Aragón es la segunda comunicad autónoma con mayor porcentaje de mujeres en el ámbito de la investigación, con casi un 47% frente a un 53% de hombres. No obstante, las cifras bajan si escalamos hasta los puestos de liderazgo, donde solo uno de cada cuatro proyectos están liderados por mujeres.

Este fue uno de los temas a tratar en el desayuno sobre Mujer y Ciencia organizado por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia que se celebra hoy, 11 de febrero, y que estuvo moderado por la periodista Marian Navarcorena.

Para Maru Díaz, consejera de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento del Gobierno de Aragón, esta brecha no solo está presente en el ámbito de la investigación, sino que es una «problemática real en muchos ámbitos de la ciencia», sobre todo en las carreras STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics). «En estas carreras hay una brecha no solo en el acceso a los estudios, donde nos encontramos con carreras como ingeniería informática donde solo el 25% son mujeres; sino también luego a la hora de liderar los grupos o de ser referentes. Y esto es algo que pasa en otros muchos ámbitos, que cuando las mujeres accedemos a niveles más superiores aparecen más techos de cristal», aseguró Díaz.

Asimismo, María Bernechea, investigadora de ARAID INMA, apuntó a un problema más amplio. «Yo creo que hace falta mucho más que el hecho de aumentar el número de mujeres en las carreras de ciencias, porque en carreras científicas que están feminizadas como la biomédica, los que terminan siendo directores de hospital y catedráticos son ellos. Es decir, son mayoritariamente mujeres estudiando pero luego a la hora de acceder a los puestos de responsabilidad, esos pocos chicos que han estudiado son los que terminan liderando los equipos ».

Maru Díaz, Consejera de Ciencia y Universidad del Gobierno de Aragón Carlos Gil-Roig

Por su parte, María Jesús Lázaro, investigadora, presidenta de AMIT Aragón y delegada del CSIC en Aragón, apeló al trabajo de las instituciones, donde «queda todavía muchísimo por hacer». En la actualidad se ha lanzado el anteproyecto a la Ley de la Ciencia, y desde AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas) han querido hacer una serie de puntualizaciones «porque el género muchas veces no está incluido. Hay que formar a la gente en género porque muchas veces no se sabe cómo aplicar el género a nuestro trabajo, y hacerlo es algo fundamental. Luego, desde las instituciones tienen que incentivarse los planes de igualdad. El CSIC es pionero en los planes de igualdad, ya vamos por el tercero, y ahí es donde se ve dónde se pueden apreciar cambios. No tenemos diferencias en el personal de apoyo a la investigación y técnico, las escalas más bajas, pero sí tenemos diferencias en las investigadoras y, por supuesto, en los cargos de más arriba. No tanto en el nivel de designación, que sí que es verdad que al ser la presidenta del CSIC mujer ha hecho mucho por igualarlos, pero sí en cifras, ya que seguimos teniendo solo en torno al 20% de directoras. Es muy poco, entonces ahí algo pasa y hay que trabajar mucho esos aspectos». 

Maru Díaz: «Las mujeres tenemos que dar el doble de lo que nuestros compañeros tienen que dar para llegar al mismo espacio»

Esther Borao, directora general de Itainnova, abogó por desestigmatizar este tipo de profesiones, poniendo su caso de ejemplo: «Nos falta orientación, saber qué hay detrás de las carreras. Yo quería hacer diseño de moda y fueron mis padres los que me animaron a estudiar una ingeniería, y hacerles caso fue lo que me permitió ver lo que era una ingeniería industrial, porque una ingeniería no es solo lo que te puedan decir de un hombre con máquinas alrededor. Al final puedes ayudar en ámbitos sociales como la medicina. A mí que me gustaba el diseño de moda, podía combinar la ingeniería con la moda. Hay muchas cosas que no vemos y que no nos enseñan a la hora de lo que es la orientación». 

