones. Pero nada se ha sabido desde entonces y los arrendados de los locales creen más bien que la estrategia es la contraria: «Quieren que se vacíe. No ponen ningún interés en atraer nuevos negocios y así, cuando no quede ninguna tienda, tendrán excusa para vender los suelos», opina otra fuente anónima que conoce bien el Augusta. «El verano pasado no hubo ni aire acondicionado. Nos quieren echar», asegura. La gerencia del Augusta no ha respondido a los requerimientos de este diario para participar en el reportaje.