Las fuerzas de seguridad buscan activamente en Aragón a 15 personas que un buen día, por diversas causas, de forma voluntaria o involuntaria, no regresaron a sus domicilios, dos de ellas menores de edad. Pero en realidad el número de desaparecidos de ambos sexos es mucho mayor y asciende a 130, según consta en los archivos de la Asociación Sos Desaparecidos, que establece listas desde 2010.

«La enorme diferencia entre los que figuran en nuestro registro y los que, oficialmente, están pendientes de localizar se debe que de la mayoría de esas personas no tenemos una copia de la denuncia», explica José María Rudíez, coordinador de la entidad, que lleva desde 2007 haciendo todo lo que está en su mano para hallar a los ausentes.

Estos pueden ser ciudadanos de cualquier edad. Pero los casos más abundantes son los de personas muy mayores y con problemas de memoria que salen de su hogar o de una residencia y luego no recuerdan el camino de vuelta.

Sin embargo, cada vez más, los protagonistas de la desaparición son adolescentes que, quizá por una desavenencia con sus padres (notas escolares, horarios de salida), no vuelven a casa y están uno o varios días fuera del radar familiar. Y, últimamente, la proliferación de fugas de menores extranjeros no acompañados de los centros de acogida ha disparado en Aragón y el resto de España la estadística de desapariciones.

Un 90% de éxito en la búsqueda

En casi todos los casos (entre un 85% y un 90%) la búsqueda acaba con éxito, bien porque el protagonista reaparece sin más por su propia voluntad o porque el dispositivo montado para dar con él o ella acaba encontrándolos en un plazo más o menos largo.

«Haya pistas o no haya pistas, lo importante es que la búsqueda siempre está activa», asegura Rudíez, que pone como ejemplo a Raúl Agustín Millán Pradas, joven de 21 años desaparecido en Segura de los Baños (Teruel) en el lejano verano de 1997. «Su familia lleva 24 años y seis meses sin tener noticias de él, pero su ficha sigue abierta, a la espera de cualquier dato que permita avanzar en su búsqueda», afirma el responsable de la Asociación SOS Desaparecidos en la comunidad aragonesa.

«Un día Raúl se fue a cuidar el ganado al monte y a la hora de comer no volvió a casa, lo que extrañó mucho a su familia», relata un habitante de las Cuencas Mineras que conoció al desaparecido.

«El perro de ganado, en cambio, sí que regresó», continúa. Sus parientes denunciaron lo sucedido y de inmediato se organizaron batidas en las que intervinieron la Guardia Civil y vecinos y familiares voluntarios.

«Se hizo todo lo que se pudo, participaron incluso perros adiestrados y un helicóptero sobrevoló el entorno de Segura de los Baños sin encontrar nada», señala.

"Su familia lleva 24 años y seis meses sin tener noticias de él, pero su ficha sigue abierta"

La estadística de personas no localizadas está sometida a variaciones y revisiones debido a que, con el paso de los años, determinadas desapariciones nunca se aclaran. De hecho, apunta Rudíez, «una vez transcurridos 10 años desde la última vez que se vio a alguien, la desaparición pasa a ser tratada legalmente como fallecimiento».

Es más, el Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) depura periódicamente su base de datos y, no hace mucho, las 16.000 fichas abiertas se rebajaron «a más de 5.000», es decir, se suprimieron dos terceras partes del contenido de los archivos. «Hay casos en los que, después de muchos años, se descubren restos óseos que es imposible identificar», añade el responsable de SOS Desaparecidos de Aragón. Otros casos se bloquean y no se producen avances durante largos periodos de tiempo, hasta que alguien aporta una información adicional.

Además, las estadísticas cambian continuamente a causa de las denuncias de desaparición que se resuelven en unas horas o pocos días, «como cuando un conductor sufre un accidente y aparece en un hospital sin documentación».

Por ejemplo, en 2020, en Aragón se registraron 636 denuncias, frente a las 16.528 de España. De ellas, 71 se presentaron en Huesca, 6 en Teruel y 559 en Zaragoza.

El coronavirus reduce las incidencias

Rudíez piensa que el número de desaparecidos en Aragón es muy alto. «Una quincena es un porcentaje elevado para una comunidad con una población de 1,2 millones», opina.

Las circunstancias influyen directamente en las desapariciones, como ha constatado la entidad aragonesa. «Durante la larga crisis del coronavirus hemos notado una reducción del número de personas que desaparecen», afirma Rudíez. «Y ahora, al levantarse las restricciones, vuelven a subir».

Las nuevas tecnologías y las redes sociales, indica la Asociación Sos Desaparecidos de Aragón, han facilitado la localización. En particular, internet, Facebook, Twitter e Instagram, que llegan a todas partes, contribuyen a comunicar la información rápidamente a gran número de usuarios que, a su vez, se convierten en transmisores. «Cualquier nueva desaparición se difunde por toda España automáticamente», resume José María Rudíez.

Batidas

Los geolocalizadores de los móviles, por otro lado, son de gran ayuda para saber no solo el paradero sino la trayectoria del desaparecido. Así quedó patente a mediados de este mes cuando la Gendarmería detuvo en un área de servicio cerca de Burdeos a un hombre de Gallur, José María Uruñuela, que, supuestamente había asesinado días antes a su esposa en su domicilio de Tudela.

Cuando la tecnología no sirve se recurre a las batidas pedestres, como ocurrió en Zaragoza a principios del año 2014, cuando centenares de jóvenes se unieron al dispositivo de búsqueda de Víctor Da Silva, un joven brasileño que había desaparecido en la Nochevieja de 2013, tras participar en un cotillón en el Espacio Ebro del parque del Agua. Desafortunadamente, fue encontrado, de forma enteramente casual, cuatro meses más tarde, muerto, en una zona del polígono Cogullada de Zaragoza. Pero no siempre es así. En 2020, un anciano de 80 años, Enrique C. G., desapareció y fue hallado sano y salvo, poco después, caminando por una carretera, cerca de su casa en Mora de Rubielos.