Son muchos los que aprovechan las fechas festivas del principio del mes de diciembre para comenzar con los preparativos de las fiestas navideñas. Montar el árbol, poner el belén y comenzar a hacer acopio de los turrones, mazapanes y pastas que endulzarán las comidas familiares que están cada vez más cerca. Es por ello que los obradores que se sitúan en conventos y monasterios comienzan estos días a preparar «con mucho cariño y oración» la que es la temporada de mayores ventas de pastas y dulces.

Las hermanas clarisas de Monzón cuentan con una pequeña tienda. | EL PERIÓDICO

Son varias las congregaciones de religiosas que, repartidas por todo el territorio aragonés, dedican su tiempo a elaborar todo tipo de dulces y turrones. Las carmelitas, las agustinas, las capuchinas, las dominicas y las clarisas, aunque continúan venciendo dulces durante todo el año, es en las semanas previas a la Navidad y sobre todo durante el puente cuando más compras reciben.

«Venimos de una temporada de verano muy baja y se nota que la gente está animada» comenta la religiosa Gema, madre superiora del Monasterio de Santa Mónica en Zaragoza. Estas monjas agustinas llevan desde el pasado junio vendiendo dulces y esperan que a largo plazo se convierta en el motor de su economía. Durante este mes sustituyen las magdalenas por turrones de chocolate y las galletas de mantequilla de distintos sabores.

En el caso de las hermanas Carmelitas Descalzas situadas en Maluenda, desde hace seis años se dedican a vender sus dulces y con la recaudación pagan la seguridad social de las religiosas, mantienen el monasterio y una residencia para jóvenes en Perú. «Vivimos en un edificio que tiene 373 años, siempre hay algo que arreglar», comenta la madre María Concepción.

Y es que la tradición no es incompatible con las nuevas tecnologías y las religiosas son conscientes de la necesidad de modernizar el proceso por lo que en todos los conventos se pueden realizar pedidos por teléfono y algunos están arrancando pequeñas páginas web. Es lo que hacen las hermanas clarisas del monasterio de la Inmaculada en Monzón, desde hace años con el uso de los sistemas de mensajería consiguen que en cuestión de 24 o 48 horas sus dulces lleguen «a Zaragoza pero también a sitios más alejados como Barcelona, Madrid o Salamanca», comenta sor María.

A través de cualquier medio, todas comparten el mismo objetivo, llevar con dulces sus buenos deseos de Navidad a las mesas del máximo número posible de familias aragonesas.