Unido a esto, otro de los aspectos clave es el componente social, en el que Claudia Marín, presidenta del Instituto de Ciencia e Investigación Juvenil de Aragón, quiso hacer hincapié. «Hay un componente social en las familias a la hora de educar, ya no solo a la hora de elegir una carrera sino en todos los ámbitos de la vida. Si al final esos jóvenes ven esas diferencias en el hogar de las que hemos oído hablar toda la vida, en el momento de hacer tareas en la casa, en el momento del cuidado de la familia, de los mayores, de los niños... eso posteriormente afecta a que más niñas puedan acceder o tengan acceso a un determinado nivel de pensamiento, porque desde pequeñas ya están viendo que hay una diferencia en casa».

Educación de las niñas

Es precisamente esa educación de las niñas una de las principales claves en las que incidió Maru Díaz para eliminar la brecha de género existente en la ciencia: «Hasta ahora ha sido algo que se ha intentado solucionar demasiado tarde. Acudimos a las adolescentes de 17 o 18 años, siendo que la configuración mental sobre los roles de género, sobre los referentes, sobre lo que se espera de una misma, acontece muchos años antes. Probablemente la solución radique en educar mejor a aquellas niñas que el día de mañana puedan aspirar a ser científicas, porque si solamente incidimos en los últimos años de formación ahí ya ha habido un entorno que las ha hecho sentirse inferiores. Hay estudios que muestran que a los seis años las niñas ya se reconocen a sí mismas como peores en las matemáticas que sus compañeros. Entonces, hemos que tener una tarea mucho más concienciada de cómo educamos a nuestros educadores, cómo los educadores trasladan esto a nuestras niñas, qué tipo de juegos les propiciamos a nuestras niñas en casa, qué tipo de referentes hay en los libros, a qué tipo de series acceden... Tiene que haber un compromiso social muy grande para entender que no podemos perder a la mitad de la población en el camino». 

Esther Borao, directora general de Itainnova Carlos Gil-Roig

Asimismo, con el objetivo de ofrecer referentes de mujeres científicas a las niñas, en AMIT llevan mucho tiempo con el proyecto Hay una ingeniera en el cole, donde mujeres voluntarias, dedicadas a todos los campos de la ciencia, se acercan a los colegios a explicar en qué consiste su trabajo. «Se busca que la mujer que vaya sea cercana y accesible, que la vean como una realidad cercana, como la madre de mi compañero, como algo a lo que pueden acceder», explicó Lázaro, quien también puntualizó la necesidad de educar a los propios educadores: «Las voluntarias que han ido a los colegios se han dado cuenta de que las profesoras no tenían conciencia del problema, y eso es peligroso».

Esther Borao: «Para llamar la atención de los niños es importante mostrar en qué va a repercutir en la sociedad lo que estás haciendo»

Esa falta de concienciación es otro de los puntos que destacó Borao, quien admitió: «En la carrera no era consciente de que al final era de las pocas chicas que había y que había un montón de chicos porque al final es lo que he vivido y a lo que estaba acostumbrada. Al crear The ifs, unos robots para enseñar a programar a niños, y empezar a preguntar a los padres si les comprarían ese robot a sus hijas, me topé con que me decían que no, porque no es lo que se suele ver. Se asocia a las niñas con muñecas rosas, entonces al final lo que ven es lo que quieren. Una niña de por sí no te va a pedir un robot, y entonces no se lo compran. Hace falta más conciencia de los padres, del ambiente alrededor, de los profesores... Que, por ejemplo, haya profesoras tecnólogas, que existan otros referentes en los libros».

Marín apuntó como una de las posibles razones de esta falta de interés por la ciencia el estigma que se tiene sobre la misma. «Siempre que pensamos en ciencia visualizamos a un hombre con bata metido en un laboratorio, pero la ciencia es mucho más detrás, a lo mejor habría que potenciar esas profesiones STEM que están ahora, por así decirlo, de moda».

