La punta de la riada todavía no ha llegado a Zaragoza pero en los municipios que hay aguas abajo del Ebro no apartan la vista del cauce, que en este lunes a medio día llevaba un caudal de unos 1.500 metros cúbicos por segundo a su paso por Quinto. “Estamos viviendo la situación con muchísima preocupación. Todavía no sabemos lo que va a llegar a Zaragoza y estamos pendientes de lo que pueda aportar el Gállego, que para nosotros es siempre la puntilla en todas las riadas. Esta vez, parece que no lleva tanta agua”, explica el alcalde de esta localidad, Jesús Morales, refiriéndose al afluente del Ebro.

En esta localidad de la Ribera Baja todavía no están notando las consecuencias de la avenida pero “hay algunos campos que por la filtración empiezan a estar húmedos”. “Aquí las afecciones ocurren siempre en la zona de la Huerta Baja y cada vez que hay una riada se anegan a unas 1.800 o 2.000 hectáreas”, dice Morales. El pueblo está asegurado con unas motas que protegen los cultivos más cercanos al Ebro pero el problema está también en el agua que llega hasta el término municipal de Quinto por fuera del cauce habitual.

“El casco urbano nunca se ha inundado con las últimas riadas porque las motas protegen la huerta y, por tanto, también el pueblo. Todos los escenarios están encima de la mesa y tenemos identificadas las zonas y las casas que se podrían inundar si reventaran las motas pero si eso pasara sería catastrófico. Tenemos un plan por si llega a ocurrir, pero esperamos que no sea necesario ponerlo en marcha”, admite el alcalde.

En Quinto, asimismo, no hay explotaciones ganaderas en las zonas susceptibles de inundarse pero ya el viernes el ayuntamiento emitió un bando para que los vecinos sacaran de las huertas a los perros u otros animales domésticos de sus parcelas, además de maquinaria agrícola y otros vehículos.

“Hemos estado revisando con la UME (Unidad Militar de Emergencias) las motas y pensamos que pueden aguantar pero el problema, aunque las motas se ablanden por la humedad, suele ser el desbordamiento del río aguas arriba, que nos llega ya por fuera del cauce”, insiste el regidor, que admite que la moral de los quintanos está resentida. “En los últimos 15 o 16 años ha habido cinco o seis riadas extraordinarias y cada vez que llega una nueva sentimos mucha frustración. Los vecinos están desesperados y muy nerviosos porque tampoco sabemos qué hacer ya. Exigimos más limpieza y más actuaciones en el cauce porque somos municipios fundamentalmente agrícolas y esto mina mucho la economía de la zona”, denuncia Morales.

Desalojos en Pina de Ebro

Por su parte, en Pina de Ebro la preocupación pasa también por el casco urbano del municipio, que en ocasiones anteriores ya se ha anegado a causa de las riadas. “Los ánimos están muy bajos”, asegura la alcaldesa de la localidad, Mercedes Abós, que cuenta que ya han desalojado a las personas con movilidad reducida del pueblo para evitar complejos rescates después y a los animales de las explotaciones ganaderas de la zona.

“Hemos estado revisando y reforzando las motas, pero la población peligra. Siempre hay miedo y según nos dicen aguas arriba la riada es más grande que en 2015, cuando tuvimos que dinamitar la carretera para evitar que se acumulara más agua porque casi nos ahogamos en el pueblo”, relata la regidora.