La calle Fita, en el distrito Centro de Zaragoza, ha estado viviendo en los últimos meses de 2021 una serie de ataques homófobos, tanto verbales como físicos, que han creado una gran sensación de inseguridad. Según los vecinos, estos sucesos han agravado los problemas de ruido y suciedad que trajeron consigo los bares de ocio nocturno que proliferan en la zona desde hace ya 40 años y en los que últimamente predomina el ambiente LGTBI.

Por ello los residentes, a través de la Junta de Distrito Centro, han pedido al ayuntamiento, al que acusan de «permisividad», que exija las licencias a los negocios de hostelería, para comprobar si están en regla, y que cierre los que no cumplan la normativa.

«Siempre ha sido una calle problemática, pero desde hace poco ha aumentado la agresividad y se ha creado una gran sensación de peligro entre los vecinos», denuncia una residente que vive en el número 8 de Fita.

Pero los propietarios de los locales rechazan cualquier responsabilidad en lo que pasa y se consideran unas víctimas más de la degradación que sufre esa parte de la capital aragonesa. «Los que arman ruido y hacen botellón en la calle no son los clientes de nuestros bares, sino gente totalmente ajena al mundo LGTBI que, desde hace unos tres meses, viene aquí con la única finalidad de causar problemas», subraya Javier, dueño del Urano, uno de los pubs de la calle Fita. «Ellos deberían ser el objetivo de las fuerzas de policía y no nuestros locales», añade.

Refuerzo policial

El hecho más grave ocurrió la madrugada del pasado 8 de diciembre, cuando una pareja fue agredida al grito de «¡Maricones de mierda!» y una de las víctimas recibió un golpe que le produjo la pérdida de varias piezas dentales. Por sus características, la agresión podría encuadrarse en un delito de odio, lo que elevaría considerablemente las penas. 

Ante esta situación, la Policía Nacional, que ha detectado un aumento de los robos con violencia e intimidación y las peleas en la calle Fita y su entorno, ha reforzado «más aún» la vigilancia, indica un portavoz del cuerpo de seguridad.

Este mayor control ha llevado en fechas recientes a la identificación de 22 jóvenes y a la detención de otros 13, en su mayoría menores de edad, en relación con los actos delictivos y las agresiones a personas del colectivo LGTBI, que se ha convertido en el blanco de todos los ataques.

«La Policía Nacional desarrolla tres líneas de actuación para acabar con el problema», añade el mismo portavoz. «Por un lado se trabaja en labores de prevención, por otro se hace hincapié en la investigación y, además, se ha abierto una interlocución fluida con el colectivo LGTBI para poner coto a la comisión de estos delitos de odio», explica.

Presencia policial el pasado fin de semana en la calle Fita con Doctor Cerrada, en la capital aragonesa. L. M. G. / C. G. S.

Reventar el ambiente

La investigación ha dado sus primeros frutos con la identificación y detención de los posibles autores de los hechos y, al mismo tiempo, ha revelado que «los agresores no tienen un perfil determinado». «Son adolescentes de distinta procedencia social y nacional que no tienen un claro nexo entre ellos», señala la Jefatura Superior de Policía en Aragón.

Desde hace varios meses, en el colectivo LGTBI ha ganado fuerza la idea de que los agresores se juntan los fines de semana con la intención de ir a la calle Fita a «reventar» el ambiente. «No es algo casual, detrás de estos ataques había un grupo organizado, con unos 20 integrantes», asegura el dueño del Urano.

Los residentes, mientras tanto, han ido dotando a sus edificios de cámaras de vigilancia y han mejorado la protección de los accesos, pero solo confían plenamente en una actuación más continua y directa de la Policía. Para ellos solo será posible la tranquilidad si se cierran los locales de ocio nocturno «que no cumplen la legalidad», según señala la citada vecina.

Se sienten injustamente atrapados en una guerra entre grupos juveniles que ni entienden ni les importa pero que perjudica su descanso y ha convertido la calle en «una zona insegura» de Zaragoza, afirma la misma residente. Porque Fita está cobrando una mala fama que no gusta a nadie.

El colectivo LGTBI tiene miedo

Los recientes sucesos de la calle Fita, en la que el colectivo LGTBI ha sido objeto de acoso físico y verbal por parte de grupos homófobos, ha tenido un efecto devastador sobre los clientes habituales de esa zona de bares de ambiente nocturno de Zaragoza.

«La calle Fita se ha transformado en un lugar peligroso para las personas con identidad sexual y de género no heteronormativa», explica Rubén Somalo, psicólogo de la entidad Psicara, que colabora con el Gobierno de Aragón. «Hay miedo en el colectivo LGTBI», subraya.

«La gente ha dejado de ir en mayor o menor medida, porque sabe que los grupos homófobos están al acecho», explica Somalo, que señala que la calle Fita y su entorno constituyen un lugar «esencial» para el ocio nocturno del colectivo LGTBI.

Una creciente sensación de peligro

No solo se producen agresiones físicas, como la que sufrió una pareja el pasado 8 de diciembre, sino que hay un constante acoso verbal. «A veces entran personas en los pubs que se ríen de los que están dentro y que hacen comentarios despectivos sobre los clientes y el tipo de música que escuchan», afirma el miembro de Psicara.

«Actúan varios a la vez y todo su empeño están en hacernos sentir inferiores, llamándonos maricones y metiéndose con todo lo que hacemos», continúa.

El colectivo transexual, apunta Somalo, es uno de los más afectados por esas conductas agresivas, hasta el punto de que sus miembros evitan aparecer en los lugares donde saben que pueden tener problemas.

El psicólogo piensa que un paso adelante para evitar problemas sería la prohibición estricta del botellón en el exterior, pues las aglomeraciones son el entorno en el que se producen las agresiones en la mayor impunidad.

En este sentido, Rubén Somalo indica que los dueños de los bares del colectivo LGTBI hacen todo lo que está en sus manos para evitar las situaciones conflictivas, pero que aun así se precisa de una presencia activa de las fuerzas de seguridad para que se respete a las personas con diferentes orientaciones sexuales y de género.