El runrún se extendía esta tarde entre los corrillos de padres del colegio público Jerónimo Zurita de Zaragoza. «¿Cuál es el tema? ¿Cierran o no cierran?». Lo preguntaba un hombre a la profesora que despedía a los niños, pero la respuesta era para todos la misma: «No sabemos nada todavía». Mientras tanto, el patio de este centro educativo del barrio de La Almozara, en la margen derecha del Ebro, comenzaba a encharcarse, como ya sucedió en 2015. Entonces, los daños afectaron a la caldera y a algunas tomas de luz y las clases se cancelaron durante tres días. 

La valla que separa el colegio Jerónimo Zurita del Parque de la Cruz Roja, anegado por la crecida del Ebro. Andreea Vornicu

Las opiniones no eran coincidentes a la salida de clase. Por un lado, las madres como Laura, que ya vivieron la avenida de hace seis años con sus hijos en el colegio, abogaban por la precaución. «Si no es seguro, prefiero que cierren dos o tres días», comentaba. Pero para otras como Katrina, la cancelación de las clases se avecina como un irresoluble problema de conciliación. «Como no me dejen llevárme a los niños al trabajo, no sé con quién los dejo. Hay familias que no están capacitadas para responder a la falta de clases», aseguraba la mujer, que añadía que quizás Azcón se había «precipitado» con el anuncio.

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Sea como fuere, los profesores se marchaban este lunes a sus casas sin saber si hoy abrirían sus aulas. «Hay mucha incertidumbre. De momento no hay nada oficial», apuntaba una tutora de primaria. Y con una comunidad educativa volcada en las labores de prevención, en el centro ya se guardaron a buen recaudo –las plantas superiores se convierten en feudos contra las riadas– los instrumentos del aula de música y otros almacenes. Varios sacos apilados esperaban a ser colocados en los bajos del edificio y en las ranuras inferiores de las puertas, a modo de dique.

Detrás de la valla de la escuela, el agua inundaba ya el Parque de la Cruz Roja. Los curiosos se acercaban a ver la estampa fluvial, sorprendidos pero ya casi habituados. Gregorio y Ángeles ya han vivido muchas riadas.«En 2015 se nos inundaron treinta y tantos trasteros porque nuestro garaje es de los más bajos, pero hoy de momento nada. Hemos sacado los coches a donde hemos podido, por si acaso», decía el hombre.