«Pero es que no le he dicho todos los regalos que quería». Esta ha sido una de las muchas estrategias que los más pequeños tenían para poder volver a entrar esta mañana a la casita del que probablemente sea el personaje más popular de toda la plaza del Pilar, Papa Noel.

El centro neurálgico de la Navidad en Zaragoza reúne este año cuatro mundos en uno. Nada más terminar la calle Alfonso un cartel los señala: a la derecha, Laponia y el Mundo de la Navidad; a la izquierda, Belén y Oriente. Cada cual es libre de elegir a quien quiere visitar primero pero, a las doce de la mañana, las colas eran ya inmensas en cualquiera de los puntos y los carritos de bebé eran el medio de transporte más usado en la plaza.

Los tiempos de espera no han podido con la ilusión de los más pequeños y es que para Paula, esta mañana, hasta hacer cola era divertido . «Aun no sé todo lo que voy a pedir pero tengo muchos días para pensarlo», afirmaba la pequeña enfundada en un abrigo rosa. «Hay mucha gente, más que otros años pero las colas van rápido», afirmaba Jesús, su padre, mientras pacientemente esperaba para que la pequeña pudiera subir a una de las tres carrozas donde los pajes han comenzado a recoger las cartas para enviar a Oriente.

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La Navidad se vive en la plaza del Pilar Ángel de Castro

Al lado de las carrozas y los pajes los había que no tenían intención de visitar el tradicional belén zaragozano y pedían a sus padres «ir a por algodón de azúcar» porque lo consideraban «mucho más divertido que las figuritas».

Justo en el otro extremo de la plaza, en Laponia, mientras a la entrada la fila era cada vez más larga, a la salida la mayoría se encontraban en shock después de su encuentro con el gran hombre de rojo. Para Carlos y Emilio era la primera vez. «Hemos madrugado y no había mucha gente, así que aún podemos aprovechar la mañana», afirmaba el padre de los pequeños que casi continuaban con la boca abierta.

Otro de los espectáculos que los pequeños pudieron disfrutar ayer por la mañana fue el de la Tronca de Navidad, tradición pirenaica que el Ayuntamiento de Zaragoza ha recuperado este año en las calles de la ciudad. «Estaba el gigante Totón, hemos dicho un conjuro y la Tronca nos ha dado caramelos, ¿verdad?», relataba la madre mientras los dos pequeños asentían todavía maravillados por el ambiente invernal.

La última parada para muchos fue ayer el mundo de la Navidad donde una cuentacuentos conseguía mantener absortos a grandes y pequeños con sus bailes e historias.

Un poco más atrás los puestos de comida se habían convertido en la salvación de muchos ante el frío de la mañana y, aunque los puestos de artesanía no han conseguido la misma cola que Papá Noel, se mostraban «muy contentos con la gran cantidad de clientes» y aseguraron que ayer cerraban «un muy buen puente en cuanto a ventas».