Todos los caminos conducen a la riada. Mejor dicho, todos los paseos, matutinos o vespertinos, que se han dado los zaragozanos este martes han convergido en los puentes y riberas del Ebro. La expectación reinaba ante los avisos de que la de diciembre de 2021 podía ser la peor crecida del siglo en la capital aragonesa. Pero en esta ocasión, por suerte, al Ebro no le ha dado por hacer historia, y los valores de la avenida a su paso por Zaragoza han quedado por debajo de los registrados en 2015 y 2003 y las afecciones fueron mínimas, con algunos garajes inundados, un rescate en Monzalbarba y mucha resignación entre los pocos damnificados.

El embarcadero de Vadorrey, el puente de Santiago y el de Piedra, la pasarela del Voluntariado o el entorno de la arboleda de Macanaz. Cualquier lugar próximo a la ribera servía de mirador improvisado para los curiosos. Y eran precisamente más curiosos que inquietos, porque aunque el río bajaba fiero, las gentes de la capital aragonesa relativizaban la situación. «Impresiona, pero no es para tanto», comentaban María Jesús y José Antonio, vecinos del Actur, mientras la mujer fotografiaba las aguas con la basílica del Pilar al fondo. «Es una buena crecida, pero no de las peores», aseguraba Alberto, que paseaba a sus perros a orillas del embarcadero de Vadorrey. «Otros años ha inundado el paseo de la Ribera [en Valdefierro, junto al embarcadero], le secundaba Miguel.

Los curiosos fotografían el río en el puente de Santiago. Jaime Galindo.

No andaban desencaminados los más veteranos en esto de observar las crecidas del río. La cresta de la avenida extraordinaria no ha alcanzado las previsiones arrojadas por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) para su paso por Zaragoza. La punta de la riada ha atravesado la ciudad al caer la tarde, quedándose el caudal cerca de los 2.200 metros cúbicos por segundo y la altura del río en 5,7 metros al atravesar el puente de Santiago. El órgano había estimado que la cantidad de agua podría haber alcanzado los 2.500 metros cúbicos por segundo e incluso los 6,10 metros de altura, pero desde primera hora de la mañana las autoridades comenzaron a rebajar las peores previsiones. Fue el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, el primero en reconocerlo, aunque este lunes afirmó que los daños serían más graves que los de la riada de 2015. 

La riada ha anegado el acceso a las instalaciones del CN Helios. ANDREEA VORNICU

"El Ebro es la cloaca de Zaragoza. Así, por lo menos, se limpia"

«Nada, nada, esto es un chiste», le contaba un hombre a su compañero de paseo junto a las vías del tranvía en las murallas romanas. «Lo de Calatayud en los años 50. Eso sí que eran riadas. Mira, el Ebro es la cloaca de Zaragoza. Así, por lo menos, se limpia», comentaba el señor. Más se sorprendían quienes no acostumbran a ver el Ebro crecido. Tres chavales franceses, entre gritos, señalaban el río y se agolpaban sobre el murete del puente de Santiago.

En cualquiera de los casos, la cresta de la crecida llegó a Zaragoza para quedarse, al menos por unas cuantas horas más. El caudal se mantendrá durante las próximas 36, según informó la CHE, un lapso de tiempo también inferior al de 48 horas que se había estimado en un primer momento.

El entorno urbano de Zaragoza ha resultado afectado, pero las consecuencias han sido en realidad mínimas. El ayuntamiento ha cortado dos carriles del tercer cinturón a la altura de la calle Alfonso Zapater, en sentido puente Giménez Abad, por la inundación causada por la crecida, y además ha recomendado tomar caminos alternativos y tomar precauciones para circular o buscar itinerarios alternativos.

Los Bomberos de Zaragoza solo han tenido que realizar una quincena de salidas, la mayoría inspecciones a lugares afectados por la avenida extraordinaria, como Monzalbarba, el recinto de Ranillas, Torre Urzaiz, Pastriz, el club Naútico y la calle Luis Legaz Lacambra. Además, los efectivos se trasladaron a inspeccionar el parking de la plaza del Pilar y el pabellón siglo XXI debido a la entrada de agua en las últimas plantas del sótano. El equipo de bomberos comenzará a achicar agua en los próximos días, una vez que la crecida del Ebro deje la ciudad y la situación permita acometer estos trabajos.

Garajes bajo el agua

Habían sido previsores los vecinos de las riberas del río. Durante la semana sacaron los vehículos de los garajes subterráneos y vaciaron sus trasteros. En Vadorrey, donde era imposible acceder al embarcadero fluvial, se daba el curioso caso de que los edificios más cercanos a la orilla sufrieron menos consecuencias que otros más alejados. En una urbanización en la calle Jorge Sánchez Candial, el agua ha comenzado a entrar a través de las juntas y las fisuras del suelo en el garaje a las cinco de la tarde. Sin embargo, el edificio está capacitado para contener la subida del nivel freático. 

Un garaje en el barrio de Vadorrey, con más de un palmo de agua tras el paso de la punta de la crecida del Ebro. El Periódico

El acumulado superó poco más de un palmo, dado que el edificio cuenta con un sistema de recogida de agua a través de fosas que expulsan al alcantarillado a través de una bomba de achique. «Cuando te compras una casa cerca de la ribera ya sabes lo que hay, como quien se la compra al lado de un aeropuerto», explicaba Juan Antonio, expresidente de la comunidad, mientras ayudaba con las operaciones de extracción del agua ataviado con sus botas de agua.

 Unas cuantas manzanas más cerca del río, Carmen y Fernando salían de su plaza de aparcamiento subterránea. Apenas se habían generado unos charcos, por lo que ni habían sacado su vehículo. Fernando, que trabajó como conserje en los pisos de alrededor, tenía claro que nada tenía que ver esta avenida con la de 2015. «Aquella fue mucho peor. El problema de esta llegará si se mantiene demasiado tiempo el caudal alto», comentaba mientras volvía al exterior de la boca del parking, a la altura de la calle Nobleza Baturra. La cresta de la crecida del Ebro de finales de 2021 ya ha dejado su rastro en Zaragoza. No será histórica, pero los curiosos de las riberas la guardarán en su memoria.

La entrada al CN Helios este martes, anegada por las aguas del Ebro. Jaime Galindo