Maru Díaz puntualizó que no solo es un problema de los laboratorios ni de que no haya casi mujeres en carreras STEM, porque, «por ejemplo, en química no se da esta barrera, entonces si el problema estuviera en el laboratorio quizá un perfil de biólogo o de químico vería estas diferencias y sin embargo no hay estas barreras de acceso. Sin embargo, si accedes a las ingenierías más puras o a arquitectura la barrera es enorme tenemos una barrera en el acceso de un 25% de alumnas frente a un 75% de hombres». 

El rol de la cuidadora

La consejera Maru Díaz lo achacó más bien a que haya muchas más mujeres asociadas a tareas de cuidados. «Se entiende que una mujer tiene que cuidar, que tiene que desarrollar tareas asociadas a la educación, porque se interpreta que nuestro rol como mujeres viene ligado a esos perfiles, y no vemos en las tareas productivas un papel femenino. En los estudios superiores pasa lo mismo. Interpretamos que nuestro papel pasa por ser sociales, por cuidar, por las tareas reproductivas, y entendemos las carreras más científicas como carreras de producción, y tenemos que resignificar todo eso». 

María Jesús Lázaro, presidenta de AMIT Aragón y delegada de CSIC en Aragón Carlos Gil-Roig

Bernechea quiso matizar que esa diferenciación de roles es una cuestión educativa puesto que «a los hombres se les educa en mayor medida para el riesgo y para la aventura, a las mujeres se nos educa para cosas más estables, como los cuidados. La ciencia se ve como una profesión inestable. Casi todo el mundo que conozco que ha renunciado a la ciencia es porque ha priorizado tener una pareja, estar cerca de su familia o tener hijos, porque buscan esa estabilidad, y porque además está mal visto que como mujer antepongas tu carrera profesional a tu familia. Tú puede que consigas no sentirte mal pero mucha gente te va a juzgar y, además, te lo van a hacer saber». 

Una forma a través de la cual se puede tratar de incentivar a las mujeres a decantarse por la ciencia es precisamente buscando ese valor social que encierra. Maru Díaz afirmó que se debe tratar de enseñar «cómo desde la ingeniería se puede contribuir al avance social, ver cómo se puede aplicar a la educación, ver cómo una mujer puede ser médico, pero también estar en un laboratorio para acceder a la medicina, porque existe esa división de género a la hora de entender cuál es nuestro papel en el mundo, e intentar cambiar eso nos va a llevar muchísimo tiempo», afirmó Díaz.

María Jesús Lázaro: «La carrera científica es muy exigente para las mujeres, coinciden los tiempos de optar a plaza con el de tener hijos».

Este punto fue algo en lo que estuvo de acuerdo Borao, quien afirmó que «es importante para llamar la atención de los niños mostrar el impacto que tiene lo que estás investigando, en qué va a repercutir en la sociedad lo que tú estás haciendo. Además, hay que animar a las niñas a que aprendan sobre tecnología, porque es algo que está en todas partes, y las mujeres no podemos permitirnos perder más espacios».

Más que juegos

Ese rol de la cuidadora es algo que se enseña a las niñas desde muy pequeñas, empezando por los juegos que se escogen. Díaz mencionó el documental Ni superhéroes ni princesas, donde se mostraba cómo el nivel de abstracción que exigían los juegos que se consideran de niños era mucho mayor que el que se exigía a las niñas: «Por ejemplo, los niños hacen construcciones, sin embargo a una niña se le da un carrito, un bebé, una cocina. Entonces el nivel de abstracción que exige un juego y otro no son los mismos. En el futuro, cuando esos niños lleguen a hacer matemáticas a ellos les cuesta menos ese nivel de abstracción porque han jugado con él y, sin embargo, las niñas están jugando constantemente a roles entorno a sí mismas».

No obstante, esa ansiedad frente a las matemáticas es algo que, como indicó María Jesús Lázaro, no se refleja en las notas medias, donde, de hecho, cada vez se da más el caso de que las calificaciones excelentes son de mujeres. Maru Díaz achacó este hecho a llamado Síndrome de la Impostora, que hace que las mujeres «siempre sintamos que tenemos que dar el doble de lo que nuestros compañeros creen que tienen que dar para llegar al mismo espacio».

