El humorista, guionista y músico presentó esta semana en Zaragoza su libro Por si las voces vuelven (Planeta), en el que relata el episodio de locura que le llevó a tener que ser internado en un psiquiátrico hace tres años, y cómo le ha cambiado la vida. 

¿Uno escribe un libro como este para ayudarse a sí mismo o a los demás?

El libro nace porque cuando necesité un libro así no encontré ninguno. Pensaba en el libro que hubiese necesitado, simplificar el camino con los puntos de anclaje que a mí me han servido para salir adelante. Nace de un motivo egoísta, pero vas profundizando y ves que puede ayudar a mucha más gente. 

En el libro parece que llevó la situación con bastante discreción, pero luego decide hacerla pública con el propio libro, ¿por qué?

Ni me lo planteé, probablemente porque soy un descerebrado. No mido las consecuencias de mis actos y nunca me ha preocupado lo que piensen los demás.

¿A raíz de la publicación ha notado que alguien se haya interesado por usted o al contrario, se hayan apartado?

Quizá algún mensaje de gente que no sabía lo que me había pasado y me mandaba un abrazo, pero realmente acercarse, no. Apartarse no, pero es que tengo un círculo cercano extremadamente pequeño.

Por lo que se ha ido oyendo desde que lo publicó el brote parece relacionarse con las drogas, pero el libro está lejos de asegurar esta vinculación. ¿Le puede pasar a cualquiera?

Nadie sabe por qué ha sido. Mucha gente cree que es por drogarse, que si no se droga está a salvo, pero precisamente a raíz de publicarse me ha escrito mucha gente que ha pasado por lo mismo sin haber tomado drogas. Aunque claramente las drogas han sido un acelerante, le puede pasar a cualquiera. 

El libro es sorprendentemente divertido para narrar un episodio tan duro, ¿fue a conciencia o se impuso su vis cómica?

Cuando me planteo escribir soy extremadamente egoísta, al primero que me tiene que gustar es a mí. La máxima es no escribir algo que no leería. Para mí los puntos débiles son que sea aburrido, muy simple o muy complejo. Así que lo he escrito para que fuera mi libro favorito. Que luego queda muy mal si te lo preguntan en las entrevistas, pero mi libro favorito es el mío (ríe).

Cuando se lee, el libro parece que pide convertirse en serie. ¿Se lo han propuesto?

No, solo hubo una frase de un buen amigo que me insinuó que él tendría opciones de hacerla. 

¿Se atrevería a protagonizarla?

No creo que lo hiciera, me implicaría un poco desde lejos, dando el visto bueno. 

Cuenta que han investigado un poco sobre el tema a raíz de su experiencia, y sorprende que las tramas que vivía son compartidas por otros afectados. ¿Ha pensado en estudiar psiquiatría?

El hecho de que con vidas muy distintas muchos tengan la misma vivencia es apasionante. Estudiar psiquiatría de forma tradicional no me lo planteo, pero sí ha acrecentado mi fascinación por el cerebro, no a nivel médico ni químico, sino sobre qué pasa ahí dentro.

Pese a lo que le ha podido costar, no parece que hable de la locura con odio.

Yo veo la locura como un sentimiento más, una emoción, de las más puras que yo he sentido. Incluso el amor es medio controlable, pero la locura no. Tienes la sensación de que sabe cómo crear esos efectos, de que hay otro dentro de ti. Pero lo hace de forma tan elegante y sutil que no te das cuenta. 

Entre el confinamiento, ahora el suicidio de Verónica Forqué o la futura ley parece que ya se habla más de salud mental, ¿confía en que el cambio será permanente?

Todo lo que sea que se hable de algo siempre es bueno. Sabremos de verdad si ha cambiado si dentro de un año se sigua hablando o se recuerda como una moda que sirvió para rascar votos. Pero insisto, siempre a favor de que el tema se ponga sobre la mesa. 

¿Qué habría que recomendar a la gente para tratar con los afectados?

Hay una palabra muy de moda, pero que yo he descubierto hace muy poco, que es la empatía. Si hay ayudas, facilidades, mejor, pero también hay mucha gente que usa la falta de ayudas para no hacer nada individualmente. Antes que como sociedad, podemos hacer algo como individuos, estar bien con los tuyos. Si tu pareja te cuenta sus problemas y tú no escuchas, mal vamos.