Estas navidades deben ser las de la vuelta a la normalidad para el cava aragonés. Al menos esa es la esperanza para un sector que trata de lamerse las heridas tras un último año, el del 2020, que interrumpió un crecimiento que hasta ese momento parecía imparable. Esta vez, la prudencia impera entre las bodegas de la comunidad, que mantienen la respiración hasta conocer si habrá algún tipo de restricción sanitaria debido al repunte de casos de coronavirus que se está registrando en las últimas semanas.

La principal peculiaridad del cava es que es un producto tremendamente estacional y se concentra sobre todo en estas próximas semanas de celebraciones. Un todo o nada para esta parte de la producción vinícola.

«Cada año producimos unas 300.000 botellas de cava y el 80% se venden en los últimos tres meses y, concretamente, en estas dos semanas que vienen», detalla Javier Domeque, responsable de marketing de Bodegas San Valero, uno de los principales productores de la comunidad al amparo de la Denominación de Origen Cava, el sello de calidad de carácter supraautonómico del Ministerio de Agricultura.

Las dos patas fundamentales para llegar al gran público para la bodega son la hostelería y las grandes superficies, motivo por el cual están inmersos en los últimos días para obtener una buena visibilidad en estos últimos. Si bien no esperan repetir la facturación de 2019, que fue de 11 millones de euros, según traslada Domeque, sí espera que se alcancen los nueve o 10 millones en el cómputo global.

La gran apuesta de esta bodega instalada en Cariñena es Gran Ducay, un brut nature que suele colarse en las mesas aragonesas y del resto del panorama nacional. De hecho, según traslada Domeque, solo un 20% de la producción tiene un destino internacional, que en su caso son China, Japón o Rusia, un mercado al que se han abierto recientemente.

«Si hay normalidad, esperamos que estas navidades se produzca un gran crecimiento por todo lo que no se pudo vender el año pasado», reconoce. 

Incertidumbre

Unas expectativas que comparte Susana Ruberte, la primera mujer enóloga de Aragón y cabeza principal de Bodegas Ruberte, una marca integrada en el grupo homónimo, también comandado por ella, que cobija a otras tres bodegas del Campo de Borja. 

Este año, la producción de su cava brut nature será de 20.000 botellas, unas cifras similares a las que vienen sacando al mercado en estos últimos años y, por segundo año consecutivo, se mantiene a la expectativa de la acogida que tendrá durante la semana navideña, que hoy todavía resulta un interrogante. «Hay incertidumbre sobre todo para ver qué producción se dirigirá a la hostelería porque ahora mismo también es una incógnita el número de comidas y cenas de empresa que habrá en estas próximas fechas. Hay miedo a cargarse de estoc y se está esperando a última hora», reconoce Ruberte. 

Mirando de reojo al curso pasado, reconoce que este año las cosas van bien «dentro de lo que cabe», donde el objetivo principal que se marcan es la recuperación del mercado nacional y, especialmente, el aragonés, su punta de lanza. 

A pesar de ello, ve un gran margen de mejora que pasa, eso sí, por un cambio de las costumbres. «En Aragón, por desgracia, nos falta cultura de tomar el aperitivo o comer con cava. Es algo que en otras zonas está muy presente. Sí es cierto que aquí cada vez hay más gente, pero todavía falta mucho camino», asume.

El recorrido por esta ruta del cava aragonés concluye en la tercera de las cuatro bodegas de cava de la comunidad: Bordejé. Su propietario, José Ignacio Bordejé, mantiene el mismo discurso, dejando una puerta entreabierta a la incertidumbre. «Las expectativas son buenas; después la realidad será la que será», afirma, en alusión a hipotéticos cambios en la normativa sanitaria que afecten a las ventas. 

Tras un 2020 que califica como «atípico», subraya que las previsiones son «buenas» para esta campaña y, por extensión, del resto del año. En una bodega de venta directa al público como esta, ubicada en Ainzón, subraya que la evolución de estos últimos años hacia unos pedidos más enfocados en la última hora dificulta todavía más si cabe establecer una previsión clara con anterioridad.