Durante el encuentro se habló sobre las medidas institucionales que se deben tomar para reducir las desigualdades en la ciencia. Carlos Gil-Roig

Siguiendo un poco esta línea, Marín recalcó que muchas veces de lo que se habla es de prioridades. «Un hombre muchas veces tiene una prioridad de competitividad que a lo mejor una mujer no tiene porque tienden más a lo social. Hay muchas más mujeres que se dedican al cuidado, al sector de la educación y de la sanidad, que están liderados por mujeres, no en los puestos directivos sino en lo que es el propio sector. Y sin embargo en otros sectores, como puede ser el de la ingeniería, en sectores mas técnicos, sí que es cierto que encontramos a hombres liderando, y creo que principalmente el componente social y el componente de prioridades empieza por ahí. Entre los hombres siempre existe ese nivel de competitividad y compiten por un mejor puesto y las mujeres siempre tenemos esa parte social que nos lleva a intentar liderar esos puestos desde la sombra».

Díaz achacó esta idea a la estigmatización que se tiene de dos mujeres compitiendo. «Dos mujeres compitiendo se considera que son dos trepas, y dos hombres compitiendo se considera que son ambiciosos. En las mujeres la competitividad está muy penalizada», afirmó.

Mujeres referentes

Como ya se ha mencionado, una forma de acabar con esta brecha de género existente en la ciencia, así como en otros muchos ámbitos de la vida de un ser humano, es a través de la construcción de referentes para las jóvenes. Claudia Marín destacó la necesidad de contar con ejemplos en la vida cotidiana, mujeres cercanas que han accedido a los puestos que siempre se han considerado de hombres. No obstante, también es de vital importancia recuperar la figura de aquellas mujeres que a lo largo de la historia han sido invisibilizadas y que no aparecen en los libros de texto.

«No aparece una filósofa hasta que te estudias el curso entero, no sale una pintora nunca, ni una música. Las niñas no ven mujeres porque quien ha hecho la historia no son ellas, entonces si a ti desde bien pequeña te dicen que la historia la hacen hombres y que las mujeres hacemos otras cosas, ni te planteas que puedas hacer historia. Es fundamental que haya mujeres en los libros de texto, mujeres de éxito, mujeres que han llegado a puestos de responsabilidad, porque si no es que no se pueden ni imaginar a sí mismas haciendo eso», explicó la consejera del Gobierno de Aragón.

Claudia Marín, presidenta del Instituto de Ciencia e Investigación Juvenil de Aragón Carlos Gil-Roig

Lázaro apostó por la combinación de ambos modelos de referentes. Desde AMIT, se hicieron bajo este fin unos descargables de mujeres que fueron seleccionadas por la empresa a fin de incluirlos en los libros, «para que las niñas vieran ejemplos. Aquí estamos hablando de científicas pero faltan pintoras, historiadoras, deportistas, y faltan esos ejemplos que tienen que ser referentes. Mujeres de la historia que hayan pasado desapercibidas pero también ejemplos más cercanos. Tenemos que combinar esas cosas para llegar al objetivo real».

Además, en cuanto a las mujeres que lideran, Maru Díaz apuntó hacia una doble problemática: «Por un lado, como ya se ha hablado, que socialmente está muy estigmatizado que una mujer desee acceder a esos espacios; y luego también el nivel de exigencia que se nos impone a muchas mujeres para dar según qué pasos en esos puestos. Debes acceder a un espacio de hombres, así que compórtate como un hombre y además esfuérzate el doble para que no se note que no eres un hombre. Eso no solo pasa en la ciencia, pasa en cualquier espacio de representación».

