Un prisionero republicano de la guerra civil española que trabajó como esclavo en la reconstrucción de Belchite será finalmente exhumado el próximo año después de que sus restos óseos hayan permanecido en una fosa anónima del cementerio municipal de Valencia desde 1941 hasta la actualidad, tal y como ha publicado el diario Levante-EMV. El hallazgo de su sepultura no se produjo hasta 2013 y, tras ocho años de gestiones, su familia podrá trasladar su esqueleto a su localidad natal, Val de San García, en la provincia de Guadalajara.

 Mariano Vicente Vicente tuvo una vida accidentada. Fue detenido en Cifuentes, encarcelado en Guadalajara y condenado a trabajos forzados a Quinto de Ebro y Belchite, en las cercanías de Zaragoza.

Un halo de misterio envuelve su muerte. Lo más sorprendente es que su certificado de defunción, que se firmó en Valencia, refleja que murió de hambre en la Nochebuena de 1941.

 Su familia daba por perdida su recuperación, porque «la sensación después de tantos años es que ya era imposible», confiesa Asun Vicente, sobrina nieta de Mariano.

La familia Vicente ha realizado por su cuenta todas las gestiones, al no estar amparada en ninguna asociación, lo que ha complicado su búsqueda.  Además, los sobrinos directos de Mariano, como el padre de Asun, de 86 años, son personas mayores.

Sin embargo, han recibido dos subvenciones en todos estos años. Una, del Estado, que cubría prácticamente toda la exhumación pero no se pudo realizar dentro del plazo. Al año siguiente, a través del consistorio se obtuvo una ayuda de fondos externos que solo cubría un 30% de los gastos de exhumación, que pueden rondar los 15.000 euros, una cantidad que no fue asumible para la familia porque, como recuerdan, deben ser las instituciones quienes reparen la memoria histórica.

 Por eso, en el Ayuntamiento de Valencia, que asume la exhumación, aseguran que se llevará a cabo este año «con independencia de las subvenciones»; se intentará optar a alguna de las ayudas y líneas de financiación pero si no, serán las arcas públicas municipales las que asuman el coste.

 «Hay momentos en que me viene a la cabeza y no sé si mi tío abuelo hubiera querido volver a su pueblo, donde le denunciaron. ¿Y si no estamos haciendo bien? Por otro lado, ¿cómo no vamos a traerle de vuelta a casa?» se pregunta Asun.

Las circunstancias en que Mariano Vicente llegó a Valencia todavía no están claras. Entre la documentación recabada por la familia con la ayuda del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica, presidido por Matías Alonso, figuran datos que arrojaron algo de luz, y la conclusión es que situaron en Valencia la muerte de Mariano para que no figurara en los datos del campo de trabajo de Belchite.

Hallazgo casual

Asun encontró las cartas de su tío abuelo por casualidad, como en una película, al fallecer unos primos de sus padres. Hasta ese momento, siempre se había dicho de Mariano que había desaparecido en la guerra, pero la curiosidad de Asun la llevó a investigar en esas postales enviadas desde el Campamento de Penados de Belchite. No estaba en la guerra, estaba en la cárcel. Pero poco o nada supieron de él en los siguientes años de búsquedas en internet. Un amigo de Asun encontró el nombre de su tío abuelo en un libro escrito de represaliados: Mariano Vicente aparecía como enterrado el 24 de diciembre en el cementerio municipal de Valencia, donde se indicaba las coordinadas donde estaba su fosa. ¿Pero cuál fue su viaje?

Asun se puso en contacto con Matías Alonso. Él encontró, siguiendo las coordenadas, la fosa. Había una roca entre dos lápidas que señalizaba, de alguna forma, que allí había alguien enterrado. «Fue una suerte, porque el gobierno del PP en aquellos años había hecho exhumaciones indebidas para construir más nichos y ampliar el cementerio y esa, por fortuna, no se tocó», explica Asun.

La familia Vicente se desplazó a Valencia para rendirle un pequeño homenaje y poner una placa con su nombre sobre la roca. A partir de ahí, la investigación familiar continuó: «Encontramos en el archivo militar de Guadalajara, pidiendo permiso a un juez en Barcelona, el expediente carcelario. Fue preso en Cifuentes y de allí le llevaron a la prisión provincial, para mandarlo a Quinto de Ebro y Belchite, a reconstruir el pueblo, donde llevaron a otro centenar de esclavos del franquismo», explica la sobrina nieta. «El motivo de la detención era “desconocido”».

Incógnitas por resolver

La rocambolesca historia continúa concediéndole el exilio de Guadalajara y la libertad en tercer grado a Mariano. Eso, a priori, es lo que le llevó a Valencia, «a la calle de Quart, número 80, justo en el Jardín Botánico», explica Alonso. «Todo muy raro, y se complica aún más cuando según el archivo, solo fichó un día en comisaría. La siguiente información es que ingresa en el hospital, llevado por la Policía Local, donde pasa varios meses hospitalizado», relata. Y la siguiente pista, el parte de defunción: «Muerto el 24 de diciembre por hambre», señala Alonso.

Las conclusiones a las que Alonso y la familia han llegado es que, con un avanzado deterioro debido a los trabajos forzados de Belchite, las autoridades militares decidieron trasladarle a otra ciudad para que su pésimo estado de salud y posible muerte no figuraran entre los efectos de su trabajo en Belchite.