Como tres auténticos bastiones. Las tres zonas críticas ante la crecida extraordinaria del Ebro, la Ribera Alta, la ciudad de Zaragoza y la Ribera Baja, han resistido a la embestida de diciembre de 2021. El último de ellos, aguas abajo, ha recibido este miércoles la cresta de la avenida, alcanzando Pina de Ebro a mediodía y Gelsa sobre las 19.00 horas. En ninguna de las tres zonas el agua ha llegado a inundar los cascos urbanos, bien por las labores de prevención comandadas por el puesto de mando avanzado y la vitoreada cooperación entre las unidades de emergencia, bien porque al río no le ha dado por cumplir los peores presagios. Aragón, a falta de ver salir el exceso de aguas por Mequinenza, ya respira, aunque no pierde de vista las miles de héctareas de cultivo anegadas por la crecida.

Los pueblos de la Ribera Baja del Ebro oían el rumor de la riada desde el pasado fin de semana. Este miércoles, tras casi una semana en tensión, las localidades del eje de la N-2 recibieron la punta de la crecida extraordinaria del Ebro casi como algo cotidiano. Hubo de todo. Unos lo vivieron con suma tranquilidad, y otros, como Miguel, durmieron «con un ojo abierto y el otro cerrado». Mientras tanto, la crecida abandonaba Zaragoza poco a poco. El nivel del aguaha descendido casi un metro y el caudal registrado era de 1.600 metros cúbicos por segundo, cuando el martes se alcanzó un pico de 2.150 metros cúbicos por segundo.

En Pina de Ebro, donde se esperaba el punto de mayor riesgo para la jornada de ayer, el presidente aragonés, Javier Lambán, constató en su visita al puesto de mando avanzado que ya se puede empezar «a respirar con cierto alivio», aunque «sin bajar la guardia». Destacó el jefe del Ejecutivo autonómico que es «muy positivo» limpiar de gravas y vegetación del río para reducir las consecuencias de las avenidas, lo que sirve de acicate para «seguir aplicando el Plan Ebro 2030», dijo Lambán.

El agua rompió una mota de contención en El Burgo de Ebro. ANDREEA VORNICU

Avanzaba la avenida extraordinaria del Ebro y a su paso iba tirando abajo algunas –más bien pocas– motas de protección. En Villafranca, El Burgo de Ebro o Fuentes, entre otras localidades, estos pequeños diques de tierra cayeron, lo que no supuso afecciones para los núcleos urbanos, pero sí para el campo. El caudal alcanzó los 2.000 metros cúbicos por segundo a las 11.30 horas y el nivel máximo del río en Gelsa subió hasta los 5,06 metros, cuando en Zaragoza creció hasta los 5,50, según los datos emitidos por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE).

Respecto a las carreteras, ayer por la tarde continuaban cortadas la A-1107 en Pina de Ebro, la CP2 entre la A-126 y Novillas y la A-127 a en el acceso a Gallur desde la A-127. Por otro lado, se reabrió al tráfico el tramo de la carretera CP-03 que une a las localidades de Pradilla y Boquiñeni.

El campo, anegado

Fue el campo el que más ha sufrido estos días, también en la Ribera Baja. En Quinto de Ebro se contabilizaron 1.000 hectáreas de cultivos anegadas, según Jesús Morales, el alcalde la localidad. El nivel del río, sin embargo, alcanzaba los cinco metros a mediodía, por lo que no se esperaba sobrepasar los 5,20 (por debajo de los 5,50 en 2018 y de los 5, 85 en 2015). En El Burgo, la huerta que siempre queda inundada volvió a hacerlo: entre 300 o 400 hectáreas de cereales y alfalce se ven afectadas. Allí se construyó un cordón de refuerzo con gravas ante la duda de que la mota resistiera la presión. Es la primera vez que se ha corrido este riesgo, dado que está pendiente el refuerzo de la mota actual.

La alcaldesa de Pina de Ebro, Mercedes Abós, comentaba en la mañana de ayer que la avenida está siendo «muy extraña». La situación cambiante y lo que se prolongará la meseta son prueba de ello. Abós añadía que los vecinos estaban nerviosos, pero sobre todo «cabreados». La mayoría de ellos habían salido a pasear para comprobar con sus propios ojos la magnitud de la crecida. «Esta es la guerra de siempre», apuntaba Francisco Javier Cuén, el responsable de la depuradora de Pina, mientras realizaba labores de extracción con una bomba en una caseta para aliviar la potencia del caudal. «Sin esta estación, el agua subiría por los sumideros de las casas», manifestaba Cuén, orgulloso del trabajo.

El Ebro remonta una cuesta a la altura de la ARA-1. ANDREEA VORNICU

Los más veteranos de la localidad hacían las veces de caudalímetros. «En 2015 aún hubo que poner sacos en la orilla, pero con esta no hará falta», afirmaba Tomás, que recordaba que en la riada de 1961 las barcas iban por la plaza del pueblo y que aquello «parecía Venecia». Sin embargo, también los hay que han vivido estos días su primera riada. No es Remedios Álvarez precisamente una niña, pero vive en Pina desde hace solo un año con su sobrino tras dejar su Galicia natal. «Impresiona, pero no estoy asustada», dice con un marcado acento, para advertir mientras se despide que «el agua no respeta a nadie». En Pina, 69 personas habían sido evacuadas, la mayoría de ellas con movilidad reducida. Ya han regresado a sus casas. La delegada del Gobierno en Aragón, Rosa Serrano, ha asegurado que no habrá más desalojos, calificando de «preventivos» los realizados hasta la fecha.

Te puede interesar:

La jefa de Hidrología de la CHE, María Luisa Moreno, afirmó ayer que en el conjunto de la avenida se han dado distintas magnitudes de caudales máximos, similares a los hubo en la riada de 2015. En el caso de Tudela (Navarra), el caudal llegó a sumar 2.700 metros cúbicos por segundo y la altura del río ha sido 30 centímetros superior a 2015.

En el municipio de Novillas, ya en Zaragoza, los niveles han sido parecidos a los de ese año y en el resto de la provincia algo inferiores. Así, en Pradilla, el río ha tenido un nivel 50 centímetros inferior; en Alagón, unos diez por debajo de lo observado en 2015 y en Zaragoza entre 50 y 60 centímetros menos.