Claudia Marín: «La diferencia que ven en el hogar puede perjudicar a las niñas a la hora de acceder a algunos niveles de pensamiento»

Por otro lado, con el objetivo de llegar a los jóvenes, Bernechea abogó por hacer la ciencia más atractiva. «Un científico tiene que tener un reconocimiento social. Lo que cualquier persona quiere es sentirse querida y aceptada. Quieres estudiar una carrera en la que tus padres se sientan orgullosos de ti, o sentirte integrado en tu grupo de amigos, que valoren tu profesión... Entonces igual tenemos que hacer un poco de trabajo en valorar la carrera científica. Que quien se dedique a esto se pueda ver reconocido y lo pueda ver como algo atractivo. Un medico salva vidas, pero un científico también».

Y es que la imagen que se ha trasladado a las últimas generaciones de científicos, sobre todo de los investigadores, es la de una profesión abandonada. Díaz afirmó que los mensajes que llegan son «investigadores brillantes cobrando salarios míseros, saliendo del país, teniendo que renunciar a sus familias. En ningún caso se asocia a un perfil de éxito. Hace falta una tarea institucional muy potente para resignificar esta profesión».

La maternidad

En el caso de las científicas, se une el factor de la maternidad. Para María Jesús Lázaro, al hablar de maternidad en el ámbito de la ciencia hay dos opciones: «O bien mientras estas de baja realmente no estás de baja, porque trabajas desde casa, o cuando vuelves, esos cuatro meses que has estado sin publicar, sin trabajar, te perjudican, y es por eso que se está trabajando para que esos meses no nos cuenten para los sexenios, porque en los sexenios de investigación se nos evalúa cada seis años, entonces hay mujeres a las que les coincide que han tenido hijos en ese periodo y entonces se tienen que saltar un año. La carrera científica es además súper exigente porque el periodo en el que se suelen tener los hijos coincide con el que estás optando a plaza. Esto se soluciona aplicando medidas para la baja maternal, que es algo que ya se está haciendo y que yo creo que ha ayudado muchísimo».

María Bernechea, investigadora de ARAID INMA Carlos Gil-Roig

María Bernechea apuntó otras medidas que se están implantando desde España para solucionar esta discriminación: «En España, normalmente, para optar a ciertos contratos solo pueden haber pasado algunos años desde que defendiste la tesis o conseguiste algún otro tipo de contrato, por ejemplo; entonces si en esos años has tenido hijos eso te penaliza. Ahora sí que se ha implantando que si has tenido hijos te dan un año más, y que igual en lugar de cada cinco que sea cada seis años».

María Bernechea: «Tenemos que trabajar para valorar más la carrera científica. Un médico salva vidas, pero un científico también»

Igualmente, Maru Díaz quiso matizar la situación: «Hablamos todo el rato de la baja de maternidad como si tener un hijo fueran esos cuatro meses y luego ya está. Hay mujeres que no quieren renunciar a poder conciliar, aunque sea una utopía, y es muy difícil en investigaciones científicas acceder a reducciones de jornada o acceder a ampliaciones de plazos para las entregas. Ahí desde la Comisión Asesora de Mujer y Ciencia le estamos dando muchas vueltas a cosas que van mas allá de la baja estricta por maternidad, que se enfocan en lo que implica ser madre, y ojalá llegue un momento donde ser madre y ser padre sea equiparable pero ahora no es cierto. Actualmente jugamos con una mano atada a la espalda».

Los medios

Por último, todas las ponentes apelaron a que desde los medios de comunicación se tiene que hacer un esfuerzo por visibilizar a esas mujeres científicas que en muchas ocasiones se encuentran en terrenos donde la presencia masculina es arrolladoraBernechea apuntó a que «durante un tiempo a lo mejor tenemos que obligarnos a no llamar siempre a los mismos y buscar mujeres. Por ejemplo, la base de datos de AMIT de mujeres científicas, está ahí para consultar sus áreas de especialización para ver cuál te puede encajar tanto para informaciones como para charlas, y tratar con ello de diversificar».

Esther Borao, por su parte, puso el ejemplo de Cristina Aranda, fundadora de Mujeres Tech, que facilita listados de mujeres tecnólogas o directivas que puedan ser de utilidad para las charlas, consiguiendo así que se aprecie la figura femenina en los actos y que la misma pueda ser transmitida a través de los medios.