La periodista zaragozana Mavi Doñate presenta hoy en el Paraninfo de Zaragoza Bajo la mirada del dragón despierto, un libro que recoge su experiencia en China desde 2015 a 2021, un periodo que coincide en su fase final con el comienzo de la expansión del coronavirus a partir de la ciudad de Wuhan.

--A usted le sorprendió el coronavirus en China, trabajando para RTVE como corresponsal. ¿Sintió miedo ante un peligro tan nuevo y cercano?

--La verdad es que no llegué a sentir miedo, pero sí respeto. De hecho, los chinos, que ya habían pasado la epidemia del SARS en 2003, fueron los primeros que se empezaron a proteger, primero con mascarillas, que ya eran muy comunes en Asia, y también había geles hidroalcohólicos. Se tomaban medidas de protección, se forraban los micrófonos con papel desechable... Pero miedo a contagiarme, aunque fuera inconsciente, no lo tuve, pese a que no sabías por dónde iba a venir el peligro.

--¿Se podrá establecer algún día el origen del coronavirus?

--Nunca vamos a saber el origen del coronavirus porque China propaga la teoría de que el virus mutó de un animal a un ser humano. Las demás teorías, como que surgió en un laboratorio accidentalmente o que fue un arma bacteriológica creada a conciencia en un laboratorio, son versiones que China considera un ataque directo al país. De hecho la OMS, que rastreó pistas un año después del cierre de Wuhan, ha pedido volver y el país se cierra en banda, pues considera una ofensa que se quiera investigar si salió de un laboratorio accidentalmente y nunca va a dejar estudiar esa hipótesis.

--¿Ha utilizado el Gobierno chino la crisis del coronavirus para encerrarse más sobre sí mismo?

--Así es. Se trata de un país donde no existe el derecho a la privacidad y la intimidad y hay todo un sistema tecnológico de rastreo para la detección de positivos en covid-19. Eso puede ayudar para saber por dónde anda el virus, pero también para ver qué vida llevan determinadas personas. Por eso no cabe ninguna duda de que la pandemia ha servido para ejercer un mayor control de los ciudadanos. Además las calles están llenas de cámaras.

--En su libro afirma textualmente: ‘Trabajar en China nunca me resultó fácil’.

--Así es. No tienes acceso a fuentes, muchas veces no te dejan hacer los rodajes, y si te dejan tienen que estar autorizados. En ocasiones no te dejan rodar en una calle o te borran lo que has grabado. Hasta el punto de que los periodistas se mueven con visados que se renuevan una vez al año y, en el caso de algunos compañeros, cada tres meses. Eso es una espada de Damocles pues siempre te expones a que no te renueven el documento.